Hombre y mujer los creó


Después de lo que llevamos visto yo ya no sé si puede haber algo capaz de sorprendernos, quiero decir, que todo absolutamente todo puede acabar siendo justificado. Igual que la gota de agua pertinaz acaba por horadar la piedra, la mentira repetida acaba por ser creíble y la constante reivindicación de un determinado comportamiento acaba por tener carta de naturaleza.
Basta con ver con lo que ha sucedido con la guerra de los sexos. Mejor dicho con la guerra de los no sexos porque de lo que hoy se habla no es de diferencias de sexos sino tan sólo de género

Hoy por ejemplo, ser hombre o mujer es una cuestión que comienza a verse como un asunto que compete no ya a la naturaleza de las cosas, sino a la caprichosa elección de cada cual. No se nace hombre o mujer, se nos dice, nada de eso. Se nace asexuado, a lo más uno se va haciendo hombre o se va haciendo mujer según la situación personal. Todo depende del consumidor. Las diferencias de sexo son algo artificial, en manera alguna responden a leyes biológicas o exigencias de la propia naturaleza. Lo único que separa a los hombre de las mujeres, se dice, es la diferencia gramatical del género y esto… sin pasarse: Digamos pues que a lo más, los hombres son masculinos y las mujeres masculonas.


A medida que la cultura del género se ha ido imponiendo, han aparecido diversos tipos de reivindicaciones, que todos conocemos, por parte de quienes se consideraban con derecho a las mismas. Ha hecho falta tiempo, sin duda, para que tales reivindicaciones adquirieran carta de naturaleza en nuestra sociedad; pero ahí están y esto sólo es el comienzo. Supongo que el orgullo gay no se conformará con lo conseguido y seguirá pidiendo más ¿ Cual habrá de ser la próxima? Los vientos le son favorables. Hoy en día la sensibilidad ciudadana está por el vive y deja vivir, más que por cualquier tipo de exigencias éticas, de modo que todo acabará interpretándose según la voluntad de cada cual y aquí los grupos organizados y los lobbis tienen mucho que decir. Es la triste herencia del relativismo moral y político, cómodo y fácil, pero que amenaza con engullir cualquier tipo de aspiración noble y elevada

La cultura de género que ha surgido al amparo del igualitarismo, cuestiona la estructura bipolar de los sexos sobre la que ha venido funcionando la familia y la sociedad.

Este tipo de cultura cuando dice que la naturaleza no es la que consagra la diferenciación entre hombre y la mujer lo que nos está diciendo es que la diversidad de personalidades, roles, opciones, comportamientos, capacidades, que se vienen atribuyendo al hombre y a la mujer son pura artificialidad impuestas por la familia o la sociedad.

Debido a los anhelos de igualdad por los que se caracteriza nuestra sociedad, es comprensible, que esta ideología haya ido en aumento, debido a la irritante postergación que viene padeciendo la mujer, el feminismo puro y duro ha llevado las cosas demasiado lejos. Después de tantos siglos de injusta discriminación femenina, yo soy el primero que me apunto a pedir que sean atendidas sus justas reivindicaciones, pero para ello no hay que pasar por el trance de su masculinización, haciéndola perder su propia identidad de mujer. Lo que estamos necesitando es un modelo cultural en el que al mismo tiempo que se defienda la igualdad social, política, jurídica, laboral entre varones y hembras se defienda también la propia identidad de cada cual, que les hace ser lo que realmente son: los hombres, hombres y las mujeres, mujeres.

Si queremos una familia y una sociedad integradas, hay que partir del convencimiento de que existe diversidad de sexos producida por los diferentes componentes genéticos, que son los que en definitiva explican muchos de los comportamientos, actitudes, formas de pensar y de sentir diferenciados. Antes de que nadie les enseñe nada, los niños y las niñas, ellos y ellas tienen su preferencia lúdicas. Hombres y mujeres responden a distinta sensibilidad natural. Resulta oportuno traer aquí las palabras del escritor argentino Ernesto Sábato : “Habrá siempre un hombre tal, que aunque su casa se derrumbe estará preocupado por el universo y habrá siempre una mujer tal, que aunque el mundo se derrumbe estará preocupada por su casa”.

Los estudios psicológicos, antropológicos, neurofisiológicos, apuntan en la dirección de que se nace hombre o mujer. Existen desigualdades biológicas, desigualdades orgánicas, diferencias de musculatura, diferencias cerebrales. Recientemente se acaba de descubrir que el componente cerebral responsable de la estimulación erótica es más sensible en el hombre que en la mujer. Lo que por supuesto nada quiere decir en orden a la superioridad del uno sobre el otro, pues tanto monta, monta tanto….

Se podrá hacer toda la propaganda que se quiera; pero nada acabará legitimando una forma de pensar o de sentir que no se muestre respetuosa con las exigencias de la ley natural

Lo que a nosotros nos está pasando ahora no es nuevo, el final de las grandes culturas vino precedido por la descomposición y laxismo moral y puede que algo así nos suceda a nosotros. Pasado el delirio de una noche loca, la realidad vuelve a imponerse. Así viene siendo a lo largo de la historia, cuya lección debiéramos haber aprendido ya. No acabo de entender, como podemos estar, por una parte, lamentándonos de que se está quemando la casa y por otra no hacer nada por apagar el fuego.

Hay que acabar con los estereotipos y prácticas discriminatorias, tanto en los ámbitos familiares como en los sociales, sin duda; pero sin olvidarnos de que el hombre y la mujer tienen cada cual su propia identidad. Entre ellos hay una complementariedad de los que unos y otras salen favorecidos. Siendo distintos, los dos sexos son necesarios y es bueno que así sea porque esta diferenciación es riqueza. En la familia seguimos necesitados del padre y de la madre, en el matrimonio del esposo y de la esposa. La sociedad entera precisa de las aportaciones específicas del hombre y de la mujer ¡ Que mundo tan aburrido si las mujeres fueran lo mismo que los hombres y los hombres lo mismo que las mujeres ¡ Hasta ahora se ha venido pidiendo a las mujeres que supieran ser señoras y a los hombres que supieran ser hombres y no nos ha ido tan mal. Desde mi condición de hombre yo no puedo ocultar mi admiración por las mujeres que saben serlo en toda circunstancia, mi admiración por su capacidad de intuición y sutileza , por su exquisitez y feminidad . No a la masculinización de la mujer ¡Que las mujeres no dejen nuca de ser mujeres porque entonces el mundo dejaría de ser mundo
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