Sor Rosa, don Sancho y el laico Florentino, historias de vida apasionada por el Evangelio La monja, el cura y el viejo catequista: Francisco se rinde ante tres testimonios de una Iglesia de periferia
Sor Rosa, don Sancho, el laico Florentino. Tres testigos de una historia eclesial viva y apasionada por el Evangelio, que en la Catedral de la Inmaculada Concepción de Dili dieron su testimonio al Papa sobre su experiencia de fe y participación en los dramáticos y dolorosos acontecimientos del país
Sor Rosa: el futuro es brillante y prometedor
Fue la religiosa quien destacó el florecimiento de las vocaciones sacerdotales y religiosas de las que disfruta providencialmente Timor Oriental, país donde el anuncio de Jesús fue llevado tras las huellas de San Francisco Javier, "misionero por excelencia de Oriente", pero que ahora envía misioneros al mundo.
Rosa está convencida de que esta apertura hará crecer la dimensión sinodal de la Iglesia timorense y consolidará la fraternidad humana que ya se practica aquí. La religiosa es portavoz del agradecimiento de todos por el hecho de que el Papa haya llegado hasta aquí, en esta "Iglesia en salida". "El futuro de la Iglesia y de la nación - afirma - es radiante y prometedor".
Don Sancho y la resistencia durante la guerra
Y luego está la audacia con la que el cura Sancho afrontó, durante el proceso de independencia de Timor Oriental, el traslado de Dili a Ossu del comandante en jefe Kay Rala Xanana Gusmão, acompañándolo y desafiando graves peligros para su seguridad y la de los demás. Su historia nos remonta a los tiempos oscuros de la ocupación indonesia.
Era 1991, en Dili, le pidieron que fuera al Este; la oración y el discernimiento le hicieron decidirse a actuar a pesar del miedo y la resistencia inicial. En un puesto de control pensaron que no lo lograrían: el respeto a su sotana los salvó, a él y al líder de la resistencia. Esto permitió a Xanana y sus colaboradores trabajar con sus compañeros en el bosque. Fue una lección aprendida en la guerra: "Dios sabe cuidar de aquellos a quienes ha llamado a la misión".
El catequista Florentino
Por último, la valentía de Florentino. Con una chaqueta multicolor que le hace parecer un treintañero, habla delante de Francisco y le cuenta su larga experiencia como catequista. Durante cincuenta años fue primero voluntario y luego permanente, con celo y sentido de responsabilidad recorrió innumerables kilómetros a pie, incluso con mal tiempo, para no hacer faltar la Comunión y la Palabra en las zonas más internas del país.
Hoy tiene 89 años, sufre de Parkinson, pero resiste y quiso dar su testimonio, continuando, como él dice, dando consejos y apoyo moral a otros catequistas que lo necesitan. El Papa, espontáneamente, al saludarlo, lo comparó en broma con San Pablo. Como muchos otros, centenares y centenares, ofreció una contribución fundamental a la historia de la Iglesia timorense, como lo han hecho y lo siguen haciendo numerosos de sus homólogos en las tierras visitadas en este viaje apostólico del Papa, que los elogió mucho y en varias ocasiones.