Vitoria recuerda a Pepe Garmendia en el décimo aniversario de su muerte La espiritualidad de Pepe y su testimonio fueron una escuela de fe y vida para muchos que le tratamos

La espiritualidad de Pepe y su testimonio fueron una escuela de fe y vida para muchos que le tratamos
La espiritualidad de Pepe y su testimonio fueron una escuela de fe y vida para muchos que le tratamos

Su familia, aunque sabedora del cariño que Pepe despertó en tanta gente durante su paso por esta vida, se ha visto sorprendida por la reacción que tantas personas han tenido en el recuerdo del décimo aniversario de su muerte

Los hay que creen que la vida de Pepe encaja perfectamente en la categoría que acuñó el Papa Francisco de “los santos de la puerta de al lado”

La céntrica parroquia de San Miguel, Santuario de la Virgen Blanca, acogió la misa en recuerdo de uno de los sacerdotes más carismáticos de la Diócesis de Vitoria, José Garmendia, “Pepe”. 

Hacer la celebración en la mañana dominical ha dificultado la participación de muchos de sus compañeros sacerdotes a los que les ha coincido la misa con sus celebraciones parroquiales, donde también se le ha tenido presente, pero ello no ha sido obstáculo para que el templo se haya llenado, porque somos muchos los que guardamos un grato recuerdo de Pepe Garmendia.

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La celebración ha sido presidida por José Ignacio López de Maturana, a quien le unía una gran amistad y de cuya vocación seguramente una parte de responsabilidad en su germinación y maduración estuvo en manos de Pepe, como dejó ver en su homilía.

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Nació en Legutiano (Álava) el 1 de julio de 1947, y en la parroquia San Blas de esta misma localidad cercana a Vitoria recibió el bautismo, la primera comunión y la confirmación. Y en esa misma parroquia fue ordenado sacerdote el 19 de marzo de 1974 siendo su primer destino pastoral las iglesias de Durana y Mendívil.

En 1979 fue nombrado formador del Seminario, encargándose a la vez de las vocaciones de los jóvenes que en aquellos años llamaban a la puerta de este centro formativo. Allí le conocí y la que inicialmente empezó siendo una relación de formador a seminarista acabó transformándose en una amistad y acompañamiento. Recuerdo sus charlas mitad espiritualidad mitad psicología. Era un enamorado de Dios y del ser humano y sabía contagiarnos esa forma de entender la vida y la fe.

De su mano muchos nos acercamos a los grandes musicales de la vida de Cristo: JesuCristo Super Star, Godspell, la Cristificación del Universo, el Diluvio que viene, …

Le encantaba Paloma San Basilio y algunos meses antes de su muerte me legó su colección de discos entre los que no faltaba la Misa Campesina y grandes cantautores de la época como Serrat, o Aute.  

En 1986 el Obispo de Vitoria, Mons. José María Larrauri, le encomendó nuevamente la zona rural haciéndose cargo de las parroquias de Araia, Egino e Ilarduia. Mientras atendía esos pueblos, también asumió por cinco años ser vicario episcopal de la Zona Rural Norte que comprende la zona de Ayala.

En 1995, el entonces Obispo Asurmendi, le confió la parroquia de San Mateo, ubicada en la Avenida Gasteiz, en la que permaneció hasta 2002. De esta etapa recuerdo su vínculo con la Adoración Nocturna y un grupo de gente joven que dinamizaba. A muchas parejas de novios acompañó en su camino al altar y recuerdo que, solía contar como anécdota, que en la primera reunión con los novios la primera pregunta que les hacía era: “¿Habéis discutido ya alguna vez?” y si la respuesta era negativa “los mandaba para casa” con la tarea de volver cuando hubiesen tenido varias discusiones y aun así quisieran seguir adelante con los planes de boda. O aquella otra anécdota en la que unos novios le confesaron que lo de la boda por la iglesia era por no disgustar a la abuela y el convenció a la abuela para que respetase las decisiones de sus nietos, que al final decidieron por ellos mismos pasar por el altar. 

Al terminar su paso por San Mateo se trasladó a Salamanca para realizar un curso de actualización pastoral y presbiteral. Fue un sacerdote en formación continua, un lector empedernido de libros sobre espiritualidad, teología, psicología, y todo aquello que pudiera aportar conocimientos para su labor pastoral.

Al regresar a Vitoria-Gasteiz, fue nombrado párroco de las parroquias de San Juan Bautista (Judimendi) y de Santa Lucía, a las que en 2012 se añadió la parroquia del Espíritu Santo. Todavía muchos le recuerdan en esa parroquia, sus misa familiares, sus homilías de cercanía. 

En 2013, Garmendia asume la encomienda episcopal de ser vicario de la Vida Religiosa Contemplativa de la Diócesis de Vitoria. Menudo regalo que les hizo el obispo a las monjas a las que ya en alguna ocasión les había dado ejercicios. Cómo sintonizaba con la espiritualidad contemplativa. Prueba de ello es este texto que nos envía Sor Carmela de las Dominicas: 

"el inesperado vicario, que trajo la sonrisa transparente e ilusionante de hombre evangélico"
¿Quién era Pepe Garmendia? No lo sé, ni siquiera había oído hablar de él. Pero él sabía cuál era nuestra misión y sabía cuál era su tarea para con nosotras " Vamos a hacer lío, a darnos a conocer y a pasárnoslo bien, porque Dios nos quiere felices y alegres".
En un año y medio de Vicario para la Vida Consagrada puedo decir que lo hizo posible. Siervo bueno y fiel pasa, estás en el banquete de tu Señor. Nos vemos en las bodas del Cordero. Un abrazo hacia el cielo amigo"

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Esa llamada a la alegría que recuerda Sor Carmela también la citó José Ignacio en la homilía.

En 2014 el obispo Asurmendi le incorporó al equipo sacerdotal de la céntrica parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados, lugar en el que permaneció activo hasta la fecha de su fallecimiento.

Su muerte se produjo inesperadamente tras una sencilla operación, en la noche del 19 al 20 de enero de 2015, conmocionando a muchísima gente que le trató a lo largo de su vida. Recuerdo que cuando me llamaron para darme la noticia no daba crédito. Muchos “no le perdonamos” que se fuera sin despedirse. 

Su funeral se celebró en los Desamparados y fue presidido por Monseñor Asurmendi, que estuvo acompañado por muchos sacerdotes. En la tarde de aquel día 22 de enero, el templo se llenó de personas, algunas de las cuales tuvieron que seguir la celebración desde el exterior de la iglesia, algo que demostraba el afecto de tantos por José Garmendia, “Pepe” como se le conocía popularmente. Meses después recibí su último legado, su breviario, que alguna vez abro, rezo con él y acabo leyendo en francés la oración de Charles de Foucault que tanto le gustaba y que tenía dentro del breviario en una postal. 

Oración Padre me pongo en tus manos

Su familia, aunque sabedora del cariño que Pepe despertó en tanta gente durante su paso por esta vida, se ha visto sorprendida por la reacción que tantas personas han tenido en el recuerdo del décimo aniversario de su muerte. 

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Hay personas que piensan que la vida de Pepe Garmendia fue ejemplar como para revisarla y valorar iniciar un proceso canónico. Los hay que opinan que la espiritualidad de Pepe fue una escuela de fe y vida para muchos que le tratamos. Los hay que creen que encaja perfectamente en la categoría que acuñó el Papa Francisco de “los santos de la puerta de al lado”. Los hay para los que su testimonio sigue siendo hoy un referente a tener presente. En octubre de 1996 Pepe escribía estos cuatro puntos que voy a copiar (espero que con su permiso). En ellos deja ver cuáles eran sus objetivos, sus metas, sus sueños: 

"1) Dar a la vida mayor hondura creyente desde un talante orante, de amistad con el Jesús del Evangelio.

2) El hacer de cada día lugar de presencia de Dios, sin necesidad de alimentar el mañana de proyectos, de deseos, etc.

3) Las referencias de mi vida: Las Bienaventuranzas

4) Entregado al anuncio del Evangelio para crear fraternidades orantes y misioneras.

Octubre /96"

De momento sería suficiente con el reconocimiento a las contribuciones que tanto sacerdote alavés ha hecho y siguen haciendo por la diócesis y la Iglesia, reconocimientos como el que se le ha tributado a Pepe en el día del aniversario de su nacimiento para la Vida Eterna.

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