Antonio Aradillas Bolas negras

(Antonio Aradillas).- Los canónigos tienen mala prensa. Fue, y es, uno de los colectivos eclesiásticos más denostados y oprobiados. El diccionario de la RAE sigue contribuyendo con sus definiciones a tarea tan proterva, y frecuentemente injusta.

"Oficio o empleo muy ventajoso", con referencias explícitas a "prebenda", es una de sus acepciones predilectas. Otra es "beneficio concedido de forma arbitraria", En femenino, -"canóniga"- significa "la siesta que se duerme antes de comer".

El lenguaje popular avala con generosidad, alevosía y anticlericalidad el sentir académico, y la obesidad, la pereza, el dulzor chocoloteado, la calidad y esplendidez de la "buena mesa", la "dignidad ilustrísima", los ribetes rojos de sotanas y ornamentos , las distinciones litúrgicas y para- litúrgicas, los privilegios clericales y la cercanía y participación directa en las curias, agigantan su figura sobre la del resto de los sacerdotes párrocos, coadjutores o capellanes, y aún de los religiosos y frailes.

El Código de Derecho Canónico, sobre todo en las últimas formulaciones a favor del obispo, tampoco favorece la imagen de los miembros de los antiguos cabildos catedralicios, habiendo limitado hasta la extenuación prerrogativas muy importantes y tareas de relevancia en la administración de las diócesis.

"De fuentes generalmente bien informadas" al servicio del bien de la colectividad pastoral, del buen nombre de la institución eclesiástica, y por motivaciones estrictamente religiosas, me acaban de llegar referencias capitulares dignas de ser conocidas por el resto del pueblo de Dios , directamente implicado y comprometido en su mejor ordenamiento.

En la Extremadura metropolitana eclesiástica se comenta con énfasis la noticia de la elección de uno de los miembros del cabildo de la catedral pacense, con mención, por su originalidad, en el sistema seguido en la actuación capitular y la resolución definitiva e irrevocable al dictado del arzobispo- obispo. Me ahorro la cita de los nombres y apellidos de este y de los capitulares, - con los cargos y misiones que les están encomendadas-, por la sencilla razón de que el acceso a los mismos es técnicamente fácil, por constar así en los directorios oficiales, ahorrándome a la vez la referencia a adjetivaciones superlativas de "ilustrísimos", "excelentísimos", "reverendísimos" y "muy ilustres señores" y tantas otras titulitis ociosas, nada evangélicas, vanidosas y paganas, que en la actualidad tan solo generan en el "pueblo fiel" hilaridades, risas, o lágrimas, según.

Consultado el cabildo acerca de las conveniencias- inconveniencias, y ventajas- desventajas de que un sacerdote diocesano concreto, con incontenibles deseos y
aspiraciones a canónigo, llegara a conseguir su propósito, el arzobispo, recabó de sus miembros en activo que manifestaran su criterio. Para ello, habrían de servirse de bolas negras y blancas, siguiendo el mágico ritual vigente en tiempos y costumbres solemnemente pretéritas. Todos los miembros del cabildo, sin ninguna excepción, optó por colmar de bolas negras el recipiente, sin la más remota posibilidad de que se cuestionara, o pusiera en duda, el rechazo, siendo previsible que la determinación estaba avalada por el bien del pueblo de Dios y respondía a la reflexión y análisis propias de personas responsables y al exclusivo servicio de la Iglesia. Esto no obstante, el señor arzobispo, prescindiendo de "asesoramientos" y dictámenes, firmó el nombramiento a favor del nombre recusado por las bolas...

Las preguntas que se formularon, y formulan, son muchas, con repuestas urgentes y, a ser posible, satisfactoria para todos o, al menos, para la mayoría. ¿A qué se debió tal ceremonia? ¿Fue tan solo una farsa, o un remedo de la idea y del comportamiento que se registra en la Iglesia jerárquica, en procedimientos relacionados con la "malhadada" democracia? ¿Por qué el sistema que se aplicó y aplica en el nombramiento y mantenimiento de todos, y de cada uno de los obispos- arzobispos, es el de la " dedocracia" del Nuncio de S.S., del presidente de la Conferencia Episcopal o de los representantes de determinadas "políticas" que se dicen religiosas, y que están ya expuestas a que, con documentación y sentido eclesial, sean algún día reveladas?

¿Cómo se nombraron, y se nombran, hoy los obispos en España? ¿Cuáles son los criterios que se siguen? ¿Hasta cuando los propios miembros de los cabildos catedralicios tendrán que seguir enterándose "por la prensa" del nombramiento de sus respectivos obispos, sin ninguna intervención por su parte, sabedores además de los manejos -sí, manejos- que a veces los inspiraron y los decidieron?

Como en otras situaciones de relieve e importancia jerárquicas, personalmente celebraría en este caso tener que corregir esta información "por parte de quienes corresponda".

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