Un divertimento literario de Txenti García D. Mateo caps. 5 y 6
D. Mateo tendrá esta tarde dos visitas, una programada y otra inesperada. Ambas pondrán a prueba su buen hacer como sacerdote.
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Cap. 5 Martes. Cinco menos cinco de la tarde. Dña. Sofía y las Hijas del Santo Cristo de las Viñas
- ¡Dios mío! Son casi las cinco estarán al caer las Hijas del Santo Cristo de las Viñas. ―En el fondo me lo paso bien con estas reuniones que resultan un poco anacrónicas pero forman parte de la idiosincrasia del pueblo.‖ A ver, orujo de hierbas para Dña. Sofía. Anís las Cadenas para Dña. Ladia y para el resto Quina Santa Catalina. A ver, los vasos, las servilletas, … las pastas las traen ellas. ¡Ah, Dios, el libro de los estatutos de la Cofradía! Vale ufff. Las cinco … Ya están ahí . … Señoras pasen, pasen, ¿están todas?
- Sí D. Mateo , ya sabe que quedamos cinco minutos antes en la puerta de la iglesia y venimos luego todas juntas.
- Bueno pues pasen al salón y vayan sentándose.
- ¡D. Mateo!
- Diga Dña. Sofía
- Mire, Ladia trae las pastas pero aquí le dejo un bizcocho para que lo vaya desayunando el resto de la semana.
- Por Dios mujer, no hace falta, pero se hará como dice, descuide y muchas gracias. … Bueno empezamos la reunión como siempre: En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Dios Padre Santo tus devotas hijas del Santo Cristo de las Viñas se reúnen para alabarte, darte gracias y perpetuar la tradición de veneración a la imagen del Santo Cristo de este pueblo. Dña. Sofía ¿Cuál es el orden del día?
- D. Mateo, hoy tenemos dos cuestiones a tratar, una el recorrido de la procesión del Santo Cristo de las Viñas, que consideramos habría que hacerlo más largo, y el segundo, la participación de los hombres en esta cofradía.
- Bueno, señoras, empezaré por escucharles a ustedes y después emitiré mi opinión que ya sé que aunque no es vinculante ustedes la estiman en mucho a la hora de adoptar sus decisiones.
- Respecto al recorrido, creemos que, además de pasar por la plaza del ayuntamiento, por las escuelas, el dispensario y el bar de Tinin antes de regresar a la Iglesia, podría, desde el dispensario, seguir hacia las piscinas y a la altura del restaurante girar hacia los frontones para volver a subir por la calle mayor hasta el bar de Tinin y luego, ya sí, a la iglesia de nuevo.
- Intuyo, Dña. Sofía que esto lo tienen ya más que hablado ustedes. Yo solo diría que en ese recorrido no sé si se gana más público que vea la procesión. Podemos probar este año cuando llegue la fecha pero si no se gana en auditorio yo regresaría al recorrido anterior.
Todas asintieron y Dña Ladia, que hace de secretaria, anota la propuesta y su revisión.
- Pasemos al tema de los hombres en la cofradía. A mi me parece fenomenal pero … ya me dirán ustedes cómo lo quieren plantear.
- Hemos pensado que ya que los hombres llevan la imagen por el peso de las andas bueno sería que quienes quieran llevar al Santo Cristo se apunten como cofrades y que ninguno que no sea cofrade pueda llevar la imagen. ¿Qué le parece D. Mateo?
- Que si los requisitos son esos y el pago solo el porte de las andas… me veo cargando la imagen en una camioneta. A ver señoras si quieren que los hombres se impliquen habrán de darles un aliciente que les merezca la pena.
- ¿Qué sugiere?
- Pues que los porteadores gozarán de una cena en el restaurante o en el bar de Tinin tras acabar los oficios por ejemplo. Las arcas de la cofradía bien podrían sufragar una buena cena para una docena de personas, y si además los porteadores son cofrades casi con su cuota amortizan el detalle. Durante el fin de semana de la fiesta ya sabéis que lo que sale del cepillo va a vuestras arcas y la gente todos los años se vuelca con el Cristo de las Viñas.
- Por mi parte me parece bien.
- Yo también lo apruebo
- Y yo
- Y yo
- Y yo también. ¿Tú que dices Sofía?.
- Que me parece una buena idea la que ha tenido el padre y que a los primeros que tenemos que abrirles las puertas es a nuestros maridos, bueno Teresa y Adela, vosotras ya no es posible pero en vuestro caso podéis proponerlo a vuestros hijos y hermanos.
- ¿Por lo tanto queda aprobada la propuesta?
- Bueno es el momento de sacar las pastas y los licores yo si me perdonan les dejo, vayan redactando el acta de la reunión. Yo estaré en la Iglesia a ver si vienen unas personas con las que he quedado. Luego pasan por allí y les firmo el acta.
D. Mateo salió escopeteado de su casa dejando el concilio femenino en su salsa. Se dirigió a la parroquia y se sentó en el último banco esperando que alguien entrase. Y alguien entró.
Cap. 6 Martes por la tarde.
La puerta del templo se abrió lentamente dejando entrar la luz de la tarde hasta media nave. Una sombra rompió esa claridad. Alguien estaba entrando en la iglesia. D. Mateo no hizo ademán de volverse. Esperó quieto y sintió que la sombra se convertía en cuerpo y que sus pasos se acercaban. Cuando llegaron a su altura sintió como la sombra hacía la genuflexión y se sentaba en los bancos del otro lado del pasillo. No pudo reprimir la curiosidad y giró la cabeza. Sus ojos se cruzaron con los de un hombre negro que le miraba y con una inclinación de cabeza le ofrecía un saludo. Como si ambos respetasen su estado de oración, silencio y recogimiento siguieron sentados en su banco. D. Mateo aguanto unos minutos pero al final le pudo la curiosidad y la sensación de seguridad que aporta tener la situación controlada en lo más posible.
- Buenas tardes, soy D. Mateo, párroco de esta iglesia si precisa de algo con gusto le atenderé.
- Buenas tardes, me llamo Hassan, soy de Marruecos y me encuentro de paso hacia Santiago de Compostela.
D. Mateo no cabía en su asombro.
- ¡Es por lo tanto un peregrino de la ruta Jacobea!
- Sí, ya sé que este pueblo no figura en ninguna de las rutas tradicionales pero en lugar de tomar el camino de la Plata he preferido adentrarme en otras tierras menos acostumbradas a recibir peregrinos y que me permitan enlazar con el camino francés.
- ¿Tiene ya un sitio donde alojarse?
- No. Acabo de llegar, he dejado mi mochila justo en la entrada de la Iglesia, mire.
- ¿Me permite ofrecerle mi casa y un plato caliente para la cena de esta noche?
- Por supuesto, agradecido.
- Y si como sacerdote puedo servirle en algo más no tiene más que pedirlo. Le dejo que haga su oración y le espero en la sacristía. Traiga su mochila también.
De camino a la sacristía.
―Esta sí que es gorda Señor, un peregrino a Santiago en mi casa, en este pueblo que se encuentra a… 40/ 60 kms. del punto más cercano de la ruta francesa. Esto tiene que ser cosa tuya Señor. ¿Es un ángel enviado por ti? … No, no soy imbécil, es que no es normal que aparezca un peregrino jacobeo y además negro y además con nombre árabe. Aquí hay algo… bueno. Ya dirás algo si tienes que decirlo.‖
El joven peregrino permaneció un rato largo en la iglesia. Justo cuando entró en la sacristía D. Mateo oyó de nuevo la puerta de la iglesia y supuso que eran las hermanas del Santo Cristo de la Viña. Intentando ocultar su secreto le pidió a Hassan que se sentase y salió rápido a recibir efectivamente al comité de la hermandad. Les firmó el acta y las emplazó para después de 15 días. El día que logró que las reuniones no fuesen semanales ganó en salud y en tiempo para él. Regresó rápido a la sacristía en cuando se cercioró que la última beata atravesaba el pórtico de la iglesia hacia el exterior.
De regreso en la sacristía.
- Bueno, Hassan, bienvenido, no tengo costumbre de acoger peregrinos porque esta no es zona de paso, pero lo que tengo lo compartiremos. Pero antes, si no te importa, cuéntame aquí, que nadie nos oye, lo de tu peregrinación. Intuyo que eres cristiano.
- Sí, padre, soy bautizado y confirmado en la iglesia católica. El motivo de mi peregrinar a Santiago no es otro que el de dar las gracias a Dios por muchas cosas en mi vida. Yo hace seis años vine a este país, pero lo hice en una patera. Llegué a las costas de Cádiz casi medio muerto, fui atendido por los hermanos de la Cruz Blanca y, nunca daré gracias suficientes al cielo por el Hermano Patera. Él me acogió, me cuidó, salvó mi cuerpo y mi alma, el me habló de Cristo y gracias a él soy cristiano. He recorrido el país trabajando en la recolección de todo tipo de frutas y verduras. Y he conocido el Camino de Santiago. Hace tres meses hablé con el Padre Patera y le dije que quería ingresar en su orden. Me pidió que lo pensase muy bien, que me diese un tiempo, que hiciese un camino de discernimiento vocacional y …aquí estoy haciendo un camino de discernimiento vocacional.
- Vamos a casa Hassan. Quiero ofrecerte que te des una ducha si quieres, luego una comida y una cama. Puedes quedarte los días que quieras antes de seguir tu camino.
- No gracias, le acepto lo que me da pero mañana seguiré mi camino.
- Está bien, vamos a casa.
Cuando Hassan salió de la ducha Mateo le tenía preparada una buena cena.
- Toma asiento peregrino, disfruta de esta mesa y repón fuerzas para mañana.
- Gracias señor. No hacía falta que se hubiese molestado en tanto.
- No todos los días uno tiene un peregrino en casa. Además me gustaría saber algo más de ti y de tu historia.
- No tengo inconveniente. Le cuento: Nací en un pueblo en el desierto del Marruecos. Mi familia criaba cabras y camellos. Soy el tercero de siete hermanos. Demasiadas bocas para alimentar. Un día un amigo me habló de intentar un futuro en Europa. Me hablo de riesgos pero también de ventajas. Mi amigo me dijo un día que él marchaba para Europa. Yo hablé con mis padres. No dijeron nada, solo agacharon la cabeza, y mi padre puso sus manos sobre mi cabeza. Dos días más tarde salía con mi amigo rumbo a Europa. Fuimos a Casablanca para poder trabajar y ganar el dinero necesario para pagar nuestro sitio en la patera. Seis meses trabajando de sol a sol, en condiciones inhumanas. Ahí aprendí las primeras palabras de su lengua. A los seis meses conseguimos el dinero para pagar la patera. Pasarían tres meses más hasta que nos dijeron que teníamos viaje. Eso nos permitió ganar algo de dinero, pero … que al final no sirvió más que para pagar tributo al mar.
- Sí cuéntame, pero come también hijo, come por favor.
- Nos dijeron el día, el lugar y la hora. Tuvimos que ir desde Casablanca hasta casi la frontera de Ceuta. Tres días de camino nos llevó, y con suerte de hacer un tramo en un camión que iba a media carga.
- Y durante ese tiempo ¿no os arrepentisteis y pensasteis en volver?
- Por raro que le parezca no. Habíamos iniciado un camino sin retorno. Recuerdo la noche que llegamos a la playa. Cuarenta personas, entre ellas diez mujeres y cuatro niños. Fuimos entrando en la patera en orden, calculando los pesos de cada persona. En el centro de la embarcación se colocaron a las mujeres y a los niños. Todo se hacía en silencio. Ni los niños decían una sola palabra. Cuando entramos todos escuchamos el motor de la patera y comenzó la travesía. Las primeras horas solo oíamos el ruido del mar. No sé cuánto tiempo pasó cuando notamos que la patera se movía más de lo normal. La mar se movía con más fuerza, las olas chocaban contra la patera y el agua intentaba colarse en la barca por entre nuestros cuerpos. El miedo empezó a notarse entre los pasajeros. En ese momento una mujer chilló. Alguien estaba intentando abusar de ella en la impunidad de la noche. Nos lo habían advertido. Entre dos hombres vi arrojar a un tercero al agua. La mujer calló y nadie dijo una palabra, estuvimos un rato escuchando gritar a ese pobre desgraciado. Luego otra vez solo la mar.
- Haz un descanso y come algo. Toma, este vino es muy bueno, es de esta zona. Mañana te llevarás una botella para el camino.
- Gracias. El sol empezó a iluminar el horizonte pero la mar seguía brava. Por fin divisamos la costa. Todavía con poca luz en el cielo nuestros dientes de hombres negros destacaban sobre nuestros rostros intentando conjugar miedo y esperanza. La costa se hacía cada vez más nítida y nuestra esperanza crecía. De pronto alguien dio la voz de alarma. Una vía de agua se había abierto en el casco de nuestra patera. Otra vez el miedo se apoderó de nosotros. Con nuestras manos empezamos a achicar cualquier reducto de agua que notásemos a nuestros pies. La patera avanzaba pero era como si lo hiciese ahora más lentamente. El agua empezó a entrar con más fuerza en la patera y nuestra esperanza se convertía en tragedia. A partir de entonces no recuerdo nada concreto, gritos, empujones y un deseo de llegar a nado a la costa.
- ¿Y los niños y las mujeres?
- Llegué a la playa sin fuerzas y debí desmayarme. El siguiente recuerdo fue un hombre de hábito gris que reposaba mi cabeza en sus brazos, me ofrecía un botellín de agua y me hablaba en francés.
- El padre Patera.
- Sí. Más tarde supe quien era. Él me acogió en una de las casas que tienen. Me ayudó a buscar a mi amigo y me informó del balance de nuestro viaje. Una patrulla costera de la Guardia Civil divisó la patera y consiguió salvar a muchos. No obstante las perdidas fueron importantes. Solo uno de los cuatro niños pudo ser salvado. Seis de las diez mujeres, pero ninguna era la madre del niño. Mi amigo apareció a los tres días en la playa junto con el resto de los doce cuerpos que no llegaron a su destino, a su sueño. Aquel día sentí que Alá estaba conmigo.
- ¡Dios mío! … quieres algo de postre, una fruta, o mejor, espera tengo un queso delicioso.
- No, es suficiente. Me he quedado muy bien. Gracias.
- Bueno pues el queso te lo llevas mañana. ¿Tomas café?
- Sí, es una de las cosas que aprendí a tomar con el padre Patera.
- Sigue, lo voy haciendo mientras tanto.
- En el hogar del los Hermanos de la Cruz Blanca fui muy bien atendido. Por algún extraño motivo el Padre Patera consiguió que la policía no me trasladase a los centros de inmigración. Una vez recuperado empecé a ayudarle en la atención a personas mayores en otro centro que tenían. Y allí empecé a oir hablar de Jesús, de los Evangelios, de María, de la Miriam que habla el Corán. Pero de otra manera. El padre Patera pasaba muchas horas hablando conmigo y un día le dejé ver mi curiosidad por todo eso de Jesús de Nazaret y la Iglesia. Fui sintiendo que Alá se convertía en Dios Padre de una manera natural, sin conflicto. Y un día el Padre Patera me preguntó si quería ser cristiano. No sé realmente por qué le dije que sí, pero empecé una catequesis que culminó con mi bautizo y primera comunión. Cuando acabe el Camino me prepararé para la confirmación y si lo decido finalmente ingresaré en la comunidad de los Hermanos de la Cruz Blanca. Y usted. D. Mateo. Cuénteme algo de su vida, de su vocación, ¿por qué es sacerdote?
- No sé si es una vida tan… impresionante como la tuya pero… es justo que si tú me has contado tu vida yo comparta contigo la mía. Nací en un pueblo cerca de aquí. Soy el único hijo de la familia. Mi padre era farmacéutico y teníamos una farmacia en el pueblo. Yo fui al seminario porque se lo sugirió a mi madre el cura de la parroquia, D. Lázaro. ¡Qué buen hombre era!. Y Una vez allí todo ha sido muy rodado. Nunca he tenido dudas sobre si mi vocación era o no la de sacerdote. Al poco de ordenarme pedí ir de misionero a Ecuador y allí pasé quince años de mi vida. Cuando regresé estuve en una parroquia y pedí traslado a este pueblo para estar con mi madre que, ya viuda, empezó a estar muy enferma. Tanto que duró escasamente un año desde que vine a vivir con ella y a atender este pueblo. Tras su muerte me trasladé a vivir aquí y hasta hoy. Acompañando a las almas de este pueblo como Dios me da a entender y a cuantos de paso se acercan a mi casa.
- Bueno. Veo que no quiere extenderse mucho.
- Bueno también es que quiero que no tardes en acostarte si mañana quieres salir temprano. Si cambias de opinión eres bien venido.
- No, gracias. Le agradezco todo y también que nos vayamos a dormir pronto. Estaba todo muy rico. Buenas noches.
- No creo que pases frío, te he dejado la colcha que es más fina que una manta. Buenas noches, que descanses peregrino.
Mateo se durmió repasando cada momento de la vida de Hassan. Una vida privada para hacerla pública.
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