Monseñor Crociata, sobre la elección de Úrsula von der Leyen y Roberta Metsola La "triple escucha" que piden los obispos de la Comece a las nuevas autoridades de la UE
El deseo del presidente de los obispos de la UE, a Roberta Metsola y a Ursula von der Leyen: “Tenemos la esperanza de que la experiencia adquirida por las dos principales figuras les dé más confianza y determinación para actuar más a fondo en las cuestiones cruciales que enfrenta la Unión Europea en esta coyuntura bastante compleja de la situación europea e internacional”
(Agencia SIR).- "Es reconfortante comprobar los efectos de la dinámica democrática en base a la cual dos figuras como Roberta Metsola, como presidenta del Parlamento Europeo, y Úrsula von der Leyen, como presidenta de la Comisión Europea, han sido confirmadas por amplia mayoría. Las felicitamos a ellas y a las instituciones europeas por su continuidad".
Así comenta monseñor Mariano Crociata, presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (Comece), en esta entrevista con Sir, las reelecciones de ambas políticas que han tenido lugar durante esta intensa semana de trabajo en Bruselas.
«Tenemos la esperanza -añade el obispo- de que la experiencia adquirida por las dos altas personalidades les haga más seguras y decididas a la hora de actuar más a fondo en las cuestiones cruciales a las que se enfrenta la Unión Europea en esta coyuntura bastante compleja de los asuntos europeos e internacionales».
¿Qué es lo que más necesita Europa hoy? ¿Y cuáles son las cuestiones que más les preocupan a los obispos europeos?
Como Iglesias y como ciudadanos, nos preocupan las cuestiones y los problemas en los que se juega el camino europeo y el destino de nuestros pueblos, empezando por los más débiles. No es difícil señalar algunas de las cuestiones más candentes: la unidad, la democracia, la paz, la sostenibilidad, la migración y el asilo, la reducción de la distancia entre las instituciones y los ciudadanos, la superación de las desigualdades de mercado y de las diferentes condiciones económicas entre los países y, dentro de ellos, la protección del medio ambiente, por mencionar sólo las primeras que se me ocurren.
La Unión Europea vuelve a empezar. Pero, ¿con qué espíritu debe hacerlo?
Yo diría que el espíritu con el que debe emprenderse la empresa europea en esta nueva fase debe estar dictado por una triple escucha. En primer lugar, la escucha de los pueblos de Europa también a la luz de lo que ha surgido del proceso electoral. Es necesario un diálogo que haga a todos partícipes, si no protagonistas, de un camino del que demasiados han dejado claro que se sienten excluidos: piénsese no sólo en los resultados electorales, sino también en el alto nivel de abstencionismo que se ha alcanzado.
A la escucha, pues, de los pueblos de los países que aún no forman parte de la Unión y de los países de otros continentes con los que la Unión Europea mantiene una relación que debe reforzarse, en correspondencia con la responsabilidad y el potencial que son propios de la propia Unión.
La escucha, por último, de las tensiones internacionales y de la transformación de los equilibrios geopolíticos que están modificando profundamente las relaciones entre países y regiones del mundo. Esta triple escucha presupone una capacidad y una voluntad de unidad, sin las cuales la Unión Europea está condenada a decepcionarse ante los demás y ante la historia.
¿Qué contribución pueden aportar los obispos de la UE para acompañar a las instituciones europeas?
Por supuesto, esperamos continuar la cooperación que mantenemos desde hace décadas y reforzar el diálogo basado en el artículo 17 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea. En este espíritu, como iglesias, extendemos una invitación a la presidenta Metsola y a la presidenta Von der Leyen para una reunión en la que podamos centrarnos en los temas de un diálogo institucional que nunca se ha interrumpido.
En el centro de nuestra misión está la dignidad y la integridad de la persona humana, no sólo en su individualidad, sino también en su dimensión relacional y social constitutiva, de la que deriva todo el compromiso de la acción política y, en particular, la responsabilidad propia de una comunidad de naciones, la Unión Europea, que con el paso del tiempo ve crecer cada vez más su necesidad y la insustituibilidad de sus tareas.