"Nunca encontré odio en ellas, pero estas mujeres están imbuidas de un dolor muy profundo”, señala el obispo Libanori, comisario del caso Rupnik: "Las víctimas tienen derecho a escuchar una palabra que les devuelva su dignidad"

“Las víctimas, incluso más de treinta años después -tiempo que equivale a una cadena perpetua- tienen derecho a escuchar de las autoridades una palabra definitiva que silencie la duda sobre su culpabilidad y les devuelva la dignidad proclamando lo que es verdad, a saber, que eran víctimas”.

Es el deseo que muestra, en la primera entrevista que concede, en el diario La Croix, Daniele Libanori, obispo auxiliar de la diócesis de Roma, y comisionado para la investigar la denuncias por abusos sexuales y psicológicos contra el también jesuita, Marko Ivan Rupnik.

La responsabilidad de los superiores de Rupnik

El mismo día en que La Compañía de Jesús informa sobre la situación en la que queda dentro de la orden el artista de renombre internacional, con obras en significativos templos de la Iglesia por todo el mundo, Libanori considera también oportuno que en el caso de las responsabilidades por el caso Rupnik se investiguen otras “que han quedado en la sombra”, y señala “en particular la responsabilidad objetiva por la falta de vigilancia de los superiores del padre Rupnik, la de quienes lo formaron y de quienes debieron supervisar sus métodos y sus propuestas pastorales”.

Preguntado sobre las conclusiones dictadas en su día por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, reconoce Libanori que “no tengo información para responder a su pregunta y menos para emitir un juicio. Sé lo que informaron los periódicos, siempre que pudieron reconstruir el caso con documentos auténticos”, en alusión a que Rupnik fue expulsado por confesar a una de sus víctimas, aunque se le levantó, “por arrepentimiento”, la pena un mes más tarde.

"No encontré odio en las víctimas, sí mucho dolor"

En su papel como comisario de la Comunidad Loyola, donde se produjeron los abusos y de la que era superior Rupnik, el auxiliar de Roma reconoce que, tras entrevistarse con las víctimas, “nunca encontré odio en ellas, pero estas mujeres están imbuidas de un dolor muy profundo”, señala, aunque reconoce que se encontró con una comunidad divida.

“Durante mi encuentro con estas 45 monjas -señala al diario francés-, en las entrevistas individuales, comenzaron a surgir testimonios sobre las acciones del Padre Rupnik, antes de 1993, primero por alusiones veladas, luego por relatos explícitos. Esta fue la verdadera razón de su división: algunos habían dejado el instituto, otros todavía sufrían, sin haber podido contar nunca con ayuda profesional para superar el trauma”.

“Me enfrenté a dos problemas entrelazados: la división interna de la comunidad y el drama que muchas hermanas vivían desde hacía mucho tiempo. Las hermanas que se habían unido a la comunidad después de 1993 no sabían lo que había pasado, pero vivían de acuerdo con un estilo de vida tendencialmente cerrado, como para defenderse de cualquier intrusión”, añade.

 Y con respecto a los pasos que cree que a partir de ahora se deben tomar respecto a quien sigue perteneciendo a la orden de San Ignacio, recuerda que “está sujeto al derecho interno de la Compañía de Jesús y al código de derecho canónico. Además, si las personas que han presentado sus denuncias desean acudir a los tribunales civiles, pueden hacerlo libremente”.