La situación que viven la sociedad afgana también es responsabilidad de Occidente Que la Europa de las naciones y de los pueblos se levante en solidaridad con Afganistán
Ya han comenzado a aplicarse las medidas, coercitivas, discriminatorias y vejatorias para las mujeres afganas, que padecen, una vez más, la violencia del islamismo
Las aberrantes acciones que los talibanes aplicarán a las mujeres son muy parecidas a las que figuran en un contrato para maestras en la España de 1923, en plena dictadura de Primo de Rivera
Los talibanes y otros grupos de ámbito islámico han impuesto a la mujer un retroceso de décadas o siglos, mientras la Unión Europea, la llamada Europa “cristiana” y “civilizada”, continua de brazos cruzados
Los talibanes y otros grupos de ámbito islámico han impuesto a la mujer un retroceso de décadas o siglos, mientras la Unión Europea, la llamada Europa “cristiana” y “civilizada”, continua de brazos cruzados
Han sido diversos los artículos en Religión Digital que han tratado sobre la situación dramática que sufren las mujeres después de la llegada de los talibanes al poder en Afganistán. Y es que ya han comenzado a aplicarse las medidas, coercitivas y del todo discriminatorias y vejatorias para las mujeres, que padecen, una vez más, la violencia del fundamentalismo, un fundamentalismo que vivieron también las mujeres en España durante los años de la dictadura de Primo de Rivera y de Franco.
Todos hemos leído las medidas aberrantes que los talibanes aplicarán a las mujeres afganas, unas medidas muy parecidas a las que he encontrado en un contrato para maestras, de 1923. Este acuerdo, no tan lejano en el tiempo, vigente en el España durante la dictadura de Primo de Rivera, establecía las cláusulas del contrato entre “la maestra y el Consejo de Educación”.
El primer artículo de este absurdo documento, establecía que la maestra tenía la obligación de “no casarse”, porque “este contrato queda automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa”. La dictadura pretendía controlar incluso los sentimientos y la libertad de las mujeres para poderse casar o no. En el segundo artículo se pedía a la maestra “no andar en compañía de hombres”, seguramente para evitar las “tentaciones de la carne”.
El tercer artículo obligaba a la maestra a “estar en su casa entre las 8 de la tarde y las 6 de la mañana, a menos que sea atender en función escolar”, para así encarcelar (aún más) a la mujer; el cuarto, también totalmente aberrante (como todos los otros artículos), pedía (más bien exigía) a la maestra, “no pasearse por heladerías del centro de la ciudad”.
El quinto artículo, que hoy podemos encontrar también en las mujeres afganas, obligaba a las maestras a “no abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin permiso del presidente del Consejo de Delegados”; el sexto pedía a las maestras “no fumar cigarrillos”, ya que “este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto, si se encontrara a la maestra fumando”.
El séptimo artículo obligaba a las maestras a “no beber cerveza, vino o whiski”, porque, una vez más, “este contrato quedará automáticamente anulado y sin efecto si se encuentra la maestra bebiendo cerveza, vino o whiski”. El octavo artículo exigía a las maestras “no viajar en coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre”. Otra vez la obsesión del poder (también de la Iglesia en otros tiempo), por controlar la vida de las mujeres.
Como en el caso de las mujeres afganas, el noveno artículo de este “contrato” obligaba a las maestras a “no vestir ropas de colores brillantes” y el artículo diez les exigía “no teñirse el pelo”.
Otros artículos absurdos obligaban a las mujeres que ejercían la docencia a “usar al menos dos enaguas” (11) y a “no usar vestidos que queden a más de cinco centímetros por encima de los tobillos” (12). El contrato también exigía a las maestras “mantener limpio el suelo” (13) de la escuela: “barrer el suelo al menos una vez al día…fregar el suelo del aula al menos una vez por semana con agua caliente… Limpiar la pizarra al menos una vez al día” y ,todavía, “encender el fuego a las 7, de modo que la habitación esté caliente a las 8 cuando lleguen los niños”. El último artículo del “Contrato” obligaba a las maestras a “no usar polvos faciales, no maquillarse ni pintarse los labios” (14).
La larga luchar por la dignidad femenina
Cabe recordar que en la larga lucha de las mujeres para conquistar su dignidad, la Iglesia no siempre ha estado a su lado, ni las ha valorado como merecen. A diferencia de lo que hacía Jesús, que no solo no rechazó a las mujeres sino que las acogió y las amó con ternura, como a Juana, Salomé, Marta y María, la Samaritana, María Magdalena y las otras que acompañaban al Maestro por los caminos de Galilea, tal como recogió en su magnífico artículo, “Jesús i les dones”, el amigo Eduard Ibàñez.
A las mujeres de Afganistán (y de muchos otros estados), los talibanes las han impuesto un retroceso de décadas o siglos. Y mientras tanto la Unión Europea, la llamada Europa “cristiana” y “civilizada”, continua de brazos cruzados, ignorando o mirando con indiferencia la situación de opresión y de esclavitud que viven las mujeres y las niñas, que, con el gobierno de los talibanes, se quedan sin un presente y un futuro digno.
Ante el fracaso de los estados en la defensa de los derechos y de la dignidad de las mujeres afganas, hace falta que la Europa de las naciones y de los pueblos se levante para mostrar su solidaridad con estas personas. Por eso, hace unos días el Papa pidió que se buscaran soluciones para acabar “con el ruido de las armas”, ante el sufrimiento de este pueblo “martirizado”.
Con todo, la situación que viven las mujeres afganas y todo Afganistán, también es responsabilidad de Occidente. Así lo resumía el Dr. Àlex Arenas, doctor en Física y catedrático del Departamento de Ingeniería Informática y Matemáticas de la Universidad Rovira i Virgili, en su Twitter cuando escribió: “Occidente ha proporcionado a los talibanes armas, entrenamiento militar, apps que permiten localización de personas y sobre todo les hemos enseñado a hacer política, es decir, a MENTIR. ¿Qué esperábamos?”.
Occident ha proporcionat als Talibans: armes, entrenament militar, apps que permeten localització de persones i sobretot els hem ensenyat a fer política, és a dir, a MENTIR! Què esperàvem? https://t.co/MJIG5UUVy5
— Alex Arenas (@_AlexArenas) August 20, 2021
Quanta razón tiene el Sr. Gonçal Mazcuñán en su artículo, “Ens falla la memòria i alguna cosa més" (Nos falla la memoria y algo más), cuando dice (traduzco del catalán), que “veinte años después que se iniciara la caza de Bin Laden, se vuelve a reivindicar los derechos de las mujeres afganas, pero la memoria colectiva no exige también responsabilidades a los que se enriquecieron con aquella guerra”.
Y ahora todo son golpes en el pecho y lamentaciones inútiles.
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