España está triste

Ha tenido que sacudirnos una fuerte crisis económica para tomar conciencia de que en España las cosas no van bien. Mientras teníamos la nevera repleta, hemos vivido al margen de cualquier preocupación, que no fuera disfrutar a tope de las satisfacciones que nos brindaba la sociedad del bienestar. No nos preocupaba lo más mínimo que los valores morales y humanos entraran en crisis, porque estos son otros tiempos, decíamos, fuimos permisivos con el sexo enfermizo, las drogas y el alcohol que hacían felices a nuestros jóvenes y lo justificábamos diciendo que era el momento para ellos de divertirse, se iban amontonando los problemas sociales, educativos, familiares; pero nosotros teníamos bastante con pasarnos por las urnas cada cuatro años y cumplir con el sagrado ritual del “quítate tú para ponerme yo” y así, durante casi cuarenta años hemos vivido ajenos a la que se estaba fraguando.
Hoy después de haber conocido lo que de alguna manera era previsible, tal vez sea el momento de echarle coraje al asunto y saltarnos a la toreara las barreras de la censura de “lo políticamente correcto”, para comenzar a hablar sin miedos y sin complejos de todo lo que nos está pasando. Se necesita urgentemente una autocrítica valiente por parte de todos para poder salir del pozo donde los políticos nos han metido, con la ayuda inestimable, eso sí, de la ciudadanía que ha creído ciegamente en ellos y aún les sigue apoyando con sus votos. A tal efecto convendría reflexionar sobre los frutos recogidos desde la transición a esta parte. Por ello sin ánimo de ser exhaustivo; he aquí a algunas consideraciones a bote pronto que se me ocurren

Después de haber fracasado en nuestras aspiraciones de vivir de forma principesca cuando en realidad no nos sobraba nada, va a hacer falta grandes dosis de sentido común y responsabilidad por parte de la ciudadanía, pues de los políticos no cabe esperar nada. Tenemos que comenzar a darnos cuenta que no van a ser suficientes los parcheos, sino que va a ser necesario agarrar al toro por los cuernos, que hay que volver a comenzar de nuevo, pues de seguir el camino iniciado, lo único que nos espera es el precipicio , si es que no estamos ya en él.

En la España de las autonomías, habría que comenzar cuestionando muchas cosas y la primera de todas, sería esos reinos de taifas que están haciendo a España ingobernable y la está llevando a la ruina. Habría que reducir el número de políticos, suprimir sus privilegios y exigirles compromiso, honestidad y responsabilidad. En la casta política sobra la partitocracia y las denominaciones a dedo. Lo que hace falta son gestores capacitados, competentes, honrados y no adictos a partidos. ¡ Basta ya de parásitos!. Se echa de menos también una prensa independiente y no vendida al poder y al capital. En esto, según pienso, la mayoría de los ciudadanos estaríamos de acuerdo ¿ por qué entonces no se nos hace caso? Pues sencillamente porque eso de que la soberanía está en el pueblo es pura engañifa.

Yo iría un poco más lejos y cuestionaría finalmente el actual sistema político que tantos quebraderos de cabeza nos está trayendo, digamos que ha quedado obsoleto y está dando muestras inequívocas de agotamiento, en cualquier caso no parece la forma más adecuada para enfrentarse a los problemas que hoy nos afectan . Los políticos llevan muchos años esforzándose en hacernos creer que los ciudadanos masificados es lo único que cuenta; pero, eso sí, sólo cuando detrás estén ellos para manipularlos según sus intereses y conveniencias . El resultado ha sido la disolución de la conciencia personal, absorbida por la conciencia colectiva. Dicho de otra forma, el gregarismo ha ido conduciéndonos hacia una despersonalización peligrosa y partir de aquí cualquier cosa es posible, incluso el suicidio de todo un país y sobre esto habría que recapacitar seriamente , antes de que sea demasiado tarde

Si como viene repitiéndose hasta la saciedad, la política hay que medirla a tenor de los resultados obtenidos; en nuestro caso, habría sobradas razones para que los españoles nos sintiéramos profundamente insatisfechos y decepcionados. La experiencia de España a la luz de los resultados ha sido tristísima. No se trata ya de simples lamentaciones o meras apreciaciones subjetivas; son los hechos, que ahí están como prueba fehaciente. Hemos sido testigos del derrumbe económico, aún a pesar de navegar con viento favorable, montados en la ola del desarrollo que nos venía de fuera. La integridad nacional está en peligro. La sociedad española dividida por la discordia, como en los peores tiempos de nuestra historia. La desigualdad social se ha incrementado y la clase media está siendo barrida. La Institución Familiar desestabilizada. La corrupción política a la orden del día, sin que falte el cohecho y la injusticia. Estos serían motivos más que suficientes para restar credibilidad a las instituciones y a nuestro actual sistema político; pero es que aún hay más.

No teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, la simple constatación de hechos puntuales tales como que en torno al 26%, de los trabajadores estén en paro, que las jóvenes generaciones carezcan de futuro, que haya familias desalojadas de sus casas, que se cuenten por millares los ciudadanos que viven en el umbral de la pobreza, asistidos por Caritas o que casi la mitad de los españoles se las vean y se las deseen para llegar a final de mes, sería más que motivo suficiente para hablar del fracaso del proyecto político español. Comencemos a abrir los ojos y a darnos cuenta de que la miseria tanto económica como espiritual se ha adueñado de nuestra España y por ello hemos de sentirnos tristes y preocupados. ¿ Que más cosas tienen que pasar todavía, para que nos convenzamos que esto tiene que cambiar?
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