"Se ha escrito tanto sobre Guayaquil en estos días como nunca en su historia" Anastasio Gallego: "Esto 'recién empieza' con más de 8.000 muertos"
"Cadáveres en las aceras porque nadie venía a recogerlos y se tornaban insoportables por el hedor; una amiga tuvo a su madre fallecida casi ocho días en una tina de baño con hielo esperando que se la llevaran..."
"Hasta la entrega de un cofre con las cenizas del pariente que a los pocos días llamó desde el hospital a su familia porque estaba vivo, o al que le indicaron la fosa del cementerio donde le habían enterrado y posteriormente le entregaron sus cenizas"
"Pero ahora no hay donde emigrar, excepto para los miles de ecuatorianos que ahora tienen ya pasaporte español y podrán tener al menos atención sanitaria"
"Pero ahora no hay donde emigrar, excepto para los miles de ecuatorianos que ahora tienen ya pasaporte español y podrán tener al menos atención sanitaria"
| Anastasio Gallego
Se ha escrito tanto sobre Guayaquil en estos días como nunca en su historia. Las fotografías que ilustraban los reportajes no podían ser más elocuentes. En poco más de un mes pasamos a estar en todos los noticieros del mundo.
A veces digo que los libros de García Márquez parecen tratados de matemáticas al lado de lo que hemos vivido y seguimos viviendo en Guayaquil: cadáveres en las aceras porque nadie venía a recogerlos y se tornaban insoportables por el hedor; una amiga tuvo a su madre fallecida casi ocho días en una tina de baño con hielo esperando que se la llevaran; enfermos que entraban en el hospital y nunca más han sabido de ellos; noticias de que se iban a hacer fosas comunes y luego aparecieron ataúdes de cartón prensado.
Todo ello hasta la entrega de un cofre con las cenizas del pariente que a los pocos días llamó desde el hospital a su familia porque estaba vivo, o al que le indicaron la fosa del cementerio donde le habían enterrado y posteriormente le entregaron sus cenizas.
En medio de esta locura, quien daba la información no era el ministro de salud, sino la ministra de gobierno. O conformar una “fuerza de tarea” con militares y policías para salir en camiones cerrados a buscar cadáveres muertos en domicilios particulares.
Y ahora, más o menos todo en relativo orden, y no habiendo los insumos de bioseguridad, el Ministro de Finanzas paga más de 350 millones de deuda de bonos a su valor nominal a tenedores locales y mundiales, al tiempo que el FMI, BID y otros entregarán millones de nueva deuda.
Acostumbrados a que cada día nos hablen de muertos, luego de casi dos meses en cuarentena… ¿qué va a comer la gente? En un país con casi un 40 por ciento de empleos informales del día a día; con empresas que están cerrando como cae el granizo; con empresarios que ven la ocasión de acabar con el sindicalismo, los contratos colectivos y las tablas salariales pactadas.
Y todos “oficialmente” en casa, oyendo que hay que lavarse las manos varias veces al día, en una ciudad en la que más del treinta por ciento de sus habitantes no tiene agua potable por tubería, ni alcantarillado.
Es cierto que no han faltado ni faltan empresas, organizaciones laborales y campesinas, Ongs, que se organizan para repartir alimentos. Pero esto no es un terremoto que en tres minutos devasta una o varias poblaciones, como nos ocurrió el 17 de abril de 2016. Esto “recién empieza” con más de 8.000 muertos (y los que vengan) y más de 40 días de paralización económico-productiva, empresas en quiebra, negocios cerrados, despidos (ahora llaman “desvinculación”) de trabajadores. La universidad de Cuenca – pública – habla de que tendría que despedir a más de 400 docentes por los recortes presupuestarios. Del Ministerio de Salud han despedido a más de 12.000 funcionarios y a los famosos héroes de los hospitales les quieren recortar un 20% de su sueldo y los contratados con motivo de la pandemia no les renovarán los contratos - dicen.
"Del Ministerio de Salud han despedido a más de 12.000 funcionarios y a los famosos héroes de los hospitales les quieren recortar un 20% de su sueldo"
¿Cómo vivimos este confinamiento? Primero cumpliendo con lo de quédate en casa. Y comenzar con “teletrabajo” de la solidaridad: informar, orientar, crear centros de acopio, conseguir dónde hay oxígeno (como decía el compatriota de Iquitos), conseguir cupo en hospitales, acompañar a amigos afectados desde el encierro, y pensar en cómo salir “de ésta”, en todos los aspectos: social, económica, políticamente y religiosamente. En esto último, se están cayendo muchos esquemas y modelos: tele-misas, tele-confesiones, tele-eucaristías.
Qué lejos queda aquella discusión que recuerdo haber tenido en Burgos, mientras estudiaba teología (1963) “de si se cumplía con el precepto dominical oyendo la misa en una Iglesia que no fuera parroquia” o “si quedaba consagrada una hostia que estuviera fuera del corporal”.
Pero hay para todos los gustos, desde bendecir una ciudad, con la custodia a bordo de un helicóptero, hasta la organización de un culto de oración en una plaza, organizada, dirigida y actuada por un grupo de la Policía Nacional con uniforme, al más puro estilo evangélico carismático.
Otra preocupación es la educación. Decía el Arzobispo de Guayaquil que de 29 escuelas y colegios agrupados en una red diocesana, sobre todo de barrios marginales, tendrán que cerrar por lo menos 10 por no poder sostenerlos. Otros se están organizando para pedir préstamos poniendo bienes de la iglesia como garantía. Pero unos préstamos a no más del 2% con años de gracia (lo “normal” son los préstamos para estudios al 18%). Por ello, se impone un repensar, con el papa Francisco, una “economía que mata”.
En este ambiente, como música de fondo, el Observatorio de la Dolarización denuncia que en este mes de abril han salido del país rumbo a paraísos fiscales más de 800 millones de dólares, lo cual hace temer que el dinero que envíe el FMI y sus compinches, no durará mucho en el país antes de irse dejando la deuda.
¿En este ambiente se puede pensar en la “resurrección”? Hemos pasado por un feriado bancario con incautación del dinero y casi 2.000.000 de emigrantes; la dolarización (pasar en horas de una moneda a 8.000 sucres el dólar, a 25.000) y el paso del neoliberalismo privatizador. Pero ahora no hay donde emigrar, excepto para los miles de ecuatorianos que ahora tienen ya pasaporte español y podrán tener al menos atención sanitaria.
¿Resucitar? Sí, pero con una Iglesia nueva y una sociedad nueva que debe salir de estos dolores de parto. Se notan los “brotes de olivo en torno a la mesa”, de un pan compartido en la ausencia de la comunidad reunida para ser sal (no un salero) y luz (no reflector enceguecedor) que guíe nuevas utopías. Como diría Tagore: “una flauta sencilla, recta, pero llena de música”.