La Justicia lusa investiga a una congregación por esclavizar a sus miembros durante décadas La 'casa de los horrores' de la Fraternidad Misionera de Cristo
Una de las víctimas acabó suicidándose tras haber sido obligada a comer “mierda de perro”, según la Fiscalía de Portugal
Durante décadas, los líderes habrían sometido a la esclavitud al menos a otras nueve mujeres, que padecieron toda clase de humillaciones bajo amenaza de “castigos divinos”
Agresiones físicas, injurias, presiones psicológicas, tratamientos humillantes y castigos", enumera la Fiscalía portuguesa, que añade que los trabajos forzados, la restricción de libertad, la escasez de alimentos o la prohibición de cualquier cuidado médico estaban a la orden del día
La diócesis admite que hubo denuncias, pero que se sustanciaron alejando al párroco y a una religiosa del convento. Ahora ofrece su colaboración a la justicia
Agresiones físicas, injurias, presiones psicológicas, tratamientos humillantes y castigos", enumera la Fiscalía portuguesa, que añade que los trabajos forzados, la restricción de libertad, la escasez de alimentos o la prohibición de cualquier cuidado médico estaban a la orden del día
La diócesis admite que hubo denuncias, pero que se sustanciaron alejando al párroco y a una religiosa del convento. Ahora ofrece su colaboración a la justicia
Habían sido “elegidas” por Dios, pero fueron sometidas como esclavas, durante décadas, por un sacerdote y tres falsas religiosas. Una de las víctimas acabó suicidándose tras haber sido obligada a comer “mierda de perro”, según la Fiscalía de Portugal, que tras una investigación de cuatro años ha sacado el caso a la luz, denunciando a los cuatro por delitos de esclavitud y trata de seres humanos.
El párroco, de 87 años, y las tres falsas religiosas, gestionaban un supuesto convento en Vila Nova de Famaliçao, al norte del Portugal. Los vecinos estaban convencidos de que se trataba de una congregación. Y lo cierto es que la Fraternidad Misionera de Cristo Joven estaba reconocida como tal por la diócesis de Braga.
Durante décadas, los líderes habrían sometido a la esclavitud al menos a otras nueve mujeres, que padecieron toda clase de humillaciones bajo amenaza de “castigos divinos”, tal y como informa el diario Publico.
"Elegidas" por Dios
Según la Fiscalía, los investigados se acercaban a "jóvenes de raíces humildes, con pocas cualificaciones o emocionalmente frágiles, con la pretensión de integrar una comunidad espiritual de raíz católica, piadosas y temerosas de Dios", y se les convencía de que habían sido “elegidas” por Dios, al más puro estilo de los pastorcitos de Fátima.
Sin embargo, intramuros la vocación dejaba paso al horror. "Agresiones físicas, injurias, presiones psicológicas, tratamientos humillantes y castigos", enumera la Fiscalía portuguesa, que añade que los trabajos forzados, la restricción de libertad, la escasez de alimentos o la prohibición de cualquier cuidado médico estaban a la orden del día.
Desnudas en el jardín y sin bañarse
El contacto con la familia se limitaba a las cartas, que eran previamente leídas por una de las acusadas. Los “castigos de Dios”, innumerables: desde permanecer desnudas en el jardín hasta palizas, dormir en el suelo o no poder bañarse. Una de las víctimas, que pasó veinte años en el falso convento, se suicidó después de haber sido alimentada con “mierda de perro” después de haber pasado la noche con fiebre en la cama.
Por el momento, la investigación tiene constancia de nueve mujeres esclavizadas, aunque no se descarta que existan más. Al menos otras tres pudieron pasar tiempo en el falso convento, pero sus casos han prescrito.
La diócesis lo sabía
Tras conocerse el escándalo, el Arzobispado de Braga emitió un comunicado en el que señala que varios ex miembros de la fraternidad denunciaron, a finales de 2014, algunas “anomalías” en la vida de la comunidad. En ese momento, asegura la nota, la diócesis inició una investigación interna, tras la que se exigió a una de las implicadas, María Arminda Costa, que dejara la comunidad, lo que hizo.
En cuanto al sacerdote, “se exigió al padre Joaquim Milheiro que abandonara la comunidad”, quedando en la Casa Sacerdotal de la diócesis, aunque posteriormente regresó a la casa de los horrores. Tras la salida de ambos, “se habló nuevamente con las jóvenes residentes, que afirmaron categóricamente que el ambiente, en ese momento, era de respeto”, por lo que la Iglesia “no vio la necesidad de extinguir la Fraternidad”. Tras la investigación de la Fiscalía, el Obispado “desea que la verdad se conozca”, y se ofrece a colaborar con la Justicia.