Antonio Aradillas Antología de impertinencias
(Antonio Aradillas).- El término "impertinencia" está rigurosa y académicamente relacionado con conceptos tales como "importunaciones molestas e insidiosas", "cosas que no vienen al caso" o que "molestan de palabra o de obra", "instancias porfiadas" e "impugnar sin argumentos las soluciones que han sido dadas".
"Atontamientos o flaquezas mentales, jangadas, torpezas, estolidezes, simplezas y ofuscaciones" se arropan también al abrigo gramatical de las "impertinencias", que sirven de referencias en el trazado de las reflexiones, que, dada su procedencia, origen y motivación, en este caso y ocasión, se califican como "episcopales".
La recopilación- recapitulación de algunas de ellas, a modo de antología, por muy misericordiosa que se intente hacer, es posible que levante susceptibilidades serias y "anticlericales", aun cuando para su justificación se aduzcan razonamientos enteramente "religiosos" en los que el sentido penitencial fuera su único y verdadero propósito.
1- El primer puesto de la antología le es adjudicado al Eminentísimo y Reverendísimo Don Juan Luis Cipriani, arzobispo actual de Lima, capital del Perú, quien, de modo similar a otros jerarcas de idéntico rango, expresó la idea de que "muchas veces la mujer se expone como escaparate provocador", con lo que se explican y justifican las violaciones sexuales contra las niñas". Transcurridos unos cuantos días se arrepintió de "declaraciones tan desafortunadas", enmarañándose en explicaciones convulsas, que lo único que demostraron fue que les habían sido impuestas por la "autoridad competente"
2- Otro Eminentísimo y Reverendísimo Cardenal, Sarah, Prefecto de la Curia Romana, acaba de manifestar una vez más su entusiasmo por la vuelta a las celebraciones de las Misas en latín y de espaldas al pueblo, en santa coincidencia con lo mandado por el concilio de Trento. En tan sacrosantos recintos vaticanos se rumorea que el mismo Papa Francisco, cansado ya de impertinencias tridentinas, está en disposición de mostrarle al purpurado otra tarjeta amarilla, es decir, la roja, y provocar su salida del territorio litúrgico.
3- En su "toma de posesión" de la diócesis Mondoñedo- Ferrol, su reciente obispo lamentó "no poder utilizar el gallego, por ignorar esta lengua", con promesa de aprenderlo cuanto antes", lo que provocó en sus oyentes y participantes en tan solemne ceremonia la lógica reacción de preguntar a quienes le nombraron el por qué no pensaron en un sacerdote gallego, que además de haberlo usado toda la vida, conocería en profundidad a sus diocesanos que habían de ser por él pastoreados...
4- El arzobispo de Dublín le reprocha nada menos que al Cardenal Raymond Burke recientes declaraciones en las que adoctrinaba al personal que "no hay duda de que el Islam, como Islam, lo que quiere, y pretende hacer, es gobernar sobre todo el mundo, no teniendo más fin que este..." Además de mostrar y destacar el relieve de las palabras del Papa Francisco, expresando que el Islam como tal es tan pacificador como pueda ser el Cristianismo", me ahorro reseñar descalificaciones entrelazadas por cristianos e islamistas contra la aseveración antológica de quienes siguen haciendo uso de la autoridad que les confiere la "sagrada púrpura cardenalicia", y de quienes les "premiaron" con tal "dignidad"
5- "La Iglesia es trabajo de todos y no solo de los obispos..." El obispo de Jaén adoctrinó de esta manera a sus nuevos diocesanos...¿Pero puede llegar a tanto la nesciencia pastoral de que "no solo los obispos", sino también los sacerdotes, los laicos y laicas, y aún los miembros de otras religiones, son también Iglesia, y su afincamiento, renovación y difusión es, por igual, misión y tarea de todos?
6- La letanía de impertinencias, interpretada por el Cardenal arzobispo de Valencia y por obispos sufragáneos de insignes poblaciones como Alcalá y Getafe y otros "auxiliares", con misteriosos títulos "in pártibus infidelium", es preferible no recapitularla, ni menos, recitarla o "rezarla", aquí y ahora, por reiteradamente obsesivas y aún provocadoras, pese a la buena intención "pastoral" que pueda haber inspirado su proclamación, poco o nada "franciscana".