"La prensa y quienes la servimos, no tenemos vocación de obispo" Balance de obscenidades
¡Señores obispos¡. La labor de los periodistas de EL PAÍS es -debiera haber sido- suya. De ustedes. Es decir, pastoral, propia, especifica y eminentemente episcopal, aún en el caso en el que la mitra, l incienso y sus “informadores religiosos” les dificulten vivir ya empadronados en “el mejor de los mundos”
En esta ocasión, a la definición académica de la palabra “obscenidad” –“grosería u ofensa al pudor”- se le desglosa el concepto y aplicación relacionados con el sexo, y se subraya que el “pudor “ también abraza , abrasa y se generaliza en otros ámbitos ético-morales de los que la Iglesia y quienes oficialmente la representan , es o intenta ser, por definición “palabra de Dios”.
Vaya por delante que la Conferencia Episcopal Española -CEE- acaba de adoctrinarles y exigirles a “los chicos de la prensa” de EL PAÍS “mayor rigor en sus acusaciones”. Por supuesto que institución y organismo tan sagrados.no muestran agradecimiento alguno “por los servicios prestados” con sus informaciones, a los obispos, a la sociedad , a la colectividad y a la profesión que ejercen con rigor y hasta con riesgos “en esta vida y en la otra”
Tampoco -que yo sepa- se les ha ocurrido a los componentes de la CEE y de la Comisión de medios de comunicación social, convocar en sesión urgente y apremiante, y esta vez sin incensarios, a los “informadores religiosos” en nómina para ejercer -ministerio- la autocrítica, con el obligado “réspice” , por no haber denunciado ellos , ya y a su tiempo, hechos tan relevantes y sabidos.
En tertulias y en los alrededores de los confesonarios, sin tener que comprometer para nada lo del “sigilo sacramental”, la noticia no dejaba de serlo. “Ah, le dije yo un día a un señor obispo, ¿pero también usted lo sabía?, con la humildosa contestación por su parte de que “hijo, también yo, lo sabía y más…”
¡Señores obispos¡. La labor de los periodistas de EL PAÍS es -debiera haber sido- suya. De ustedes. Es decir, pastoral, propia, especifica y eminentemente episcopal, aún en el caso en el que la mitra, l incienso y sus “informadores religiosos” les dificulten vivir ya empadronados en “el mejor de los mundos”, tal y como algunos de ellos quisieran o manifiesten querer, aunque “sembrados” todavía en sus respectivas sedes y el báculo vigilante.
La prensa y quienes la servimos, no tenemos vocación de obispos. Ni queremos tenerla, y menos tal y como han estado y siguen estando “las cosas” de la Iglesia. Si bien es verdad que el papa -este papa- quiere líos –, los antecesores jamás fueron devotos de las “situaciones agitadas o embarazosas “, que generan los líos, es decir, el Evangelio.
Precisamente al obispo, “vigilante” por definición, habrían de sobrarles razones y medios para haber finiquitado parte onerosa de las noticias desveladas por los colegas de EL PAÍS , a quienes significativamente, desde aquí, ahora, y por eso, no les auguro posibilidad alguna de que sean premiados en las próximas convocatorias de los “¡Bravos”¡, a no ser que tales premios sean troquelados por otros, con el tímido sobrenombre de “¡Mansos ¡” ,e a cuya definición se refiere asépticamente la RAE como “una persona que es suave o dócil en la condición o en el trato”. Los colegas de EL PAIS se han limitado a informar.
Actitudes de penitencia, arrepentimiento y disponibilidad de cambios inmediatos – y ¡caiga quien caiga¡-y con misericordia-, leyes y santo Evangelio en las manos , no parecen haber resplandecido ejemplarmente en el “acuse de recibo” de las citadas informaciones, procedentes de medios, fácil e ignominiosamente catalogables como “impíos y blasfemos”
El balance de obscenidades “religiosas” en España ha sido y es de Apocalipsis. Oficialmente la Iglesia -CEE- se ha cerrado en banda y los “malos” son los de siempre, por publicar lo que publican “sin censura eclesiástica”, así como los “buenos” – con prevalente inclusión de los “informadores religiosos”- también son los de siempre y estos, o no publican nada o casi nada, o solo lo que no perjudique los intereses, aún no espirituales, de sus respectivos obispos o de la CEE.
El pecado-pecado de la obscenidad, no está en su revelación y publicación, sino en el comportamiento de quienes de alguna manera,- por acción u omisión- no impidieron acciones y comportamientos inimaginables en cualquier institución y menos en la de la Iglesia, a cuyo Concordato es preciso ya colocarle , con santa y salutífera transparencia, la fecha de caducidad.
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