Hasta que la muerte nos separe
No hay matrimonio que cien años dure; pero los hay que llegan felizmente a los cincuenta, que está muy bien para estos tiempos que corren. Muchos nos hemos alegrado con un matrimonio veterano que acaba de celebrar sus Bodas de Oro en Alaraz y les hemos felicitado por haber llegado hasta aquí, viejos por fuera; aunque no por dentro.
Hace cincuenta años, sí, una pareja de enamorados sellaba el compromiso ante Dios de vivir juntos para siempre, teniendo por testigos a muchos amigos y familiares que ya no están con nosotros y a los que recordamos con especial emoción y cariño. De seguro que en este día también ellos están muy cerca de vosotros
¡Angelita y Eliezer! hace medio siglo emprendíais ilusionados la apasionante aventura de compartir un mismo proyecto de vida. ¿ Recordais? Con la fuerza que da el amor comenzabais a abriros paso en la vida, trabajando mucho eso sí, porque los tiempos no eran nada fáciles. Juntos fuisteis aprendiendo el difícil arte, de ser dos en uno, que os obligaba a compartirlo todo, que os exigía olvidaros de vuestro yo para poder pensar en él nosotros. La tarea en común que teniais por delante os condicionó a luchar juntos, a rezar juntos, a intentar ser felices juntos, a sufrir juntos, a ayudaros mutuamente en los momentos difíciles. Es así como fuisteis descubriendo que el amor no es sólo complacencia, sino también sacrificio que en ocasiones pide saber soportar, aguantar, perdonar y muchas cosas más
Los lazos de vuestro matrimonio se vieron reforzados con la llegada de vuestro hijo; nuevas ilusiones , nuevos anhelos, nuevas expectativas nacieron con él. Supisteis lo hermoso que es ser padres , pero también lo difícil que resulta y los riesgos y responsabilidades que ello comporta. Muchos son los desvelos, cuidados y sacrificios que un hijo supone; todos los afrontasteis con entrega y generosidad. Supisteis ser buenos padres con vuestro hijo, “padrazos”, diría yo, porque todo os parecía poco para él. A vuestro hijo os habeis dedicado en cuerpo y alma, habeis vivido por él y para él, hasta convertirle en la razón de vuestra existencia y no os equivocasteis, pues todo el cariño y ternura que en él pusisteis os está siendo devuelta en el momento que más lo necesitais. Vuestra paternal generosidad se ve hoy recompensada por un hijo que sabe agradecer todo lo que hicisteis por él y por unos nietos que os quieren y os veneran.
Quisiera aprovechar este momento para decir algo que yo pienso que es de justicia reconocer. Vuestra casa ha sido siempre la casa de todos, un hogar entrañable y cálido de puertas abiertas para toda la familia. Lo sabemos muy bien los hermanos y sobrinos que hemos gozado de vuestra hospitalidad y cariño y esto es algo que nunca olvidaremos.
Quiero acabar con una mirada retrospectiva de estos 50 años que han trascurrido entre luces y sombras, en los que ha habido sueños y decepciones , gozos y tristezas, miedos y esperanzas, hilos multicolores con los que habeis ido entretejiendo el tapiz de vuestra historia matrimonial; para que al final podais decir, que vuestro matrimonio no ha sido en vano, que estais aquí no con las manos vacías, sino con frutos sazonados que hoy podeis depositar en al altar de Dios como ofrendas espirituales. No os canseis de darle gracias por lo que ha sido vuestro matrimonio porque lo vuestro ha sido una bendición del cielo. Que el buen Dios os siga protegiendo, que alegre y alargue vuestra vejez, para que durante mucho tiempo nos sigais dando ejemplo de vida. Aquí, en este mismo escenario quedamos emplazados para la celebración de vuestras bodas de platino. Que el Cristo del Monte y Ntra. Señora, patronos de Alaraz, cuiden de vosotros.
Hace cincuenta años, sí, una pareja de enamorados sellaba el compromiso ante Dios de vivir juntos para siempre, teniendo por testigos a muchos amigos y familiares que ya no están con nosotros y a los que recordamos con especial emoción y cariño. De seguro que en este día también ellos están muy cerca de vosotros
¡Angelita y Eliezer! hace medio siglo emprendíais ilusionados la apasionante aventura de compartir un mismo proyecto de vida. ¿ Recordais? Con la fuerza que da el amor comenzabais a abriros paso en la vida, trabajando mucho eso sí, porque los tiempos no eran nada fáciles. Juntos fuisteis aprendiendo el difícil arte, de ser dos en uno, que os obligaba a compartirlo todo, que os exigía olvidaros de vuestro yo para poder pensar en él nosotros. La tarea en común que teniais por delante os condicionó a luchar juntos, a rezar juntos, a intentar ser felices juntos, a sufrir juntos, a ayudaros mutuamente en los momentos difíciles. Es así como fuisteis descubriendo que el amor no es sólo complacencia, sino también sacrificio que en ocasiones pide saber soportar, aguantar, perdonar y muchas cosas más
Los lazos de vuestro matrimonio se vieron reforzados con la llegada de vuestro hijo; nuevas ilusiones , nuevos anhelos, nuevas expectativas nacieron con él. Supisteis lo hermoso que es ser padres , pero también lo difícil que resulta y los riesgos y responsabilidades que ello comporta. Muchos son los desvelos, cuidados y sacrificios que un hijo supone; todos los afrontasteis con entrega y generosidad. Supisteis ser buenos padres con vuestro hijo, “padrazos”, diría yo, porque todo os parecía poco para él. A vuestro hijo os habeis dedicado en cuerpo y alma, habeis vivido por él y para él, hasta convertirle en la razón de vuestra existencia y no os equivocasteis, pues todo el cariño y ternura que en él pusisteis os está siendo devuelta en el momento que más lo necesitais. Vuestra paternal generosidad se ve hoy recompensada por un hijo que sabe agradecer todo lo que hicisteis por él y por unos nietos que os quieren y os veneran.
Quisiera aprovechar este momento para decir algo que yo pienso que es de justicia reconocer. Vuestra casa ha sido siempre la casa de todos, un hogar entrañable y cálido de puertas abiertas para toda la familia. Lo sabemos muy bien los hermanos y sobrinos que hemos gozado de vuestra hospitalidad y cariño y esto es algo que nunca olvidaremos.
Quiero acabar con una mirada retrospectiva de estos 50 años que han trascurrido entre luces y sombras, en los que ha habido sueños y decepciones , gozos y tristezas, miedos y esperanzas, hilos multicolores con los que habeis ido entretejiendo el tapiz de vuestra historia matrimonial; para que al final podais decir, que vuestro matrimonio no ha sido en vano, que estais aquí no con las manos vacías, sino con frutos sazonados que hoy podeis depositar en al altar de Dios como ofrendas espirituales. No os canseis de darle gracias por lo que ha sido vuestro matrimonio porque lo vuestro ha sido una bendición del cielo. Que el buen Dios os siga protegiendo, que alegre y alargue vuestra vejez, para que durante mucho tiempo nos sigais dando ejemplo de vida. Aquí, en este mismo escenario quedamos emplazados para la celebración de vuestras bodas de platino. Que el Cristo del Monte y Ntra. Señora, patronos de Alaraz, cuiden de vosotros.