José María Valverde (3). "SALMO DE LAS ROSAS"

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Andan los críticos discurriendo en qué generación literaria incluir a José María Valverde. Por edad, bien podría pertenecer al grupo de los años 50 (nació en 1926). Pero escribió, y muy bien, con tanta precocidad que se arrimó, y fue aceptado, a importantes líricos de posguerra (Luis Rosales, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco...), que le llevaban, todos ellos, más de quince años.

Pero descubrieron y alentaron su apasionada vocación. Ejemplo muy expresivo veremos hoy en "Oración por nosotros los poetas". No espera José María que los expertos, a sus 17/18 años, le reconozcan poeta: se siente llamado y lo proclama. Y bellamente, orgullosamente, no se excusa ante el Señor, como Jeremías, alegando que es todavía un muchacho, que no sabe hablar (Jeremías 1,6), sino que, afirmándose poeta, agradece al Espíritu lo excelso de su misión:"Tú no nos das el mundo para que lo gocemos, / Tú nos lo entregas para que lo hagamos palabra..."

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"CON EL ÚNICO OFICIO DE GRITAR ASOMBRADOS..."

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Todo poeta es un elegido. Una llamada, del cielo o del abismo, le ha señalado para el oficio, para la misión de cantar. Define Pedro Miguel Lamet al poeta, en clave sanjuanista, como un ser atraído por la trascendencia de Dios y “avocado a un misterio, al no sé qué con forma de belleza que le incita a cantar desvelando.”

Quien de verdad llegó a sentirse elegido, fieramente elegido por el Espíritu, brutalmente conducido al servicio de la palabra, más como portador de verdad que de belleza, fue Unamuno.Fuerza y ternura se funden en el poema “Caña salvaje”, paradigma de la desgarrada sinceridad de este vasco universal: “Caña, mi caña, / ríndete al soplo del Señor, tu Espíritu / es el que en ti... no canta, / sino que chilla, / zumba y susurra, / sin plan ni arte, / soplándote hoy de aquí y de allá mañana, / caña salvaje. / ¡Caña, mi caña, / no te hagas caramillo, / sigue salvaje!...”

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Valverde es muy atrevido: no solo escribe para todos como poeta/profeta elegido de Dios. Habla también en primera persona del plural:“Nuestro cuerpo lo quema una llama celeste... Por eso nos han puesto a un lado del camino / con el único oficio de gritar asombrados... Ya ves que por nosotros es sonora la vida... Pero basta ya de preámbulos y digresiones, y conozcamos de una vez tan extraordinaria plegaria (me permito observar que la grandilocuente imagen que preside estos versos es la de Lope de Vega, poeta mayor del Reino de España):

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ORACIÓN POR NOSOTROS LOS POETAS

Señor, ¿qué nos darás en premio a los poetas?
Mira, nada tenemos, ni aun nuestra propia vida;
somos los mensajeros de algo que no entendemos.
Nuestro cuerpo lo quema una llama celeste;
si miramos, es sólo para verterlo en voz.

No podemos coger ni la flor de un vallado
para que sea nuestra y nada más que nuestra,
ni tendernos tranquilos en medio de las cosas,
sin pensar, a gozarlas en su presencia sólo.
Nunca sabremos cómo son de verdad las tardes,
libre de nuestra angustia su desnuda belleza;
jamás conoceremos lo que es una mujer
en sus profundos bosques donde hay que entrar callado.
Tú no nos das el mundo para que lo gocemos,
Tú nos lo entregas para que lo hagamos palabra.
Y después que la tierra tiene voz por nosotros
nos quedamos sin ella, con sólo el alma grande...

Ya ves que por nosotros es sonora la vida,
igual que por las piedras lo es el cristal del río.
Tú no has hecho tu obra para hundirla en silencio,
en el silencio huyente de la gente afanosa;
para vivirla sólo, sin pararse a mirarla...
Por eso nos has puesto a un lado del camino
con el único oficio de gritar asombrados.
En nosotros descansa la prisa de los hombres.
Porque, si no existiéramos, ¿para qué tantas cosas
inútiles y bellas como Dios ha creado,
tantos ocasos rojos, y tanto árbol sin fruta,
y tanta flor, y tanto pájaro vagabundo?
Solamente nosotros sentimos tu regalo
y te lo agradecemos en éxtasis de gritos.
Tú sonríes, Señor, sintiéndote pagado
con nuestro aplastamiento de asombro y maravilla.

Esto que nos exalta sólo puede ser tuyo.
Sólo quien nos ha hecho puede así destruirnos
en brazos de una llama tan cruel y magnífica.

…Tú que cuidas los pájaros que dicen tu mensaje,
guarda en la muerte nuestros cansados corazones;
dales paz, esa paz que en vida les negaste,
bórrales el doliente pensamiento sin tregua.
Tú nos darás en Ti el Todo que buscamos;
nos darás a nosotros mismos, pues te tendremos
para nosotros solos, y no para cantarte.


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"VOY CONTANDO MIS AÑOS POR RELEVOS DE ROSAS..."

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En este delicioso Salmo encuentro dos pensamientos que me atrapan, espirituales y tiernos: que Dios nos envía cada temporada bellísimas rosas porque nos ama. El otro mensaje es su fragilidad, aunque seguirán vivas en nuestro corazón y en el de Dios...

Cuando nos habla el poeta de que encuentra pétalos de rosa al pasar las hojas de un libro, me viene al sentimiento la travesura lírica de Miguel Hernández y su novia cuando se cortejaban. "Un domingo -refiere Josefina- estábamos sentados en un banco de la glorieta y nos dimos cuenta de que nos acompañaba detrás de nosotros un rosal de rosas rojas. Miguel cogió una, la besó y por gusto suyo la llevé toda la tarde puesta en el pecho diciéndome que, en cada carta, le enviara un pétalo besándolo." Desde Madrid escribía Miguel:"Tengo el primer pétalo de la rosa que este domingo pasado llevaste tú en el trono de tu pecho." Y en junio: "Me mandas un pétalo cargado de besos, porque esta carta pesaba más que ninguna."

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SALMO DE LAS ROSAS

Oh rosas, fieles rosas de mi jardín en mayo;
ya venís, como siempre, a reposar mi angustia
con vuestro testimonio de que Dios no me olvida.

Hubo un tiempo en que yo creí perdido todo.

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Pero vuestra constancia no se enteró siquiera
y seguisteis viniendo a acariciar mi frente
y a decirme que el mundo seguía estando intacto.
Surgís difícilmente lentas, de dentro a fuera,
como torres de nubes que, imitando dragones,
se alzan en el ocaso, saliendo de sí mismas;
o como un sentimiento, tan nuestro y tan profundo,
que al subirlo a la boca va espeso del esfuerzo,
arrastrando en su parto los más hondos aromas.
¿Qué decís, qué decís, bocas de Dios infantes?
¡Cuánto trabajo os cuesta pronunciar la palabra
oliente y no entendida! Os morís, fatigadas,
cuando acaba, al decirla, vuestro oficio en la tierra.

Vuestra belleza es eso: morir, pasar al vuelo.
Vuestro aroma es la muerte. Y por eso enloquece.
Mas ¡qué importa morir cuando se ha sido, y tanto!
Yo os doy la eternidad que os quitaba el ser bellas.
Os tengo en mi recuerdo lo mismo que un libro,
evocándome mayos, muchachas y ciudades,
al hallaros de pronto, cuando paso las hojas.
Voy contando mis años por relevos de rosas.
De rosas repetidas, de eternidad de rosas
que me animan, diciéndome que el Señor sigue en pie.



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"AL FINAL DEL HONDO CORREDOR DE TUS OJOS..."

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Hasta aquí hemos ido reproduciendo, a lo largo de tres entregas, versos del primer exitoso poemario, "Hombre de Dios" (1945), de José María Valverde. Añadiría otro magnífico título, el primer poema del libro, "Salmo inicial" (pulsar, con los altavoces encendidos).

Cuatro años después (1949) publicará "La espera", que obtendría, en breve, el Premio Nacional de Poesía, intento de una lírica menos metafísica, más temporal, más cotidiana. El breve poema que se ofrece a continuación, "El Señor y tú" nos habla de un fascinante lugar de cita con el Señor: los ojos de la amada(tres años después, celebraría esponsales con la señorita Pilar Gefaell, futura madre de cinco hijos, compañera inseparable del poeta).

Decimos que los ojos son"las ventanas del alma". Y esto es más verdad cuando el que mira percibe que, más allá de los sentidos, palpita una sagrada realidad que sólo el tercer ojo, el tercer oído del poeta, descubrirán en profundidad. Ojos que no ven, corazón que no siente. Ojos que ven, que oyen, más allá de la apariencia, corazón que siente (¡y cómo se escucha borbotear la vida por las raíces del ser!). Con semilla nueva de verdades ocultas, de últimos significados,enriquece la poesía los jardines secretos de nuestra propia alma:

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EL SEÑOR Y TÚ

Y para qué buscarle por las tierras,
con fatiga, con polvo,
por las tierras abiertas donde siempre es de día
o por las tristes tierras que ya han muerto;
y para qué buscarle por los años,
desgarrando los días, arrastrando la niebla,
las nieves del recuerdo,
las primaveras, como espadas de oro,
si sé que está a mi lado,
si sé que tú le tienes...?
Como un ángel que ya no se acordara
de que lo es, y aún trajera el mensaje en su frente,
tú le tienes... Detrás de ti se esconde,
vive en ese paisaje
que hay al final del hondo corredor de tus ojos...


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