En vísperas de Todos los Santos Álava suma uno más La Montaña Alavesa celebra la beatificación de su vecino, fray Domingo Montoya Elorza
Es el segundo alavés que el Papa Francisco sube a los altares en este año. Natural de Loza, fue asesinado a los 50 años de edad por su fe al inicio de la Guerra Civil junto a otros 126 mártires.
De los mártires de ayer al menos tenemos sus nombres para hoy honrarlos
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Fray Domingo Montoya Elorza nació el 4 de agosto de 1885 en el pueblo de Loza, en plena Montaña Alavesa. Ingreso en la Orden Franciscana y fue ordenado sacerdote en 1911. Hombre muy estudioso y amante de la Historia, logró hacer público los más de 23.000 volúmenes de la importante Biblioteca del Colegio de Regla que él clasificó, en la provincia de Cádiz, donde fijó su residencia por un tiempo y del cual llegó a ser su rector. A mediados del año 1934 fue nombrado vicario del Convento Franciscano de Puente Genil, en Córdoba, ocupando parte de sus quehaceres como maestro en la escuela franciscana de niños. A las pocas semanas de estallar la Guerra Civil, el convento fue quemado y fray Domingo fue detenido sin juicio alguno junto a su superior, fray Buenaventura Rodríguez. Ambos fueron asesinados juntos el 31 de julio de 1936. Según su partida de defunción, en ese día ‘les hicieron subir juntos en un automóvil con matrícula CO-4636 siendo conducidos por milicianos al segundo patio del Cementerio de Puente Genil; una vez allí, les hicieron bajar del vehículo y en seguida se escucharon numerosos disparos de armas de fuego e inmediatamente los echaron en la pira donde sus cuerpos ardieron con los de tantos otros vecinos, arrojando lo que quedaba de sus cuerpos en una fosa común’. Además, varios testigos relataron como ambos mantenían un rostro sereno en el momento de su secuestro y recuerdan las palabras del padre superior hacia el fraile alavés fray Domingo para animarle ante el inminente desenlace: “¡Vamos, padre Domingo, vamos a morir por Cristo!”.
El Papa Francisco firmó el decreto de martirio de 127 personas asesinadas en Córdoba durante la persecución religiosa de la Guerra Civil española. 79 eran sacerdotes, 39 laicos –29 hombres y 10 mujeres–, 5 seminaristas, 3 religiosos y una religiosa, todos ellos con edades comprendidas entre los 15 y los 88 años de edad. Estos fueron proclamados beatos en la Mezquita-Catedral de Córdoba el pasado 16 de octubre. El Cardenal Semeraro, prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos llegado desde Roma para esta cita, presidió la solemne ceremonia junto con el Nuncio del Papa en España, Monseñor Bernardito Auza, y el Obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernandez. Ante más de 4.000 personas, oficialmente la Iglesia subió a los altares a estos 127 mártires de la fe, incluido fray Domingo. Semeraro destacó que “con estas historias de entrega por la fe, su memoria se convierte en toda una lección de evangelización en contextos secularizados como el de hoy en día”. Por su parte, el Obispo de Córdoba, D. Demetrio Fernández, puso en valor con este martirio “la victoria del amor y del perdón hasta la muerte, siendo sus testimonios cauces de reconciliación”.
Así, para recordar a este nuevo beato, este domingo 31 de octubre a las 12:00h, la parroquia de San Esteban, en el pequeño pueblo de Loza, celebrará una misa de acción de gracias por esta beatificación, en donde estarán presentes familiares y amigos de la familia de fray Domingo así como vecinos de la Cuadrilla de la Montaña Alavesa. Presidirán esta eucaristía el Obispo de Vitoria, D. Juan Carlos Elizalde, y el párroco de estos pueblos, D. Felix Pedruzo. Con esta beatificación, son ya dos los nuevos beatos alaveses que el Papa Francisco ha subido a los altares en este año. El pasado 24 de abril, también aprobó la beatificación del hermano redentorista Nicesio Pérez de Palomar, asesinado en Madrid el 14 de agosto de 1936 y natural de Tuesta, en el valle de Valdegovía.
Non solum sed etiam
Resulta estremecedor escuchar los relatos ocurridos en el 36. Conducidos como ganado al matadero; expuestos a la intemperie y para más saña sus cuerpos incinerados en una pira inmisericorde. Lo mismo que sigue sucediendo en algunos países donde cientos de cristianos perseguidos acaban siendo ejecutados como corderos llevados al matadero. De los del 36 tenemos sus nombres y podemos hoy honrar su memoria, de los que hoy mueren cada día ... solo Dios que los lleva grabados en la palma de su mano.