Antonio Aradillas "¡No tenemos AVE!", gritan los extremeños

(Antonio Aradillas).- ¡No tenemos AVE! es el grito que los extremeños pronuncian en los últimos tiempos, con más profunda tristeza y desolación... Y es que, a estas alturas de la "civilización española", el hecho de que sea precisamente Extremadura, que es una de las Comunidades Autónomas más generadoras de energía eléctrica, no disponga además de un solo kilómetro de ferrocarril electrificado, clama al cielo y justifica desasosiegos peligrosos en el orden cívico, en el político y ¿por qué no?, también en el religioso.

El tren -y más el AVE-, es cultura. Comunicación y diálogo. Es descubrimiento. Es medio e instrumento para conocerse y para darse a conocer a los otros. Es fuente de potenciales riquezas, Ventana y puertas abiertas. Es seguridad. Es manantial y plataforma de adioses y encuentros. Es ecología y naturaleza. Fugacidad, pero a la vez, rapidez y proximidad a la meta. Es "santiamén". Anticipación, mejoramiento e independencia. Es libertad. Es instalación y, simultáneamente, desinstalación. Es independencia, En definitiva, civilización, progreso y carencia absoluta de obscurantismos. El AVE es, lo que se dice, una bendición de Dios...

Precisamente en este radical y amplio contexto, es de extrañar que, a la voz de los políticos, economistas, ricos y pobres, cultos e incultos, reclamando ya la instalación y funcionamiento del AVE para Extremadura, su eco no haya sido ya difundido también desde los campanarios de los templos de las tres diócesis que conforman su Provincia Eclesiástica, con las debidas explicaciones en los respectivos Boletines Oficiales, hojas parroquiales, prédicas y procesiones.

Clamar y reclamar por mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos, inscritos o no, en el llamado Pueblo de Dios, perteneciente a Extremadura, es deber ético- moral de sus máximos responsables jerárquicos, con raíces en el dogma de toda fórmula que se precie de verazmente religiosa, cuyos protagonistas sean los miembros del pueblo más pueblo, si es la pobreza su definición y su marco.

Por supuesto que, cuando se dieron a conocer con carácter oficial internacional las estadísticas que confiesan con horror, y sin error alguno, que Extremadura se encuentra a la cola de todas las regiones de Europa en relación con los índices de progreso, desde ningún púlpito o sede episcopal se apostó por reunir toda clase de esfuerzos por lograr redimir de la pobreza al conjunto de los extremeños.

En los pueblos y en las ciudades extremeñas, más que de los párrocos -Iglesia-, y alcaldes -municipios-, los bienes, y la voz a favor de se defensa, ni es de por sí eclesiástico-religiosa, o político-civil. Es del pueblo-pueblo, lo que agrava o facilita las soluciones a los correspondientes problemas en la mayoría de las esferas. Antes que católicos o no, se es, se siente y se actúa, como miembro de la colectividad y de la ciudadanía. En las catequesis y prédicas, se insistió, e insiste todavía, de manera excluyente, y anti-evangélica, en el listado de los "buenos", coincidentes con los devotos de las ceremonias y los ritos, considerando y condenando como "malos", a los anticlericales, antieclesiásticos y "ateos".

Por cierto que, como el término y la sigla AVE no es exclusiva del Ministerio de Fomento, -apartado de ferrocarriles-, sino también competencia religiosa, por lo del ¡Ave María! de la salutación a la Virgen, y de los rezos marianos, pudiera y debiera aportarse tal coincidencia a favor e la justificación de la catequesis pastoral por parte de la jerarquía extremeña. Tal referencia encaja a la perfección y con ortodoxia, en el doloroso, inédito, absurdo e incomprensible hecho de que el ¡AVE María! que se recita y reza, oficial y popularmente en Extremadura, dirigido a la advocación suprema de Guadalupe, el santuario-monasterio en el que se venera su imagen bendita, siga perteneciendo administrativamente nada menos que a la archidiócesis de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, y concretamente a Toledo.

Vergonzosamente perduran todavía los límites y fronteras de la conquista. Reconquista "manu militari" del territorio extremeño, con inclusión de Guadalupe, en la nómina de los feudalismos y rentas de los ex todopoderosos arzobispos primados, hoy representado con el báculo y la mitra de don Braulio.

Exiliada de esta manera la Virgen patrona de Extremadura, de las influencias benefactoras del AVE, a la mayoría de los extremeños nos parece tristemente anormal que el arzobispo de la capital toledana también pueda disponer del AVE. Sé que se trata de una impresión-argumento falaz y hasta ilógico. Pero es que la política -también la eclesiástica- vive, y es definida, por estos y otros "misterios", cuyo esclarecimiento que llegará en su día resultará un verdadero trampantojo.

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