Mensaje cristiano de un político
Yo, que no me identifico con ningún político he de comenzar reconociendo que su discurso me ha parecido genial, lleno de sentido común, certero, oportuno y valiente. “La Pascua, empieza diciendo, es la ocasión de celebrar el triunfo del amor sobre la muerte”. Estas palabras dichas por el Papa, un obispo o un sacerdote, no dejan de ser hermosas, pero dichas por un político de primera talla es como si lo fueran mucho más. Lo deseable sería que hubiera colegas autodenominados cristianos a los que de vez en cuando se les escaparan expresiones como esta.
El discurso va ganando en intensidad social y nos pone en situación de reflexionar sobre el papel que debe jugar el cristianismo en la vida de las naciones, hasta poder ver en la identidad cristiana ese revulsivo que Europa está necesitando. Tengo para mí que la cristianofobia no es el mejor camino para hacerse con el liderazgo de Europa; éste sólo está reservado para quienes apuesten por la reivindicación de los valores cristianos.
Tiene razón cuando dice “Todos debiéramos sentirnos orgullosos de poder decir este es un país cristiano” ¿Qué nos queda si renegamos de lo que ha sido santo y seña de nuestra historia y cultura? ¿Con qué ojos podemos mirar al futuro después de haber rechazado todo horizonte de trascendencia? Nuestra vieja Europa va quedando reducida a un club de mercaderes, donde sólo tienen cabida burócratas egoístas, sin espíritu ni corazón, que se les llena la boca con palabras altisonantes, pero que cuando llega la ocasión miran para otra parte como estamos viendo con el tema de los refugiados.
Nadie podrá negar por ejemplo, que Gran Bretaña es un país oficialmente cristiano que acepta otros credos, incluso a los que no tienen ninguno. Lo que pone de manifiesto que un estado puede ser confesional y garante a la vez de la libertad religiosa, algo que no pueden decir todos los estados laicos. Es curioso cómo cuando nos interesa Inglaterra pasa por ser un referente a seguir, pero deja de serlo cuando conviene. ¿No habíamos quedado en que éste es un país puntero a la cabeza del desarrollo y de la cultura? Entonces ¿por qué tiene que dejar de serlo cuando apuesta por la civilización cristiana? Que se apliquen el cuento todos los que a ultranza defienden que la religión es una antigualla propia del pasado.
Hay que tener temple para ser capaz de salir a la palestra y decir sin complejos que la religiosidad no es un asunto privado, en contra de todos los que quisieran ver a un cristianismo arrinconado en la sacristía. Gesto éste que el laicismo no suele a perdonar.
Nunca he llegado a comprender por qué todos los ciudadanos pueden expresar pública y libremente sus convicciones menos los creyentes. Nadie ha sabido explicarme por qué la confesionalidad teista es mala para la sociedad y el confesionalismo ateo es bueno. Cierto que el Estado Español es aconfesional, pero ello lo único que quiere decir es que es neutral y que por tanto creyentes como no creyentes han de ser tratados con el mismo rasero. Eso en el peor de los casos, porque yo sigo creyendo que la sociedad española no es menos cristiana que la inglesa.
Por fin he de decir que me resulta consolador escuchar que “Tenemos el deber de alzar la voz y denunciar la persecución de los cristianos en el mundo. A todos estos cristianos valientes de Irak y Siria tenemos que decirles: “estamos con vosotros”. Todos somos responsables de un largo silencio cómplice que nos ruboriza. Ya iba siendo hora de que algún político se sumara a la voz del Papa Francisco para denunciar uno de los más abominables genocidios de la historia, ensalzando el nombre de estos gloriosos mártires del siglo XXI y poniéndonos al lado de todos los perseguidos por la fe, sin miedo a asumir los riesgos que fueran necesarios.