Ecos de la pandemia desde África y América Coronavirus o Hambre, la alternativa que tendrán muchos en África y América. (I África)
“la gente vive ajena a esta pandemia pues la verdadera preocupación es sobrevivir cada día."
"En nuestra África se come con la mano, chupándose los dedos… en la mayor parte de las familias no hay ni cucharas ni tenedores…; se vive en la calle…; es una cultura del contacto.”
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Aunque somos conscientes de que el confinamiento que estamos viviendo, si bien hay personas que por circunstancias particulares está siendo duro, no deja de ser una opción llevadera y pasajera que traerá beneficios a la comunidad. En la comparación con la situación en otros lugares del planeta quizá sea difícil alcanzar el abismo que nos separa. Mientras para nosotros la alternativa puede ser entre quedarse en casa o una multa, para otros es morir de coronavirus o de hambre.
A través de los ojos de dos compatriotas he querido acercarme a conocer cómo está afectando la pandemia en África y en América.
Jesús Ruiz, obispo auxiliar de Bagassou, Centroáfrica. La casualidad hizo que tenga que estar viviendo la pandemia de su gente en la distancia, confinado al sur de España pero en permanente contacto con ese rincón del corazón de África. Esto es lo que ha compartido para varios medios: “En Centroáfrica, el primer caso se detectó el 14 de marzo traído por un misionero que llegaba de Italia. Al día de hoy se conocen tan solo 8 casos positivos en la capital, casi todos importados de Europa; aunque los tres últimos han sido ya por transmisión local. El gobierno ha decretado las mismas medidas de protección que se están dando en todo el mundo cerrando las fronteras y el tráfico aéreo, aunque las fronteras terrestres (más de 3.000 km) son completamente permeables; se han cerrado escuelas, la universidad, iglesias, mezquitas, bares, discotecas; se ha prohibido reuniones de más de 15 personas y se ha decretado la cuarentena.”
Pero, se pregunta el mismo Jesús Ruiz. “¿cómo vivir la cuarentena en un país donde más del 85% no tienen agua corriente? En África se vive en la calle y a la casa se va solo para dormir, ¿cómo confinarse 8-10 personas en la misma habitación durante días y días? Tradicionalmente se come todos en el mismo plato, y se come con las manos, chupándose los dedos y volviendo a meter la mano en el plato común… ¿cómo guardar las normas de higiene? En la tradición, cada vez que te encuentras con alguien hay que saludarlo con un apretón de manos… Los transportes públicos acogen a decenas de pasajeros enlatados como sardinas… Los mercados son un hervidero de gente…”
La República Centroafricana es un país con escasamente 5 millones de habitantes, donde la esperanza de vida no llega a los 50 años; con casi un 20% de mortalidad infantil, y tan solo un 35% de gente alfabetizada. Donde la gente vive con menos de un euro al día.
Suficiente estado de alarma es el que vive la población de este país como para alarmarse por algo de lo que ni siquiera saben de qué se trata. “la gente vive ajena a esta pandemia pues la verdadera preocupación es sobrevivir cada día. La alarma internacional no ha sonado como en otros continentes pues el acceso a los medios de comunicación social son muy limitados y no se siente esta pandemia como una amenaza. La gente vive el día a día. Cada jornada hay que salir a buscar algo para comer; la gente no tiene agua corriente, ni luz, ni frigoríficos para conservar alimentos; no hay grandes supermercados… Si uno no sale de casa a buscar comida cada día se muere de hambre. O coronavirus o hambre.”
El gran “virus” que asola este país es el conflicto armado que viven desde hace 7 años. La situación sociopolítica: “el gobierno sólo controla el 20% del territorio nacional; el resto está en manos de los grupos guerrilleros… ¿Cómo llevar entonces a cabo con eficacia una cuarentena? Han cerrado los bares, sí, pero la gente está abarrotada en el interior. Un párroco de la capital me contaba cómo, a pesar de la cuarentena decretada por el gobierno, el domingo pasado eran cientos y cientos los que acudieron a la Misa dominical… Ante la insistencia del párroco que no se podía celebrar, ellos respondía, “a nosotros nos protege Dios”. Expresiones de quien sólo ve como salida agarrarse a un clavo ardiendo o acogerse a una fe ciega. “A pesar de las consignas de la Conferencia Episcopal de suprimir todo acto religioso, sensibilizar a la población y ayudar a las autoridades para evitar el contagio, la conciencia de la población está muy lejos de ver en esto una real amenaza para ellos. La real amenaza es el hambre, la pobreza, la miseria, y la violencia armada” insiste el obispo.
El posible colapso de nuestra sanidad pública ha hecho sonar las alarmas, las críticas, los reproches por políticas que hoy han demostrado ser un error, sí. Pero nada comparable a lo que se vive allí: “El sistema sanitario nacional, según el responsable de la OMS en Centroáfrica, es el más vulnerable del mundo, por ello nuestro gobierno ha pedido ayuda a Francia y China que han enviado algunos paquetes de mascarillas, guantes y test…; y así, tememos que los ricos recursos nacionales mineros servirán para cubrir una hipoteca que empobrecerá aún más si cabe el país.”
El obispo de Bangassou ha vivido en primera persona esa precariedad, y relata su experiencia: “Hace unos cuatro años acudimos con un hermano misionero muy grave a todos los hospitales de la capital buscando oxígeno pues se ahogaba… No encontramos oxígeno en ningún sitio, ni en un hospital privado. Nuestro compañero falleció.”
En Centroáfrica no hay Seguridad social y el acceso a cuidados médicos es algo reservado a una pequeña elite. Caer enfermo de malaria, de fiebres tifoideas o de SIDA es la ruina de toda una familia. En estos últimos 7 años de guerra, las ONG han difundido un poco el sistema de salud, pero, señala Ruiz: “una gran parte de la población nunca, nunca, ha visto a un médico… La superstición y la medicina tradicional suplen el inexistente sistema sanitario.”
En todo caso se están haciendo esfuerzos para concienciar a la población de extremar medidas preventivas: “La higiene de lavarse las manos es una práctica que se ha incrementado estas semanas en la capital, pero fuera de la capital, y con casi un millón y medio de desplazados, muchas veces una bola de jabón es un bien preciado que no está al alcance de todos. Y no hablemos del agua corriente que es un lujo para más del 95% de la gente. El resto tienen que ir cada día al río o al pozo a sacar agua. La mayor parte de los sanitarios son letrinas excavadas en el suelo.”
Otro elemento importante a tener en cuenta es el contexto cultural de cada lugar, monseñor Ruiz lo tiene muy claro: “No se puede cambiar de la noche a la mañana toda una tradición. En nuestra África se come con la mano, chupándose los dedos… en la mayor parte de las familias no hay ni cucharas ni tenedores…; se vive en la calle…; es una cultura del contacto.”
Monseñor Ruiz reconoce haberse hecho esta pregunta: ¿Y si esta amenaza del coronavirus fuera una oportunidad para la paz? y él mismo se responde: “En Centroáfrica el demonio vírico es una pandemia que se llama violencia, guerra, pobreza, muerte…”
Centroáfrica es un país donde están viviendo una convivencia ecuménica e interreligiosa que lleva años dando sus frutos: “A raíz de la pandemia, la Plataforma interreligiosa (católicos, protestantes y musulmanes) que lleva 7 años batiéndose por conseguir la paz, ha lanzado una jornada de oración y ayuno. Incluso el gobierno ha invitado oficialmente a que toda la población participe en esta expresión religiosa, cada uno desde su credo. Quizás - confiesa el obispo -esta actitud de los pobres inspire algo a nuestra sociedad donde queremos desplazar a Dios de nuestras vidas, de nuestras instituciones, de nuestra vida política, y muchas veces, pareciera como que Dios es enemigo del hombre o al menos sospechoso. Somos animales espirituales… y el coronavirus, como toda prueba, se afronta mejor desde nuestro ser espiritual, y más si partimos de un Dios que nos ama y que nos urge al amor: dar de comer, vestir, curar, liberar…”
Non solum sed etiam
Es impresionante la ventana al mundo que podemos abrir desde nuestra habitación de casa. Y desde ahí cada cual sabe luego hasta dónde puede llegar.