A vueltas con la unión de la Iglesia y del Estado (I) La breve correspondencia entre un filólogo, Américo Castro, y un escritor, José Jiménez Lozano
"Bastantes son las diferencias entre don Américo y don José Jiménez; desde sus profesiones o quehaceres al prestigio de ambos en los lejanos años sesenta y setenta del pasado siglo"
"El ateismo se destaca en Américo y el catolicismo en José; un ateismo y un catolicismo que son susceptibles, por supuesto, de ser calificados de una pluralidad de maneras"
"La crudeza que podría surgir de ciertos planteamientos, muy diferentes, entre una persona (muy) atea y otra (muy) católica, se evitó con cuidado y delicadeza"
"Encontró Américo Castro el origen del problema español, de antes y después de la Guerra Civil española, en 'la unión de la Iglesia y el Estado en una proporción muy superior a la de otros países europeos'"
"En cualquier caso y circunstancias, es bueno el recuerdo de Américo Castro y José Jiménez, como ejemplos de convivencia de españoles"
"La crudeza que podría surgir de ciertos planteamientos, muy diferentes, entre una persona (muy) atea y otra (muy) católica, se evitó con cuidado y delicadeza"
"Encontró Américo Castro el origen del problema español, de antes y después de la Guerra Civil española, en 'la unión de la Iglesia y el Estado en una proporción muy superior a la de otros países europeos'"
"En cualquier caso y circunstancias, es bueno el recuerdo de Américo Castro y José Jiménez, como ejemplos de convivencia de españoles"
"En cualquier caso y circunstancias, es bueno el recuerdo de Américo Castro y José Jiménez, como ejemplos de convivencia de españoles"
| Ángel Aznárez
I
La Editorial Trotta, gracias a la cual se han podido leer en castellano importantes libros científicos en el campo de las ciencias sociales, ha editado en el último año 2020 el libro 'Correspondencia (1967-1972)', entre el filólogo e historiador heterodoxo, don Américo Castro, fallecido el 25 de julio de 1972, y el escritor don José Jiménez Lozano, fallecido el 9 de marzo de 2020. La breve Correspondencia va precedida de una “pequeña posdata” de Jiménez Lozano y de un artículo introductorio de Guadalupe Arbona y de Santiago López-Ríos, responsables de la edición crítica; y concluye el libro con un apéndice o selección de textos de Jiménez Lozano relacionados con don Américo.
Por Fórcola Ediciones, se publicaron dos libros que contienen referencias muy valiosas para la mejor comprensión de ambos personajes, escritores epistolares, de personalidades distintas. La lectura del libro de Correspondencia y la de esos dos libros es aconsejable. Uno de los libros se titula 'Maestros y amigos', publicado en noviembre de 2020, está escrito por Andrés Amorós, cuyo capítulo 6º (páginas 69 a 85, inclusives) se dedica a don Américo Castro; el otro libro se titula 'Cinco horas con Miguel Delibes', publicado en enero de 2020, está escrito por Javier Goñi, en el que Miguel Delibes hace referencias frecuentes a su amigo, Pepe Jiménez Lozano.
Bastantes son las diferencias entre don Américo y don José Jiménez; desde sus profesiones o quehaceres al prestigio de ambos en los lejanos años sesenta y setenta del pasado siglo; desde las respectivas edades a las vivencias políticas, uno en el exilio y otro en Valladolid; y diferencias de sabidurías, excelente la de don Américo, que se demuestra en las correcciones a textos de Jiménez Lozano (por ejemplo, cartas 22 de octubre de 1967 y 3l de octubre de 1969). El ateismo se destaca en Américo y el catolicismo en José; un ateismo y un catolicismo que son susceptibles, por supuesto, de ser calificados de una pluralidad de maneras. Si bien don Américo, en la carta de 8 de octubre de 1967, escribe sobre “la lejanía de nuestras raíces espirituales”, don José Jiménez responde, en la carta de 10 de octubre de 1967, que quizás “las raíces espirituales de ambos no estén tan lejanas”.
En la importante carta de 24 de julio de 1967 que Américo Castro, el ateo, dirige a José Jiménez, le dice: “Porque lo admirable y alentador de su caso es el hecho de que todo eso se diga desde dentro”; y añade: “Es que usted habla de la intimidad del doliente con conciencia y angustia del mal que le aflige…Mis análisis –tan benevolentemente juzgados por usted- tenían por fuerza que ser rigurosamente objetivos”. En el libro Cinco horas con Miguel Delibes, éste dice: “En cierto modo, yo estuve muy influido por Jiménez Lozano. Me sentía incómodo en la Iglesia preconciliar. Nunca fui muy clerical, pero cuando me di cuenta de ciertas connivencias del clero de entonces con el poder, menos aún. En esa época, que es cuando conozco a Pepe Jiménez Lozano, llevo varios años vacilante respecto al esquema eclesiástico, no a la pura fe, que no la he perdido nunca. Pepe me influyó mucho, era él católico impaciente, postconciliar antes del Concilio”.
Pero las profundas diferencias antedichas no imposibilitaron el diálogo, pues una exquisita educación lubricó las zonas que podrían ser de fricción y chispeantes con peligro de incendio. La crudeza que podría surgir de ciertos planteamientos, muy diferentes, entre una persona (muy) atea y otra (muy) católica, se evitó con cuidado y delicadeza. A eso ayudaron las actitudes psicológicas de ambos personajes que forzaron a una modestia obligada. Américo Castro escribe desde el dolor por la incomprensión y el no compartir por unos y otros sus sorprendentes, sugestivas y atrevidas teorías historiográficas sobre el “ser de España”, llegando a lamentar la escasez de amigos (carta de 18 de marzo de 1968).
Jiménez Lozano es reiterativo acerca de la inseguridad en si mismo (cartas de 3 de agosto de 1967 y 1 de junio de 1968), con protestas de desganas y ánimos bajos. A Américo escribe José (carta de 8 de diciembre de 1967), humildemente, lo siguiente: “Me he sentido orgulloso de figurar con usted, junto a usted, en letras de molde”.
Conclusión que escribiría don Américo (carta de 17 de septiembre de 1967): “Sea como fueren nuestros apodos de pensar y de creer y esperar, siempre que dos afanes de verdad y de justicia humana confluyen en su discurrir, es indudable que algo trascendente por encima de ellos lo ha hecho posible”.
II
Lo que provocó el inicio de la relación epistolar fue la recepción y aceptación por Jiménez Lozano, en sus escritos (artículo de 1967 Dos catolicismos diferentes y libro de 1966 Meditación española sobre la libertad religiosa), de planteamientos originales de Américo Castro sobre la peculiaridad de la religiosidad y del catolicismo españoles, si bien admitió la posibilidad de que don Américo Castro “haya usado y abusado un tanto de esta su intuición sobre el pasado de luchas de castas en nuestro país para explicar todo en él”.
Un modo de vivir o “vividura”, según Américo Castro, muy peculiar en la Península Ibérica, ya España, de lucha de más de siete siglos, entre castas, la de españoles cristianos, unos nuevos y otros viejos, la más dominante, contra la de los moros y los judíos. Ese es, según Castro, del problema central de la vida española, del ser españoles que, como escribe en su carta de 24 de julio de 1967, fue la causa de la Guerra Civil (1936-1939) y que “amargó mi vida desde casi la niñez y acabó por provocar la más atroz e insensata tragedia que yo vi de cerca”.
Escribirá de facciones fratricidas en años amargos (1938,1939), de superar las secuelas de esa otra lucha de castas y de estatutos de limpieza de nuestra guerra civil. Y encontró Américo Castro el origen del problema español, de antes y después de la Guerra Civil española, en “la unión de la Iglesia y el Estado en una proporción muy superior a la de otros países europeos” (Andrés Amorós). Y añade: “A la idea de que esa extraña unión se debía a influjos musulmanes, yo he añadido el factor del judaísmo…Sólo en un país imbuido de tradición oriental era posible llamar Rey, como hace Góngora a Felipe II, “el mayor rey de los fieles”.
III
No se trata aquí y ahora de discutir sobre la verdad o no de la genial idea de Américo Castro, tomada en consideración y aceptada más o menos por Jiménez Lozano, ni de confrontarla con la no menos apasionante y personalizada idea de don Claudio Sánchez Albornoz. Sí constatamos que nos entran dudas con la frase gongorina de Felipe II. Si por habérsele llamado “el mayor rey de los fieles”, tal designación es de raíz oriental, pregunto lo siguiente: ¿será también “orientalismo” designar a “Francisco Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios”?
Razón tuvo Jiménez Lozano al escribir sobre el cerrilismo y politización de la Iglesia en aquel tiempo: “Ha sido terrible esta Iglesia nuestra, don Américo”--escribió en carta de 23 de julio de 1968. ¡Cómo no iba a ser todo eso, si los significantes clérigos eran Procuradores en Cortes, como Morcillo González (arzobispo), Guerra Campos (obispo), Almarcha Hernández (obispo), Cantero Cuadrado (arzobispo y Consejero del Reino), Eijo y Garay (obispo y del Consejo de Regencia)! ¡Cómo iban a ser partidarios de la Libertad religiosa quienes mantenían la indisoluble unidad del Estado y la Iglesia católica, la llamada “única verdadera”!
El arzobispo emérito Diaz Merchán, testigo muy cualificado en aquel tiempo, en su libro 'Evangelizar en un mundo nuevo' (2017) mantiene un punto de vista más plácido en relación al Documento del Vaticano II sobre la Libertad religiosa (Dignitatis humanae), pues escribe que los obispos españoles que se habían mostrado reticentes o abiertamente contrarios a la primera redacción de tal documento, la aceptaron manteniendo sus dudas sobre la aplicación en España.
Acaso haya orientalismo en el casticismo cristiano, musulmán y judío, pero sin duda, en proclamar y querer la unión entre el Estado y la Iglesia, había mucho más: un totalitarismo como el que patrocinó en España Carl Schmitt, el protegido de Göring, el de la indisoluble unidad entre el Trono y el Altar y el de un Régimen político como una creatio a Deo, tan importantes para España, y que en los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo tanta vigencia tuvieron aquí (los privilegios inmatriculadores sobre inmuebles –se razonaba- si eran para el Estado, también, naturalmente, debería ser para la Iglesia (legislación hipotecaria española de 1944-1946, elaborada en aquellos tiempos por ilustres notarios al frente de la llamada Dirección General de los Registros y del Notariado).
IV
Lo que fue un teórico progresismo, caso de Jiménez en los años sesenta y setenta del pasado siglo, que posteriormente se convirtió en realidad eclesiástica (Concilio Vaticano II) y política (Transición española), luego, acaso, no sería tanto. Así, en el libro de José Jiménez Lozano Impresiones Provinciales (Cuadernos 2010-2014), correspondiente al año 2014, se escribe:
“Un previsible manejo de un gobierno regional que se llama laico, que es como aquí se llama al laicismo antirreligioso, amenaza con confiscar lisa y llanamente la catedral de Córdoba, antigua mezquita musulmana, mientras la “parte ecuménica” de ese laicismo propone que la catedral tenga culto islámico y cristiano. En cualquier caso, éste es un paso más en el repliegue de la Iglesia española. Un repliegue como el de un ejercito en derrota y casi a la desbandada…”.
Un conservadurismo luego de Jiménez Lozano pudiera haber sido la causa de tanta consideración que con él tuvo el denominado aparato eclesial, habiendo sido llamativa la presencia del Arzobispo de Valladolid en la localidad de Alcazarén, presidiendo las ceremonias fúnebres.
En Américo Castro, 25 años después, publicado en El País el 25 de julio de 1997, José María Ridao escribe: “El motivo último de cuanto escribió hasta el fin mismo de sus días, sólo consistió en desmentir una forma de relatar el pasado por las consecuencias que acarreaba para el presente”.
En cualquier caso y circunstancias, es bueno el recuerdo de Américo Castro y José Jiménez, como ejemplos de convivencia de españoles. ¡Qué razón tenía don Américo al decir a don José: “Su obra de amplitud espiritual es muy necesaria en un país tan poco interesado en convivir”.