Antonio Aradillas 'Años santos' y más

(Antonio Aradillas).- Proliferan, según algunos hasta desmedidamente, las concesiones y declaraciones de "Años Santos", a propósito de acontecimientos, ideas y lugares, por lo que presiento que cuantas reflexiones se dicten al filo de la buena voluntad, de la sensatez, de la teología y de la pastoral, contribuirán al mejor provecho de sus beneficiarios y de la edificación- construcción y educación de la fe cristiana.

. Como cuanto se relaciona con las indulgencias es de capital importancia en el planteamiento del tema, hay que referir catequísticamente, y en conformidad con los cánones 992-994 (CIC), lo siguiente:

1- "La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, que un fiel, dispuesto, y cumpliendo determinadas condiciones, consigue por mediación de la Iglesia, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad, el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos". 2- "La indulgencia es parcial o plenaria, según libere de la pena temporal por los pecados, en parte o totalmente". 3- "Todo fiel puede lucrar para sí, o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias, tanto parciales como plenarias".

. Sin necesidad de reseñar con santa y limpia extrañeza la terminología acusadamente judicial, y comercial a la vez, de los textos citados, hay que destacar que las concesiones jubilares de los "Años Santos" son de larga tradición en la Iglesia, mereciendo especial mención la labor ejercida por los Papas Bonifacio VIII (a. 1300), Clemente VI (a.1343), Urbano VI (a.1378) y Paulo III (a.1475). El periodo de los cien años requerido para tan generosa concesión jubilar, avalados por la visita-peregrinación a las basílicas romanas de San Pedro y San Pablo, con el tiempo se fue reduciendo a 50, a 33 y a 25, extendiendo Gregorio XIII (a.1575) a la Iglesia universal tal privilegio.

. Del "Privilegio Plateado" de los "catorce y cuarenta mil años de perdón", y lo del vaso de plata lleno de arena, correlativos sus granos a los de las indulgencias prometidas, es preferible guardar temeroso y vergonzoso silencio. Idéntico comportamiento hay que observar en relación con los "clérigos vagos", conocidos y reconocidos como los "mendatii, et figuli falsitatis" de los documentos, en idéntica proporción a no pocos "quaestatores o quastuari" - recaudadores-, cuya "santa" tarea alcanzaba y rebasaba toda clase de límites comerciales, simoníacos, traficantes y mendaces.

. Es justo reconocer que el "precio" -lucro o ganancia- "invertido" en las indulgencias, contribuyó a la construcción de catedrales, iglesias, refugios para peregrinos, hospitales, hospicios, diques, puentes y escuelas. De las indulgencias plenarias concedidas en los "Años Santos, al principio solo una vez en la vida -"semel in vita"-, se lucraban los peregrinos, si bien pudieron participar de tan pingüe beneficio a la hora de la muerte, es decir, "tam pro mortuis, quam pro vivis"

. Para el fraile agustino Martín Lutero, y su Reforma, un recuerdo eclesial agradecido y penitencial, por la labor ingente y purificadora ejercida a favor de la Iglesia del evangelio, aún en contra, y con la oposición, de sus representantes oficiales, beneficiados- ellos, y sus respectivas Órdenes Religiosas-, de las operaciones simoníacas en las compraventas aludidas.

. Los "Años Santos" y las indulgencias, tal y como hoy se siguen concediendo, dispensando y llevando a la práctica, precisan mayor y más rigurosa formación religiosa. No se trata de masivas y fervorosas manifestaciones a favor, y en proclamación, de y, por tanto, en contra de algo o de alguien. Tampoco se trata de enrolarse en programaciones turístico- viajeras en las que no importan los gastos y los gestos "non sanctos", en casi todo orden de cosas. Las misas- espectáculos, con rileros de mitras exóticas, colores, colorines y ritos fastuosos, eminentemente paganos, están de más en el organigrama penitencial de los "Años Santos".

. De la rentabilidad de los mismos a favor de las entidades organizadoras, de los responsables directos o indirectos, así como del sector empresarial turístico y hostelero que los anima, coordina y estimula, seria preferible ahorrarse comentarios en esta ocasión. Por ello doy por supuesto aceptar sus deficiencias, en ocasiones, otros tantos negocios, a cuenta del bien que religiosamente proporcionaran al pueblo de Dios, y a las personas de buena conciencia, a título de "socorro y favor espiritual que la Iglesia pone gratuitamente a disposición de sus hijos, para hacerles más fácil el cumplimiento de las penas contraídas con la justicia de Dios".

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