Tras el saludo a las víctimas del nuevo presidente y vicepresidente del Episcopado español ¿Cambio de actitud sobre la pederastia en la Conferencia Episcopal Española?
"Durante la misma asamblea plenaria del episcopado se produjo un importante cambio de actitud que corrigió la amnesia y el desdén anteriores hacia las víctimas. El 5 de marzo fueron elegidos Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, y el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, presidente y vicepresidente de la CEE respectivamente. Tras su elección mantuvieron un cariñoso encuentro con las diferentes asociaciones de víctimas que seguían a la puerta de Añastro"
"Las víctimas acogieron agradecidos el gesto y valoraron positiva y esperanzadamente el dicho cambio. Ahora bien, se mostraron cautelosas tras conocer el talante conservador de la nueva Comisión Ejecutiva del episcopado elegida en la asamblea y al saber, como sabían, que el nuevo presidente Luis Argüello es, hasta ahora al menos, uno de los mayores negacionistas del episcopado español"
| Juan José Tamayo
“Miremos adelante dejando el pasado en manos de Dios”. Así se despidió el cardenal Juan José Omella de la presidencia de la Conferencia Episcopal Española (CEE en un discurso con citas de Juan Pablo II y la afirmación solemne “cum Petro et sub Petro”. Dejaba clara así su adhesión al Papa Francisco cuando no fue así en el cumplimiento de sus directrices imperativas en relación con los agresiones sexuales a menores en la Iglesia católica. La CEE fue una de las conferencias episcopales más reticentes y retrasadas en las investigaciones.
En el discurso no se refirió ni una sola vez al “crimen vil” de la pederastia, como lo ha calificado el papa Francisco, ni a las víctimas ni a sus depredadores. ¿Se protegía así de toda responsabilidad en su gestión de la pederastia muy criticada por propios y extraños, sobre todo por las víctimas, dejando el juicio en manos de Dios, pasando por la historia como por brasas?
No era la primera vez que el cardenal Omella eludía su responsabilidad ante tan graves hechos dentro de la Iglesia católica como la agresiones sexuales contra niños, niñas, mujeres, adolescentes y jóvenes indefensos por parte de miembros del cuerpo eclesiástico: sacerdotes, profesores de colegios religiosos, padres espirituales y formadores de seminarios y noviciados, capellanes, superiores y superioras de congregaciones religiosas, directores de escolanías, confesores, responsables de campamentos, e incluso obispos, arzobispos y cardenales acusados de complicidad con los pederastas al no sancionarlos conforme a la gravedad del delito, guardar silencio, encubrirlos y no denunciarlos a la justicia.
Ya eludió dicha responsabilidad públicamente ante los numerosos medios de comunicación que le esperaban a la salida del encuentro al que el Papa había convocado a una reunión extraordinaria a los obispos españoles en el Vaticano para tratar precisamente de la pederastia en el seno de la Iglesia católica. En la rueda de prensa posterior a la reunión el cardenal Juan José Omella dijo que no habían tratado el tema y que el Papa no les había tirado de las orejas. Si las cosas fueron así, se demostraba una grave irresponsabilidad ante tamaño escándalo que estaba generando un descrédito mayúsculo en la Iglesia católica. Si lo trataron y no dieron cuenta de ello, era una prueba más del ocultamiento y del silencio que venían practicando tiempo atrás. En cuyo caso, el silencio se convertía en delito: ¡delito de silencio!
“A las víctimas las recordamos siempre”, respondió Juan José Omella a preguntas de los medios de comunicación tras su último discurso en la inauguración de la Asamblea Plenaria de la CEE el pasado lunes, 4 de marzo. A la puerta de la sede episcopal en la madrileña calle de Añastro se concentraban pacíficamente ese día personas de varias asociaciones de víctimas de la pederastia religiosa con pancartas. Denunciaban las humillaciones de las que han sido objeto durante décadas, acusaban a la CEE de minimizar los casos de pederastas y de víctimas en su informe “Para dar luz”, en el que no aparecían 325 casos de congregaciones y diócesis entregados al Defensor del Pueblo, y exigían reparación conforme a la gravedad de los delitos cometidos. Solo el obispo de Bilbao, Joseba Segura Etxezarraga, se detuvo y se dignó conversar con ellas. El resto pasó de largo, algunos sin siquiera mirarlas, como he podido comprobar en algunas fotos.
La escena me recuerda la parábola del Buen Samaritano con la que Jesús respondió a la pregunta de un maestro de la ley: “¿Quién es mi prójimo?”. Ante la persona malherida de la parábola el sacerdote y el levita se desviaron del camino y pasaron de largo. Solo un samaritano -considerado hereje para los judíos-, movido a compasión, le atendió, le curó las heridas, le subió a su cabalgadura, le llevó al mesón y le cuidó. “Hacer tiempo para quienes sufren”, afirma el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti, es la nueva forma de com-pasión, que los obispos, salvo uno, no practicaron.
"Teniendo a las víctimas a la puerta, lo correcto, lo evangélico, lo cristiano, lo ético, lo humano era que los obispos las hubieran invitado a entrar en el aula episcopal para exponer los dolorosos testimonios de las agresiones sexuales sufridas"
Teniendo a las víctimas a la puerta, lo correcto, lo evangélico, lo cristiano, lo ético, lo humano era que los obispos las hubieran invitado a entrar en el aula episcopal para exponer los dolorosos testimonios de las agresiones sexuales sufridas, la soledad con la que las han vivido, las secuelas psicológicas dejadas en el cuerpo y en la mente y la revictimización cuando sus testimonios no eran creídos. Era la oportunidad para escucharlas, creer sus relatos, co-sentir com-pasión, pedirles perdón y comprometerse en su presencia a reparar los daños causados. Pero no, prefirieron hacer la vista gorda y darse prisa para entrar en el aula episcopal y elegir a los nuevos cargos directivos de la CEE. Burocracia frente a com-pasión. De nuevo un jarrón de agua fría en el invierno eclesiástico que están sufriendo las víctimas de la pederastia.
La despedida del cardenal Omella como presidente de la CEE no parecía precisamente un acto de memoria histórica de las víctimas de la pederastia, ni de los hombres, ¡ni de las mujeres! Insisto en el caso del olvido de las mujeres víctimas de agresiones sexuales en las parroquias, las congregaciones religiosas masculinas y femeninas, etc. A ellas no se las suele citar, de ellas no suele hablarse. Y ya sabemos que de aquellas personas de quienes no se habla no existen. Y claro que existen. Lo que pasa es que las agresiones sexuales contra las mujeres en la Iglesia católica pasan a segundo término en un acto de memoria amnésica patriarcal, como sucede en otros ámbitos de la vida. ¡La solución de los problemas de las mujeres pueden esperar! Siempre la misma cantinela convertida en ley por el patriarcado.
Cabe reconocer, en honor a la verdad, que durante la misma asamblea plenaria del episcopado se produjo un importante cambio de actitud que corrigió la amnesia y el desdén anteriores hacia las víctimas. El 5 de marzo fueron elegidos Luis Argüello, arzobispo de Valladolid, y el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, presidente y vicepresidente de la CEE respectivamente. Tras su elección mantuvieron un cariñoso encuentro con las diferentes asociaciones de víctimas que seguían a la puerta de Añastro.
Las víctimas acogieron agradecidos el gesto y valoraron positiva y esperanzadamente el dicho cambio. Ahora bien, se mostraron cautelosas tras conocer el talante conservador de la nueva Comisión Ejecutiva del episcopado elegida en la asamblea y al saber, como sabían, que el nuevo presidente Luis Argüello es, hasta ahora al menos, uno de los mayores negacionistas del episcopado español, que, negando la evidencia, redujo los casos de pederastia a “unos pocos”, mostró su oposición a abrir los archivos de las diócesis, apelando a los Acuerdos con la Santa Sede, calificó de parciales y no contrastados los informes del diario El País -que el propio periódico envió al Vaticano y al presidente de la CEE-, consideró discutido y discutible el Informe del Defensor del Pueblo y llegó a decir que “no estamos por la labor de hacer investigaciones sociológicas y estadísticas, sino conocer a cada víctima y posible agresor con nombres y apellidos”. Tal actitud contrasta con el documento del papa Francisco de 2019 “Vosotros sois la luz del mundo”, que obliga a denunciar cualquier presunto abuso sexual o de poder por parte de un clérigo y exige celeridad en las investigaciones preliminares.
Tras tales antecedentes, ¿se producirá el milagro? ¡Ojalá! Siempre es posible la conversión. Todavía estamos a tiempo, sobre todo en Cuaresma, momento litúrgico en el que nos encontramos, el más propio de la conversión y de creer en el Evangelio, como recuerda el Evangelio de Marcos: “El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando. Convertíos y creen el evangelio” (Marcos, 1,15). ¡Vamos a esperar!
Juan José Tamayo es teólogo de la liberación. Su último libro es Pederastia. ¿Pecado sin penitencia? (Erasmus, 2024).
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