Navidad

Todos los años por estas fechas, a este convulsionado mundo nuestro le llega la Navidad con un mensaje cargado de esperanza. A los hombres que siguen consumiéndose en la pasión inútil de llegar a ser Dios, les llega el gozoso anuncio desde lo alto, de que es Dios el que se hace hombre, como compensación de ese su sueño imposible. Nunca nos hubiéramos atrevido a pedir tanto, ni siquiera hubiéramos sido capaces de imaginar que esto pudiera suceder. No lo entendemos, ni lo entenderemos nunca, es misterio incomprensible, es locura de Dios; pero es tan hermosa… Dios se hace presente entre nosotros y su presencia ha llenado de luz a nuestra tierra . Dios hecho carne de mujer es ya uno de los nuestros y sabemos que siempre le vamos a tener de nuestro lado. Ante este acontecimiento tan sublime, los demás sucesos de la historia de los hombres palidecen. Iba a decir más, si se pudiera hablar de historia en Dios, éste sería también uno de sus acontecimientos principales. A partir de ahora la grandeza de Dios es la grandeza del hombre, lo que nos suceda a nosotros le sucederá también a Él.

En Navidad contemplamos asombrados como ese Dios inconmensurable a quien cielos y tierra no pueden contener, se nos muestra confinado en un lugar minúsculo, dentro de un punto perdido en la inmensidad del Universo. Siempre que me acerco a un nacimiento mi mirada se proyecta instintivamente sobre la figura del posadero que negó el alojamiento a aquella doncella en cuyo seno latía el corazón de Dios. Le observo y siempre acabo con una infinita tristeza, no tanto por María y José, sino por aquel que cerrando tras de sí la puerta echaba por la borda la gran oportunidad de su vida. ¡ Pobre posadero! Cómo iba a imaginarse él que en su casa quería cobijarse el Rey de Reyes. Nunca nadie tuvo la gloria tan cerca, tan en sus manos y la dejó escapar.

Después contemplo al niño y veo el cielo y la tierra converger en un pesebre y a Dios metido en esta carne nuestra. Cuando digo Dios me parce estar nombrando al hombre y cuando hablo al hombre me parece que es Dios el que me escucha. ¿Qué más se puede decir de un Dios que ya nunca puede dejar de ser hombre también?. A Ti que has querido hacer esta mezcla tan extraña , quisiera preguntarte ¿ A que te sabe este barro nuestro nuestro?
¿ Como te encuentras revestido de nuestra pobre condición humana? Es duro ser hombre; pero también es apasionante. ¿No lo crees?.

Quisiera preguntarte también ¿por qué lo hiciste? Pero esto ya nos la has dicho muchas veces. No puede haber otro motivo que no sea el del amor. Sólo un amor apasionado puede explicar locuras como ésta. Hay una razón más. No encontraste mejor forma de revelarnos al Padre que entregándonos al Hijo. De mil formas nos has dicho: que hemos de aprender a ver la revelación de Dios en ese Niño indefenso que en Belén nace del seno de María.

Navidad es creer en el nacimiento del Dios-Niño. Cuando en estos días me acerque a adorarle, haré un sincero acto de fe, que me ayude a ver reflejado en su semblante infantil, el rostro cálido de un Dios cercano. Cuando me acerque a depositar en sus pies un beso de paz, me reafirmaré en la creencia de que su encantadora sonrisa y su tierna mirada, viene a ser el reflejo del corazón afectuoso de un Dios inefablemente entrañable
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