El obispo tiroteado en Sudán del Sur asegura que “si querían intimidarme, consiguieron el efecto contrario" Monseñor Carlassare: "Estaba seguro de que me matarían, sólo pensé 'que así sea, estoy preparado'"
Dos milagros: El primero, que, tras haber perdido tanta sangre, la donación del voluntario le salvó la vida. Y el segundo milagro estriba en que las balas no perforaron hueso ni nervios ni tendones de las piernas, sólo los músculos.
“Sólo puedo perdonar. Si surge algo desagradable, servirá para fortalecer mi comunidad"
Los agresores eran dos jóvenes desconocidos, que “no querían golpearme como persona, sino que apuntaban al papel que represento”
“Un momento después de ponerme de pie, pensé en volver de inmediato. Mi pueblo está sufriendo más que yo por lo ocurrido. Volveremos a empezar juntos, más fuertes y, espero, más sabios que antes"
Los agresores eran dos jóvenes desconocidos, que “no querían golpearme como persona, sino que apuntaban al papel que represento”
“Un momento después de ponerme de pie, pensé en volver de inmediato. Mi pueblo está sufriendo más que yo por lo ocurrido. Volveremos a empezar juntos, más fuertes y, espero, más sabios que antes"
El padre Christian Carlassare, misionero comboniano de 43 años, que acababa de ser nombrado por el Papa obispo de Rumbeck (Sudán del Sur), fue tiroteado en su casa, cuando descansaba, después de celebrar la eucaristía del pasado domingo. Tras los primeros cuidados en Rumbeck fue trasladado a Nairobi (Kenia), para una atención más especializada. Allí, en su cama del hospital de Nairobi le entrevista el periódico italiano Corriere della Sera.
Afortunadamente, el misionero se encuentra bien y, según cuenta al rotativo, por dos milagros. El primero, porque un joven voluntario tenía el mismo tipo de sangre, Rh negativo, que el obispo, algo casi imposible en África. Tras haber perdido tanta sangre, la donación del voluntario le salvó la vida. Y el segundo milagro estriba en que las balas no perforaron hueso ni nervios ni tendones de las piernas, sólo los músculos.
Tranquilo respecto a su salud, el padre Carlassare sufre más en estos momentos por las noticias inquietantes que están publicando las agencias de prensa de medio mundo: los sospechosos de disparar contra él habrían sido un grupo de laicos comprometidos y varios sacerdotes de su diócesis, entre ellos el vicario general, John Mathiang.
Carlassare asegura al diario italiano que “es normal que investiguen incluso en los círculos de la Iglesia, pero yo no me precipitaría, dejaría que las autoridades hicieran su investigación”. Lo que sí tiene claro, de entrada, es el perdón: “Sólo puedo perdonar. Si surge algo desagradable, servirá para fortalecer mi comunidad. Ayer, mientras me llevaban al aeropuerto, la gente se echó a la calle para saludarme, mostrándome su cariño a pesar de llevar tan pocos días en Rumbeck. Los habitantes de mi diócesis son mayoritariamente dinko y yo he vivido diez años con los nuer, hasta el punto de haberme ganado el apodo de "blanco-nuer", pero ante todo soy un italo-sudanés afectado por la misma violencia de la que ellos son víctimas desde hace décadas. Si querían intimidarme, consiguieron el efecto contrario".
El misionero confirma que trató de dialogar con sus agresores, pero ellos “no abrieron la boca y sólo dispararon sus Kalashnikovs”, quizás, porque, como dice el prelado, eran dos jóvenes desconocidos, que “no querían golpearme como persona, sino que apuntaban al papel que represento”.
Mientras le apuntaban, el misionero pensó que lo iban a matar: “Sólo pensé: que así sea, estoy preparado. Mi vida está dada. Y eso es todo... No tuve mucho tiempo y me concentré en el momento que estaba viviendo. Por un instante calculé si había una salida, pero rápidamente aparté la idea, sería absurdo que me mataran con una bala en la espalda. Hablé, hablé, y no respondieron. Entonces estallaron los disparos, seis o siete, y cuatro alcanzaron mis piernas. Cuando ya estaba en el suelo, creo que me golpearon en la cabeza".
Y, como todo buen misionero, a pesar del susto y de haberse jugado la vida, no piensa abandonar: “Un momento después de ponerme de pie, pensé en volver de inmediato. Mi pueblo está sufriendo más que yo por lo ocurrido. Volveremos a empezar juntos, más fuertes y, espero, más sabios que antes. Cuando acepté el nombramiento como obispo sabía que podía correr algún riesgo, pero nunca se me pasó por la cabeza la idea de ser víctima de una emboscada premeditada. Ahora que lo pienso fue mi propia ligereza: esta tierra ha sufrido tanta violencia que ha olvidado el valor del diálogo. La gente conoce el amor, pero necesita ser educada en la paz. Mientras me llevaban al aeropuerto, una mujer en la calle gritó: 'Vuelve padre, si tienes que morir, moriremos juntos'”. Como el grano de trigo...
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