"¡Hay esperanza! May Pag-Asa!": Finaliza la Asamblea Plenaria de los obispos de Filipinas sin pizca de autocrítica

"La esperanza nos da coraje y libertad", proclama la Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal de Filipinas, difundida y leída en las iglesias el 2 de febrero al concluir la asamblea de los obispos

El documento, firmado por el cardenal Pablo Virgilio David, obispo de Caloocan y presidente de la Conferencia Episcopal, se centra en el tema jubilar de la esperanza y aborda las cuestiones más urgentes a las que se enfrenta la nación

Ninguna mención a la organización Bishop Accountability, que recopila casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes, y publicó recientemente una lista de 82 curas filipinos o extranjeros que ejercieron en el país asiático, de los cuales algunos siguen en activo

Hay esperanza

(Agencia Fides).- “La esperanza nos da coraje y libertad”, proclama la Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal de Filipinas, difundida y leída en las iglesias el 2 de febrero al concluir la asamblea de los obispos.

El documento, firmado por el cardenal Pablo Virgilio David, obispo de Caloocan y presidente de la Conferencia Episcopal, se centra en el tema jubilar de la esperanza y aborda las cuestiones más urgentes a las que se enfrenta la nación. Entre estos temas destacan el llamamiento a la transparencia y a la responsabilidad -con vistas a las elecciones intermedias previstas para mayo de 2025- y el anhelo de “convertirnos en una Iglesia más misionera y sinodal”. Los pastores afirman su compromiso con el “discernimiento comunitario sobre las realidades actuales que afectan a nuestra nación”.

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Citando la epístola a los Romanos, en particular “Esperando contra toda esperanza” (cf. Rom 4,18), la Carta señala la lucha del pueblo filipino “contra la desesperación, en su esfuerzo por encontrar esperanza en medio de la adversidad”.

Sede de la Conferencia Episcopal de Filipinas en Manila


El texto denuncia que, “en el ámbito moral, impera la confusión, la indiferencia, la apatía y la impotencia ante los ataques contra la vida, especialmente contra los inocentes”. Se critica “la cultura de la impunidad, el egoísmo y la pérdida del sentido del pecado”, mientras que se recuerdan también “los traumas derivados de los desastres y tragedias causados por emergencias climáticas”.

En el terreno económico, se destaca “el aumento de la pobreza reflejado en el incremento del desempleo y de los precios de bienes y servicios”, lo que agudiza la brecha entre ricos y pobres. Asimismo, en el plano político se señala “la malversación de fondos públicos, la cultura del clientelismo y la mentira”, mientras que en el ámbito de las comunicaciones se acusa a “la falsedad y la desinformación de ser utilizadas como armas contra la verdad”.

Ante esta realidad, la carta invita a “emprender el camino de la conversión personal, institucional y eclesial para reencontrar la esperanza”. Este es el momento que ofrece el Año Jubilar, según el documento. Recordando que “la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5,5), los obispos proclaman que Cristo Jesús es el Salvador y que “el amor de Dios penetra en nuestro sufrimiento, en nuestra miseria y en nuestra muerte, nos salva y nos transforma”.

La carta continúa resaltando “chispas de esperanza” en diversos ámbitos: “en líderes guiados por principios de buen gobierno”, “en el idealismo de los jóvenes y de los ciudadanos responsables que no venden su patriotismo”, “en la colaboración espontánea entre ONG, organizaciones cívicas y religiosas”, y en el “esfuerzo de trabajadores comprometidos en un servicio sincero, aun sin reconocimiento”.

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Asimismo, se destaca la valentía de “aquellos que arriesgan su reputación -e incluso su vida- para luchar contra la corrupción y perseguir la justicia”, así como “el espíritu de resiliencia y servicio genuino del pueblo filipino, a pesar de estar abrumado por sus propias necesidades”.

“Nosotros, vuestros líderes espirituales, compartimos el dolor causado por estas heridas de aflicción. También nosotros sentimos la profunda turbación y la aparente parálisis que arrastran a tantos al pozo de la desesperación”, confirman los obispos. Por ello, en este Año Jubilar de la Esperanza, nos invitan a “valorar juntos el precioso don de la esperanza inspirada por el Espíritu Santo, que no es meramente optimismo o un sentimiento positivo, sino vislumbres de un don divino que nos impulsa a la acción”.

Y continúa: “Toda acción de esperanza tiene su origen en el Espíritu Santo. Por ello, os exhortamos, querido pueblo, a que dejéis que se reavive en vosotros la esperanza. Que se convierta en una llama de esperanza”.

Además la carta expresa el deseo de que “el Espíritu Santo renueve la faz de la tierra e insufle transformación en los espacios y lugares oscuros de nuestras vidas y de nuestra nación. La gracia del Espíritu Santo es una brisa suave que nos impulsa”, promoviendo “una revolución espiritual de esperanza” y caminando juntos en “una peregrinación de esperanza hacia el Reino del Padre”.

Al concluir, la carta se despide con una exclamación: “¡Hay esperanza! May Pag-Asa!”, en tagalo, y con el consejo de San Pablo: “No nos cansemos de hacer el bien...” (Galatas 6,9).
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Etiquetas: Iglesia de Filipinas, Asamblea Plenaria, carta, obispos