"La coherencia evangélica es clave para ser pastores y no vividores de Dios" Carta a los Obispos españoles: Una reflexión de nuestra vida cristiana desde la Semana Santa
"Me dirijo a todos ustedes en los días que estamos celebrando y recordando los once años de pontificado del papa Francisco. Todo aniversario nos invita a hacer memoria de lo que hemos vivido, dónde estábamos y cómo estamos de cara al futuro"
"Ojalá ustedes y yo podamos vivir la Semana Santa como transformación personal ante este mundo de la inmediatez que, por momentos, parece que vaya a perecer, a derrumbarse sin remedio"
| José Miguel Martínez Castelló*
Excelentísimos y reverendísimos señores:
Me dirijo a todos ustedes en los días que estamos celebrando y recordando los once años de pontificado del papa Francisco. Todo aniversario nos invita a hacer memoria de lo que hemos vivido, dónde estábamos y cómo estamos de cara al futuro. Esta misiva no tiene ningún tinte acusatorio. De forma magistral alertaba el gran Montaigne en sus Ensayos lo siguiente: “Hago decir a los otros lo que yo no soy capaz de decir tan bien, sea por la debilidad de mi lenguaje, sea por la debilidad de mi juicio”. Todo aquello que aquí pueda expresarles me lo exijo, en primer lugar, a mí mismo y, por ende, y en la misma medida, a ustedes, porque no son unas personas más, son mis hermanos en la Fe y en Cristo resucitado, claves y referentes en la andadura y la misión de la barca de la Iglesia a la que pertenezco y amo profundamente.
A diario evito caer, con poco éxito, en las acusaciones que recorren el evangelio en boca de Jesús hacia escribas y fariseos, donde decían lo que no hacían. Ténganme, pues, por un hermano suyo, un simple servidor en la viña del Señor, como afirmó el papa Ratzinger el día que fue elegido, a través de mi familia, de mis clases como profesor de filosofía, psicología y religión y voluntario de prisiones en la Pastoral penitenciaria de Valencia.
Les escribo desde una honda preocupación por los tiempos que vivimos. A nivel internacional se vierten sobre nosotros nubarrones de todo tipo, injusticias, desigualdades, guerras injustas y espurias, el desafío tremendo y único de la digitalización del mundo y la inteligencia artificial sobre nuestras conciencias. Cuando Francisco expresó al principio de su pontificado que no estábamos ante una época de cambio, sino ante un cambio de época se adelantó a una gran parte de la cultura y de la intelectualidad. La Iglesia aquí tiene un papel crucial, ustedes y yo, todos nosotros tenemos que dar, desde nuestros ámbitos profesionales, familiares y vocacionales, lo mejor de sí mismos desde la luz del evangelio.
Por otra parte, a nivel europeo y español, la polarización política y el enfrentamiento es cada vez mayor. Fíjense en nuestro Parlamento, en el espacio de la voluntad popular, se omiten de forma sistemática los problemas, como diría Unamuno, del hombre de carne y hueso, por los que las gentes sangran y sufren. Y la paradoja la tenemos ante nuestras narices a nivel de Iglesia porque eso que respiramos a nivel político lo sentimos de forma similar a nivel eclesial. Se han apoderado de nosotros los demonios del insulto y la calumnia, de la ofensa y la acusación gratuita diaria.
Llegar a expresar y desear la muerte de Francisco es el culmen y la demostración que la Iglesia se ha mundanizado y ha dejado, en parte, solo en parte, de ser la barca de Cristo. ¿Nos lo podemos seguir permitiendo? ¿Cómo exigir al mundo un cambio si asumimos los esquemas y las acusaciones de ese mismo mundo? Yo, el primero. Y a donde me gustaría llegar: ¿cómo vamos a vivir esta Semana Santa para asumir la Pascua de la Resurrección en nuestra historia? No les voy a decir nada que no sepan, pero me gustaría contarles, en forma de recordatorio, una experiencia que viví hace unos días.
El pasado 7 de marzo, mi hermandad, el Prendimiento de Jesús de Torrent (Valencia), se reunió para acudir a una conferencia que dio el padre dominico Martín Alexis con un sugestivo título: “Desatadme las manos: necesito seguir amando”. El Padre Martín partió desde el pasaje evangélico de nuestro paso, que es cuando Judas entrega a Jesús con una pregunta que nos rompió el paso: ¿qué le dolió más a Jesús, ser traicionado por uno de sus discípulos o que ataran sus manos, las de un inocente acusándolo como un malhechor y un delincuente?
Los hombres hemos atado las manos al hijo de Dios, al mismo Dios, y haciéndolo hemos llevado a cabo lo que Nietzsche, 2.000 años después, calificó como la muerte de Dios. Nosotros lo hemos matado, lo hemos condenado, lo hemos atado porque seguimos matando, condenando y atando a personas inocentes e indefensas. ¿Qué hacer entonces ante la toda poderosa lógica de la exclusión que practica el mundo? Lo tenemos fácil. Acudamos a las manos de Jesús, a sus manos, a las nuestras y desde ahí hacer posible y real el Reino de Dios en la tierra.
-Manos ofrecidas. Jesús, en la última cena, ofrece el pan de vida desde una actitud de apertura a los demás sin ningún tipo de condición. Nunca vivió y vive con las manos cerradas para defenderse, las dona y las regala. ¿Qué ofrecen ustedes? ¿Y para qué ofrecen sus manos? Yo les puedo decir que, en ocasiones, más de las que me gustaría, mis manos no se ofrecen, sino que son arrojadas como piedras para herir. Por desgracia, en la Iglesia todavía veo manas clausuradas, detenidas por las diferentes cuerdas de la incomprensión y del señalamiento a las personas que son diferentes y que no entran en los cánones tradicionales. Ofrezcamos vida, esa es su obligación como pastores y mía como seguidor de Cristo.
-Manos juntas. Jesús ora siempre, en cada momento importante de su vida se dirige a Dios. El Padre Martín señaló que juntar las manos para orar es la fuerza de los pobres, de los que sólo tienen a Dios como defensa. ¿Qué nivel de oración y silencio tienen ustedes? ¿Qué vida espiritual alimenta, trabajan y proyectan? ¿Su Fe es la cuerda de transmisión de un mero rito más? Su responsabilidad es enorme para que hagan de la Iglesia una realidad orante, no por capricho, sino porque la fuerza que Jesús tomaba de Dios provenía de la oración. Si necesitamos a Dios, accedamos a Él a través del silencio que representa nuestra pobreza ante el pecado, ante los errores que nos persiguen, pero que no tienen la última palabra por la misericordia del Padre.
-Manos no violentas. Cuando lo prendieron, Jesús se entregó libremente. Sus manos no violentas han hecho realidad la opción del perdón. Y sus manos, las mías, ¿están dispuestas a perdonar? La Semana Santa es un recorrido de perdón, de asumir las faltas de la otra persona, aunque me abran en canal. Resulta incomprensible cómo la prensa internacional no se ha dado cuenta ni entendido las palabras de Francisco sobre la rendición de Ucrania. El Papa analiza e interpreta el mundo desde la lógica de Dios, ¿no es el sucesor de Pedro? ¿No caemos en la cuenta que sirviendo a la Iglesia de Cristo no sirve a ningún interés particular? Deseo que ustedes sean ejemplos de perdón, de renovación, de otras oportunidades. La coherencia evangélica es clave para ser pastores y no vividores de Dios.
"El sí a Jesús implica decir sí a aquellos que viven sin red, sin ayudas, a los que no se les aplican amnistías políticas y pagan hasta el último céntimo de sus actos"
-Manos libres. “Sí, yo soy”, delante de los diferentes tribunales, el religioso y el político, ante Caifás y Pilato, no tiene temor de responder porque, aunque con las manos atadas, no deja de ser un hombre libre, puesto que dice la verdad, asume la realidad hasta sus últimas consecuencias, a pecho descubierto. ¿Nos avergonzamos de la verdad de nuestra Fe? ¿Expresamos convicciones y creencias que van contra el sentir mayoritario de la sociedad, que resultan hoy contra culturales? ¿Afirmas con tranquilidad que el aborto jamás puede ser un derecho, sino un asesinato? Recordemos el argumento de Francisco a través de una pregunta: ¿contratarías a un sicario para resolver un problema? Tema complejo donde los haya.
¿Señalas los grandes errores de la Iglesia, pero no para destruir, sino para construir? Y al mismo tiempo, ¿defiendes el papel ineludible y único que desempeña la Iglesia en cuanto a atención y justicia social? Pero el sí a Jesús implica decir sí a aquellos que viven sin red, sin ayudas, a los que no se les aplican amnistías políticas y pagan hasta el último céntimo de sus actos. Ser voz de los sin voz, de los vulnerables en relación con los poderosos, resulta incómodo, claro, pero ahí tenemos la cruz. Les pido con total humildad que hablen claro, que no teman, que sean coherentes y precisos y ante la duda, evangelio, evangelio y más evangelio, esto es, Cristo.
-Manos amigas, generosas y tiernas. Simón de Cirene, María y la Verónica, respectivamente personifican las virtudes de la amistad, la generosidad y la ternura. Aunque se niegue en un principio ante la comitiva romana, Simón mira a los ojos de Jesús y encuentra ahí la inocencia y la pureza. El mayor acto de amor es dar la vida por los amigos, es estar ahí, al pie del cañón, pase lo que pase. Por ello la generosidad de María, porque su Hijo la convierte en la madre de la Humanidad, de todos los sufrientes y desamparados, sin excepción, acabando en la necesidad de la ternura. Verónica acude a Jesús y lo acoge en su tortura, los ojos ensangrentados se iluminan hacia el rostro de esa muchacha joven que vivirá de una forma plena.
-Manos desnudas. Jesús ha sido despojado de su dignidad, le quitan las ropas y lo muestran desnudo, al hijo de Dios, sin cueros, sin defensa, sin apoyos, sin un ejército de fieles seguidores que lo apoyen hasta la muerte. Ahí está, solo, ante el pecado de toda la humanidad que ha condenado, condena y condenará a miles de inocentes. Sus manos están desnudas de apariencia y de juicios de rencor. Y tus manos, sus manos, las mías y las tuyas, ¿cómo están, libres de rencor, llenas de venganzas y de ascensos personales para seguir el proyecto del poder de mi apariencia?
En la cruz, sus brazos están tendidos, abiertos, también sus manos, ¿qué ofrecemos cada día al levantarnos? ¿qué experimentan los demás de nosotros? Jesús lleva más de 2.000 años clavado en la cruz, con los brazos y las manos abiertas en actitud de acogida y de perdón. Puede sonar idílico, pero es la realidad del Dios encarnado, esa es su historia, aunque suene paradójico, a Dios le importamos, somos su historia y su biografía.
Ojalá ustedes y yo podamos vivir la Semana Santa como transformación personal ante este mundo de la inmediatez que, por momentos, parece que vaya a perecer, a derrumbarse sin remedio. Todos los tiempos han sido difíciles, a Jesús lo crucificaron. Sin embargo, es una constante histórica que ahí donde se ha excluido y se ha violado de forma sistemática la dignidad de la persona, la civilización ha dado paso a la barbarie. Jesús de Nazareth, ese humilde carpintero de Galilea, nos dio la solución: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. La Pascua es la victoria del amor como el hilo conductor y vertebrador en la vida de las personas. Que podamos convertirnos en cristos cotidianos y nuestras manos en una simple y hermosa huella de la presencia de Dios en el mundo. Así sea.
Con estima, admiración y respeto,
José Miguel Martínez Castelló*
Doctor en Filosofía y profesor de Filosofía, Religión y Psicología del Patronato de la Juventud Obrera (PJO) de Valencia
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