"Es necesario que renovemos cada día la conciencia de los riesgos ciertos" Alberto Roselli: "En el discurso globalizado de quienes priorizan el dinero se está relativizando la gravedad innegable del virus"
"Lo que estamos viviendo en todo el mundo en estos meses de encierro preventivo, de esfuerzo personal y social, es la lamentable ilustración en la realidad de aquella encíclica papal"
"Es fundamental que esa necesidad anímica y hasta espiritual sea contrastada cada día con lo que significaría que de esos encuentros se originen contagios y sus posibles derivaciones"
"Entre las lecturas recomendadas para invertir tiempo y conciencia podría sugerirse esta Carta Encíclica Laudato Si´del Papa Francisco"
"Entre las lecturas recomendadas para invertir tiempo y conciencia podría sugerirse esta Carta Encíclica Laudato Si´del Papa Francisco"
| Alberto Roselli, diácono y periodista
"La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo". "El problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos que marquen caminos". "Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional". "Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos". "El bien común presupone el respeto a la persona humana en cuanto tal, con derechos básicos e inalienables ordenados hacia su desarrollo integral". "Si alguien observara desde afuera la sociedad planetaria, se asombraría ante semejante comportamiento que a veces parece suicida". Estas afirmaciones de Laudato Si' parecen dichas en estos días, en este tiempo donde la pandemia nos ha puesto de frente al mundo, a los demás cohabitantes y a nosotros mismos. En realidad pertenecen a la encíclica que el Papa Francisco firmó el 24 de mayo de 2015.
Hace ya cinco años que el Papa alcanzó a ver lo que muchos han venido reclamando a lo largo de las décadas: cuidar el mundo en el que vivimos es cuidarnos a nosotros mismos. Lo que estamos viviendo en todo el mundo en estos meses de encierro preventivo, de esfuerzo personal y social, es la lamentable ilustración en la realidad de aquella encíclica papal, tan criticada por abordar la problemática ambiental poniendo al ser humano en el centro.
Prácticamente en todo el mundo se ha ablandado notablemente el rigor de autocuidado por el coronavirus. Las informaciones encontradas entre los propios especialistas más el discurso globalizado de quienes priorizan el dinero, que manejan los grandes medios, hacen que se esté relativizando a pasos agigantados la gravedad innegable del virus que nos acosa.
Debido al cansancio que supone el encierro extendido parece verse una especie de rebelión contra los mandatos sanitarios, siendo que el Covid-19 lejos está no solamente de ser controlado sino de acotar los riesgos de contagio cercano o remoto.
Es verdad que no es posible estar encerrado por tiempo indeterminado. La salud mental y psicológica se pone en riesgo, además de la afectiva. Pero es necesario que renovemos cada día la conciencia de los riesgos ciertos y comprobables del coronavirus: el agente, aún de origen desconocido, es capaz de llevar a la muerte a quienes no alcancen a generar anticuerpos adecuados, ya naturalmente, ya con ayuda de la medicina. El coronavirus mata.
Es tarea de las autoridades políticas e institucionales estudiar hasta el detalle las medidas convenientes de reaperturas, flexibilizaciones controladas y concientización de los riesgos ciertos que implica el Covid-19.
Pero claramente no es la apertura lisa y llana, como parece darse aunque se habla de medidas preventivas, y que está sucediendo en centros poblados del mundo entero. Es muy comprensible el reclamo de las personas mayores que en el encierro ven caer sus ánimos y crecer la ansiedad por ver y abrazar a hijos y nietos. Pero es fundamental que esa necesidad anímica y hasta espiritual sea contrastada cada día con lo que significaría que de esos encuentros se originen contagios y sus posibles derivaciones.
Es vital que los servicios públicos, por ejemplo de transporte y sanidad, continúen brindándose; pero es igualmente importante que se mantengan rigurosamente las medidas de prevención, que incluyen distancia, tapabocas o la permanente limpieza y desinfección de esas unidades. Ejemplos encontraremos a cada paso. Pero lo peor que pudiera sucedernos es relativizar el peligro de muerte que lleva consigo el potente virus para el cual todavía sólo hay medidas preventivas.
Entre las lecturas recomendadas para invertir tiempo y conciencia podría sugerirse esta Carta Encíclica Laudato Si´del Papa Francisco. Entre el 16 y el 24 de mayo próximos se llevará adelante en todo el mundo la Semana de la Laudato Si', camino a los cinco años de su publicación. Vale la pena participar.
Desde ella se encontrarán muchísimos elementos para pensar y tomar conciencia de que en el mundo todo está conectado, la íntima relación entre los más pobres y la fragilidad del planeta, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida (Cfr LS 16).
Y lo más sorprendente es que para leerla y confrontarse no necesariamente hace falta tener fe, ninguna, sino solamente descubrir los valores humanos básicos de trabajar por la vida, sabernos parte de un todo, interrelacionados con otras personas, entre otras.
Por supuesto que el Papa Francisco hace referencias a la Buena Noticia que trajo Cristo, a las enseñanzas de la Iglesia como madre y maestra y a la doctrina social de la Iglesia; pero no entorpecen el sentido común para enfrentarse con esta descripción de la realidad que parece haber sido escrita ayer mismo. La mirada cristiana, dice el Papa, propone un modo alternativo de entender la calidad de vida y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo (cfr LS 222)
El Papa hace aportes concretos para sumar en la tarea de tomar conciencia, primero, y trabajar, después, en acciones específicas que permitan salir edificados de la crisis. Entre las propuestas, Francisco destaca el diálogo, el respeto y la responsabilidad: "Cuando la persona humana es considerada sólo un ser más entre otros, que procede de los juegos de azar o de un determinismo físico, se corre el riesgo de que disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad". "Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, que vale la pena ser buenos y honestos. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco". "Intentemos ahora delinear grandes caminos de diálogo que nos ayuden a salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo".
"Respetándonos, aunque signifique distancia física saludable; estaremos cuidándonos las espaldas mutuamente"
Para el final, quizás el más grande hallazgo expresivo del Papa en esta encíclica para referirse al planeta que habitamos: Casa Común. Vale la pena ahondarse en el grandísimo y profundísimo significado de esas dos palabras, tanto una por una como en sociedad expresiva.
Respetándonos, aunque signifique distancia física saludable; estaremos cuidándonos las espaldas mutuamente en esta guerra de enemigo invisible y no tanto. "Que nuestras luchas y nuestra preocupación por este planeta no nos quiten el gozo de la esperanza" (Laudato Si´ 244).