Guillermo Gazanini Espinoza Capellán de antigua Basílica de Guadalupe en defensa del Papa

(Guillermo Gazanini Espinoza).- Francisco enfrenta desafíos inconcebibles que pretenden resquebrajar la unidad de la Iglesia. Cuatro cardenales han manifestado el rechazo al Santo Padre ante "posturas poco claras" de la Exhortación Amoris Laetitia, modernos integristas quienes no han dudado en poner al Papa como amateur de la doctrina que dinamita los cimientos inconmovibles de la ortodoxia. Cuatro cardenales considerados rebeldes ponen un ultimátum al sucesor de Pedro acusándolo de crear confusión y escándalo.

No obstante se han levantado opiniones defendiendo al Papa o bien poniéndose del lado "rebelde" - o más bien reaccionario- a través de una defensa celosa de la ortodoxia que descarta cualquier pretensión pastoral y de misericordia. En México han sido pocas voces de opinión equilibrada del conflicto entre consejeros papales contra el Papa mismo. El juicio del público es formado por los comentarios, ligeros y poco analíticos, del problema que nos ocupa.

Sin embargo, llama la atención un post del capellán del Templo expiatorio a Cristo Rey, la antigua Basílica de Guadalupe de la Arquidiócesis de México, el padre Adrián Huerta Mora. A través de Facebook manifestó un comentario provocador y bien fundado, a pesar de su brevedad, que causará prurito a los contrarios del Papa Francisco que también existen en México. El lector se preguntará por qué este comentario podría ser importante.

A mi juicio hay dos razones. Se trata del capellán de uno de los recintos más importantes dedicados a la expiación y penitencia en la República mexicana; por lo tanto, el padre Huerta Mora tiene una responsabilidad especial para ser pastor dedicado a dar razón de la misericordia y vencer el descarte que, en ocasiones, los fieles sufren aún en la misma Iglesia cuando obispos, presbíteros y otros ministros no ejercen el consejo oportuno y atención caritativa.

Y, finalmente, por servir en un lugar no sólo de gran peso histórico, también es un foco de altísima espiritualidad que, a lo largo de los siglos, ha visto el paso de millones de peregrinos mientras albergó la bendita imagen de Guadalupe y hoy por ser el lugar, dentro del complejo mariano más importante de América, donde se muestra el amor y perdón de forma permanente a través de la adoración al Santísimo Sacramento del altar y la experiencia de la misericordia por el sacramento de la penitencia. El siguiente es el post publicado el 30 de diciembre.

¿Qué haría Jesús hoy con los divorciados vueltos a casar y otras irregularidades?

Se requiere un empeñado esfuerzo intelectual, y a eso nos invita o "provoca" el Santo Padre Francisco; "provocación" que exige esa necesaria colaboración de teólogos y pastores en la reflexión, para lograr un "camino posible" de integración teológica y pastoral, que integre en la Iglesia, aun sacramentalmente, a los divorciados vueltos a casar, y similares, en el discernimiento de cada caso.

Es muy y más fácil aplicar los cánones a rajatabla contra todos, que ponerse a trabajar con gran caridad pastoral y prolongada paciencia apostólica en la escucha y acompañamiento de cada situación peculiar, a fin de discernir la voluntad de Jesús de cómo integrar a su Iglesia, incluso sacramentalmente, a cada persona desde su fragilidad.


Es muy fuerte la "provocación" del Papa Francisco en el capítulo VIII de AMORIS LAETITIA, pero en ningún momento está modificando de hecho la disciplina sacramental de la Iglesia, porque en esto que Su Santidad provoca y propone hay unidad intrínseca entre doctrina y pastoral, y por lo tanto está en continuidad con el Magisterio de la Iglesia. Lo que busca el Santo Padre es interpelarnos y levantarnos de nuestra "modorra" o "desesperanza" pastoral, teológica y hasta canónica, hacia los divorciados vueltos a casar y otras circunstancias de irregularidad matrimonial. Y creo que lo están logrando muy bien, por ahora, en cuanto a provocación e interpelación, el número 305 y la nota 351 de esta Exhortación.

En el número 305 el Papa nos pide a los pastores tomar en cuenta en el discernimiento los "condicionamientos" o "factores atenuantes", la imputabilidad del sujeto moral: la materia grave del pecado y su conocimiento y consentimiento plenos. Y no dar por hecho y derecho que todos los divorciados vueltos a casar y demás irregularidades, tenían o tienen conciencia de pecado grave y por lo tanto condenarlos para siempre a sobrevivir en su "perversidad" desentendiéndonos de ellos y dejando que se las arreglen solos y como puedan para salvarse.

Y en la nota 351 el Papa no nos habla directamente de la comunión sacramental, más bien se refiere en general a la "ayuda de los sacramentos" y en ciertos casos. El Papa sigue, entonces, la práctica sacramental de los cánones 915 y 916, que, en caso de haber conciencia de pecado grave, no debe recibirse la Sagrada Comunión hasta haberse confesado sacramentalmente.

En cuanto al auxilio de los sacramentos, aquí bien aplica la "comunión espiritual" -que brota de la sacramental-, a los divorciados vueltos a casar y otros, que podría darles el mismo efecto, según su conciencia y su ardiente deseo de experimentar el amor siempre misericordioso de Nuestro Señor Jesucristo.

El Santo Padre, pues, no está en error porque no está proponiendo soluciones pastorales "creativas" contrarias a la doctrina de la Iglesia, ni ha modificado la disciplina sacramental canónica, pretendiendo apelar a las meras "circunstancias" para determinar "excepciones a la norma moral", lo cual sí sería un gravísimo error.

Qué bueno que el Santo Padre nos está interpelando y provocando, desde cardenales hasta presbíteros, a vencer la desesperanza en la delicada e "intocable" urgencia de la atención pastoral especial, de hecho y derecho, a los divorciados vueltos a casar y las diversas irregularidades morales de las familias.

Su Iglesia no la fundó Cristo para ángeles sino para pecadores llamados a un proceso de conversión.

Que el Espíritu Santo siga guiando al Santo Padre Francisco, que nos impulse a cansarnos trabajando en comunión con él para la salvación eterna de todos.

Pbro. Adrián Huerta Mora, capellán.

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