"Redes de esperanza en el reino del oscuro señor del mundo" Alegato por un catolicismo insurgente
Ser revolucionario es ahora una instrucción del Magisterio. Dondequiera que podamos, debemos habitar esas islas insurgentes del nuevo Mar de Galilea, que tiene sus orillas en todo el mundo
| Marcello Tarì
Vivimos tiempos revueltos. Debería ser precisamente el tiempo de los revolucionarios. Pero alguien, con razón, podría decirme que hoy estamos, sin embargo, inmersos en los escombros de todas las tradiciones y ambiciones revolucionarias modernas, mientras el frente reaccionario está a la ofensiva, una ofensiva sangrienta. Y es cierto.
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Así pues, debemos replantearnos muchos conceptos, categorías y palabras para penetrar en la realidad. ¿Qué significa realmente hoy democracia, Estado, nación, capitalismo, Pueblo, religión, comunismo, anarquía, fascismo? ¿Y qué significa también un movimiento, una insurrección, una revolución? ¿Todo esto sigue teniendo sentido? Confieso que no lo sé, y discernir es muy difícil. Entonces, ¿cómo hacerlo? ¿Por dónde empezar? Propongo empezar por cuestionar una gran palabra nuestra: la Comuna.
Parafraseando una antigua y sabia sentencia sobre la Iglesia, podríamos decir: «Commūne semper reformanda». Donde por Commūne -la Comuna- entiendo ideas y modos de ser, actuar, luchar y amar, una forma de vida situada en la historia y orientada a una transformación radical del mundo y de uno mismo a través de un proyecto «comunionista» [1]; por semperreformanda -en continua reforma- podemos entender un proceso interminable de conversión interior, a partir de la propia manera de vivir esa transformación a la luz de los tiempos.
En mi opinión, finalmente, la Comuna es el lugar de un proceso, pero no algo estático o definido espacialmente. En otras palabras, la Comuna es más una cuestión de tiempo o, con una antigua palabra griega, kairos. Es decir: la Comuna es un proceso que, sin embargo, sólo se hace plenamente visible en relación con el kairós. Además, quienes somos fieles católicos debemos tratar de pensar y actuar nuestros proyectos comunionistas en comunión con la reforma sinodal en curso de la Iglesia. Después de todo, ¿qué es un Sínodo, que significa «caminar juntos», sino un kairós católico y una Comuna itinerante, guiada por el Espíritu Santo?
En realidad, creo, lo que realmente necesitamos es la creatividad espiritual y la determinación en la caridad con la que San Pablo, por ejemplo, fue capaz de retomar conceptos y categorías helenísticos y subvertir su significado a la luz de la Revelación.
Pensemos, por ejemplo, en el katechon, antiguo concepto estoico que indicaba la acción que conviene al hombre en cuanto inscrita en su naturaleza. Se convierte, en San Pablo, en una misteriosa fuerza restrictiva del Mal, personificada en el Anticristo, convirtiéndose así en uno de los conceptos teológico-políticos más poderosos en el sentido moderno del término. A saber: una subversión total y trascendente del significado estoico original. Al igual que en el Evangelio de Juan se produce una inversión de la clásica jerarquía aristotélica entre bios y zoe establecida por la polis, cambiando radicalmente el significado de lo que es vivir. En la situación de muerte en que se encuentra el mundo hoy, no estaría nada mal volver a San Juan y replantearse ese cambio, esa vida. Por otra parte, es lo que celebramos cada domingo en misa.
¡Derribad los muros! Una y otra vez, el Espíritu actúa, el Imperio comienza a derrumbarse y surge un nuevo tipo de unidad
Pablo dice: «Anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los gentiles» (1Cor 1,23). Sí, en efecto, es la fuerza subversiva del Evangelio en acción: «Ya no hay judío ni gentil, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28). ¡Derribad los muros! Una y otra vez, el Espíritu actúa, el Imperio comienza a derrumbarse y surge un nuevo tipo de unidad. Una unidad que en su propia definición implica diferencias, pero en un nivel de calidad de realidad superior, que es la realidad trinitaria.
Una Comuna, en un sentido revolucionario cristiano, creo que es uno de los frutos de este tipo de unidad. Y la forma en que funciona es lo que podríamos llamar comunionismo, que viene del griego koinoìa utilizado en los evangelios para significar «comunión». Así, podríamos ser «comunionistas», como dice el propio San Pablo en la Primera Carta a Timoteo (1Tm 6,18): [einai]koinonikous, sois comunionistas.
San Pablo fue un increíble generador de nuevos conceptos que expresaban la nueva vida en Cristo. Es toda una obra de transfiguración en todos los órdenes de la realidad que él señala con su poderosa teología mesiánica. En San Pablo podemos ver cómo las palabras podían resucitar en y a través de la Palabra. Porque incluso las palabras, los conceptos, las filosofías y las políticas, como todo lo humano, mueren. Pero la muerte no es el último acto, como sabemos y esperamos.
Tengámoslo siempre presente: el uso y la transformación de los conceptos filosóficos es algo bueno si forma parte del uso y la transformación de una forma de vida hacia el Bien, lo Verdadero y lo Bello. Todo concepto pensado sólo per se, o para aumentar el propio poder y la propia gratificación es inútil como mínimo, y malo en caso contrario. ¡Abajo los escribas!
Las chispas del Espíritu siempre están presentes en las luchas de los hambrientos de justicia, aunque no se reconozcan
Por ejemplo, la gran novedad respecto al marxismo que presentaron el operaismo (u obrerismo) y los nuevos movimientos autónomos en la Italia de los años 60 y 70, historia de la que soy hijo, fue algo así, una transfiguración de algunos conceptos de la lucha contra el capitalismo, un esfuerzo colectivo por construir una forma de vida más justa y alegre, y fue genial. Las chispas del Espíritu siempre están presentes en las luchas de los hambrientos de justicia, aunque no se reconozcan.
De hecho, les falta algo importante que, podríamos pensar, fue una de las razones de su derrota. En primer lugar, la trascendencia, que de hecho estuvo en el centro del pensamiento de Mario Tronti en las últimas décadas de su vida: «¿Pueden estar juntos el conflicto y la trascendencia? Creo que deben estar juntos, porque el conflicto es lo que arma la subjetividad para que pueda crecer, autoorganizarse, u organizarse desde arriba, como yo prefiero; mientras que con la trascendencia hay que mirar más allá del presente y de la historia» [2].
Fijémonos en lo que dijo el Papa recientemente en Verona: «Un conflicto es en realidad un desafío a la creatividad (...) de un conflicto sólo se sale “desde arriba”» [3]. Este «desde arriba» me parece una clara indicación de un movimiento trascendente, que parte de la base, que no evita el conflicto; nos puede ayudar mucho en nuestra investigación.
La otra cosa que se echaba de menos era el amor, en el sentido agápico, que Toni Negri en sus últimos trabajos relacionaba a menudo con la figura de San Francisco: «Hay una antigua leyenda que puede servir para iluminar la vida futura de la militancia comunista: la de San Francisco de Asís (...) De nuevo en la postmodernidad nos encontramos en la situación de Francisco, planteando frente a la miseria del poder la alegría de ser. Se trata de una revolución que ningún poder controlará, porque biopoder y comunismo, cooperación y revolución permanecen juntos, en el amor, la sencillez y también la inocencia» [4]. Aunque creo que, en realidad, no es San Francisco sino el comunismo una antigua leyenda, y eso también sería fácil de demostrar.
De todos modos, creo que deberíamos profundizar en estas intuiciones, que pueden considerarse un inicio de conversión espiritual del logos revolucionario contemporáneo, pero hacerlo bajo la inspiración del Espíritu, tratando de progresar todos juntos, creyentes y no creyentes, «no buscando el mínimo común denominador, sino por desbordamiento, apuntando a lo que más “hace arder los corazones” (cf. Lc 24,32)», como maravillosamente se afirma en el segundo Instrumentum Laboris para el Sínodo Universal (IS 2° sesión, oct 2024, 63). Un gran intento en esta dirección es el del joven filósofo francés Guillame Dezaunay con su Le Christ rouge (El Cristo rojo) [5], así como el tuyo [Nuevo Personalismo] a través de una transfiguración militante del Personalismo.
Creo que es una tarea apasionante para nosotros. ¡Hagámoslo!
Los diversos conceptos y categorías que hemos heredado de la tradición revolucionaria, pero también del pensamiento filosófico radical de hoy en día, que a menudo nos parecen agotados, deberían pasar por un serio trabajo de reformulación,
Así pues -esto es lo que en realidad quiero sugerir- los diversos conceptos y categorías que hemos heredado de la tradición revolucionaria, pero también del pensamiento filosófico radical de hoy en día, que a menudo nos parecen agotados, deberían pasar por un serio trabajo de reformulación, utilizando obviamente todas las disciplinas y ciencias a nuestra disposición, incluida la teología, pero también especialmente a través de un trabajo de purificación, a la luz de la Escritura en primer lugar, luego con respecto a la historia de la salvación y, como católicos, sin perder de vista la Tradición viva de la Iglesia.
Siguiendo el consejo paulino: «Examinadlo todo; retened lo bueno» (1 Ts 5, 21). Pero, en este camino, aunque faltara una sola de estas tres referencias teológicas y espirituales, creo que la tarea se volvería fácilmente un fracaso, cuando no una perversión. Piénsese, por ejemplo, en el «mesianismo sin Mesías» tan en boga desde hace muchas décadas en varios círculos radicales. De hecho, sólo puede conducir a perderse en alguna forma de mal nihilismo. Como dijo Jacob Taubes, comentando el fragmento escatológico de Walter Benjamin «(...) una cosa está clara: hay un Mesías. Nada de shmontses [tonterías] como 'lo mesiánico', 'lo político', nada de neutralización, sino el Mesías» [6]. El camino, la verdad y la vida son una Persona, no simples conceptos.
Así, podemos leer la insurrección a la luz de la resurrección, como hacen los camaradas del colectivo cristiano francés Anastasis. Dicen en su Manifiesto: «Anastasis es una palabra griega que significa 'resurrección' e 'insurrección'. Desde nuestro punto de vista, designa las dos polaridades clave de la vida cristiana. Un polo es nuestra creencia en un Dios de amor que murió en la cruz y resucitó de entre los muertos y que es la promesa de salvación para todos los seres humanos. El otro polo es nuestra creencia en que este Dios nos invita a luchar en tod as partes y siempre por la justicia. Y su reino ya está actuando en aquellos lugares donde el amor se pone concretamente en acción» [7].
Este tipo de visión ya ha sido trabajada de alguna manera por teólogos como Hans Urs von Balthasar cuando, durante una homilía radiofónica en tiempo de Pascua, quiso subrayar el valor absolutamente revolucionario del cristianismo: «El cristiano, junto con todos los que tienen verdadera esperanza, se abre paso a través del sinsentido del mundo. Establece células, islas de conspiración, de insurrección, redes de esperanza en el reino del oscuro señor del mundo. Desde el principio, el cristianismo fue visto como una revolución total y altamente peligrosa. ¿Por qué si no fue tan perseguido? Es la revuelta del sentido contra el sinsentido de morir, que proyecta una sombra de absurdo sobre todo lo que vive. Es la rebelión de la Resurrección contra la finalidad de la desintegración corporal. La rebelión del amor absoluto contra toda resignación del corazón. Todo depende de la fuerza de la fe, del amor y de la esperanza» [8].
Por último, citando al Papa Francisco, «En estos tiempos, si los cristianos no son revolucionarios, no son cristianos» [9].
Ser revolucionario es ahora una instrucción del Magisterio. Dondequiera que podamos, debemos habitar esas islas insurgentes del nuevo Mar de Galilea, que tiene sus orillas en todo el mundo. Buscando una amplia «conspiración de la Bondad», como le gusta decir a mi amigo Luca [10].
Una vez más, ¡los cielos asaltarán la tierra!
Es el Espíritu Santo quien está dentro y por quien todo proceso de destitución y restitución, invención y clarificación, puede y debe tener lugar
Nuestro reto, como cristianos, es que no podemos hacer este tipo de operaciones confiando únicamente en las capacidades de nuestra razón o de nuestro poder imaginativo, aunque la tentación sea fuerte y aparentemente convincente: es el Espíritu Santo quien está dentro y por quien todo proceso de destitución y restitución, invención y clarificación, puede y debe tener lugar. Como repite a menudo el Papa Francisco: sin el Espíritu no podemos hacer nada.
Por supuesto, hoy hay famosos pensadores radicales o militantes que intentan utilizar la tradición cristiana dentro de su personalísimo itinerario teórico, apoyándose únicamente en su gran inteligencia, su gran cultura y su excepcional potencia de pensamiento, y a menudo esta potencia pelagianista/gnóstica nos fascina. Es comprensible. Pero, bien mirado, el resultado de sus especulaciones aparece a menudo como algo kitsch, además de padecer una terrible forma de megalomanía. La humildad, en cambio, no es la menor de las virtudes del revolucionario.
Después de todo, ¿no es a través de esta frágil humildad como ha actuado siempre el poder de Dios? «Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Cor, 17:9). ¡Y tanto peor para los resentidos seguidores de Nietzsche!
El Espíritu siempre nos precede y nos acompaña. La oración personal y comunitaria, la oración del corazón, es por tanto un momento clave de nuestra vida militante. Deberíamos entonces tener siempre presente una ecuación como ésta: sin Espíritu, no hay revolución y sin espiritualidad, no hay revolucionario.
Somos nosotros quienes debemos intentar escuchar y comprender cuál es el pensamiento y la acción de Dios en la historia y en nuestras propias vidas, los célebres «signos de los tiempos»
No es Dios quien debe encajar en nuestros paradigmas de pensamiento y acción -este forzamiento me parece que ha sido el límite trágico de muchas experiencias revolucionarias, incluso cristianas-, sino nosotros quienes debemos intentar escuchar y comprender cuál es el pensamiento y la acción de Dios en la historia y en nuestras propias vidas, los célebres «signos de los tiempos». Por eso, pensemos en los movimientos sociales que se mueven análogamente al movimiento eterno de Dios-Trinidad, tradicionalmente llamado perichoresis, un flujo de amor divino entre el Padre, el Hijo y el Espíritu que, en consecuencia, define también al ser humano como criatura relacional cimentada en el amor.
Como bellamente proclama San Pablo a los filósofos atenienses: «En él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17, 28). La Pasión, la Cruz, la Resurrección, la efusión del Espíritu, todo es una revolución ontológica que deflagra en el corazón del mundo y de nuestra vida misma. Entonces, ¿por qué los movimientos sociales no habrían de estar implicados en el tipo trinitario de movimiento y relación?
Así pues, debemos imaginar lo que puede ser un movimiento trinitario de mujeres y hombres que luchan por la paz y la justicia, lo que puede hacer y, sobre todo, cómo puede hacerlo. Trinidizar es un neologismo de la Sierva de Dios Chiara Lubich y estudiado en profundidad por el teólogo italiano Piero Coda, quien escribe: «Esto significa que toda realidad puede ser conocida en verdad sólo cuando es conocida como conteniendo en sí misma todas las demás realidades en una relación trinitaria» [11]. En otras palabras, podemos comprobar la sinceridad de un movimiento a través de la presencia o ausencia del Amor-Ágape como su principal fuerza impulsora. A nuestros efectos, me parece muy interesante el trabajo que algunos teólogos y filósofos están realizando sobre la «ontología trinitaria» [12]. Incluso el viejo Personalismo, que hoy pretendes renovar, ganaría en términos teológicos.
En julio, yo y otros nueve amigos estuvimos en la residencia de Santa Marta, para una visita al Santo Padre.Entre nosotros había tres jóvenes emigrantes, que habían llegado a Italia desde África después de terribles viajes: arrojados al desierto, vendidos como esclavos, torturados en campos de detención libios, dejados a la deriva en el mar Mediterráneo y finalmente rescatados.Uno de ellos había perdido a su mujer y a su hija en el viaje, muriendo de sed en el desierto, cuya fotografía había dado la vuelta al mundo, y ya había conocido al Papa el año pasado, nada más llegar a Italia.De hecho, el Santo Padre le dijo que le lleva a él y a su historia en el corazón y que conserva la foto de su mujer y su hija fija en su escritorio.
Uno de los tres, el que estaba sentado más cerca del Papa, en cierto momento de su relato se subió la manga de la camisa para mostrarle las marcas de la tortura y Francisco, cerrando los ojos, posó largamente la mano sobre esas marcas.En este gesto y en la larga escucha pareció asumir su sufrimiento, transformándolo en esperanza: «Ánimo, ahora hay que seguir adelante.Sin dejar que la amargura permanezca en el corazón, porque se convierte fácilmente en deseo de venganza...Recordad que todos somos hermanos...Y dime, ¿en qué puedo ayudarte?¿Qué puedo hacer por ti?». Realmente, pensé mientras escuchaba estas palabras:«ahora entiendo por qué se le indica como el Siervo de los siervos de Dios».
Entonces, algunos de nosotros le entregamos un documento, un texto que trazaba el camino de una «fraternidad» que llamamos, inspirándonos en un discurso del Papa a los movimientos populares, «El samaritano colectivo».Finalmente, rezamos todos juntos, en círculo, sintiendo que en su centro, en medio de nosotros, estaba la Presencia del Espíritu de Jesús.
Al salir, todos conmovidos, nos dijimos que así es como imaginamos la vida misma bajo el Espíritu de las primeras comunidades cristianas: escuchándose unos a otros, amando a los pobres, poniendo en común sus recursos y posibilidades, rezando juntos a Dios, difundiendo la fraternidad, la ternura, la comunión y la justicia.La «esencia del cristianismo» como forma de vida.
Durante una hora fuimos una isla insurgente en la fuerza tranquila de un mar revolucionario de Amor.Sin duda, fue una indicación del Espíritu para todos nosotros.
Fraternalmente en Cristo Jesús
Notas
[1] El segundo número de «The Reservoir» [Autonomedia, 2023], la revista editada por los camaradas de Woodbine en Brooklyn-NYC, titulado Comunión, en el que tuve el honor de participar, es una visión muy interesante desde este punto de vista.
[2] Estas palabras pertenecen a la última intervención pública de Mario Tronti el 10 de junio de 2023, un largo diálogo-entrevista con el filósofo Adelino Zanini. Aquí la transcripción de un extracto: https://www.leparoleelecose.it/?p=49666
[3] https://www.vatican.va/
[4] M. Hardt-A. Negri, Imperio, Harvard University Press, 2000, p. 413.
[5] G. Dezaunay, Le Christ rouge, Salvator, 2023.
[6] J. Taubes, The Political Theology of Paul, Stanford University Press, 2003, p. 70.
[7] https://collectif-anastasis.
[8] H.U. von Balthasar, «Tu coroni l'anno con la tua grazia», Jaca Book, 1992, p. 74.
[9] https://www.vatican.va/
[10] «Conspiración de la bondad» es una expresión utilizada a menudo en los últimos años por Luca Casarini, antiguo militante de los movimientos autónomos italianos y actualmente invitado especial al Sínodo, para imaginar una red de resistencia a partir de su experiencia en la ONG que cofundó, Mediterranea Saving Humans, que se ocupa del rescate de migrantes y refugiados en el mar Mediterráneo. Véase, por ejemplo, https://ilmanifesto.it/la-cospirazione-del-bene-contro-la-falsa-pace. Con él y otros amigos estamos iniciando ahora una fraternidad cristiana que trabaja en movimientos sociales llamada «El Samaritano Colectivo».
[11] P. Coda, Chiara Lubich y la teología de Jesús.La Trinidad como lugar, método y objeto del pensamiento, en «Claritas. Journal of Dialogue & Culture», Vol.3. n°2, oct. 2014, p.32
[12] https://trinitarian-ontology.
[Alegato por un catolicismo insurgente es un artículo original escrito por el católico e investigador social italiano Marcello Tarì para Nuevo Personalismo en julio de 2024. Algunos de los trabajos de Marcello Tarì pueden encontrarse en Settimana News, donde escribe una columna frecuente sobre temas religiosos y políticos. También ha escrito un libro completo que ha sido traducido al inglés titulado ThereIs No Unhappy Revolution:The Communism of Destitution(Common Notions Press, 2017).
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