Josep Miquel Bausset Ceuta y Lampedusa

(Josep M. Bausset).- Han sido quince los inmigrantes que han muerto en la frontera de Ceuta. Las inhumanas vallas de Ceuta y de Melilla, con las concertinas afiladas, se han convertido en unos elementos de violencia, para impedir el paso de los inmigrantes a estas ciudades. Por eso, el gallego Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger, unos días antes de Navidad denunciaba con valentía evangélica, esta medida del Gobierno español: "Por favor, poned también minas antipersona y taques".

También el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, José Mª Gil Tamayo, criticó las concertinas de estas vallas. Y el obispo emérito de Málaga, Ramon Buxarrais decía: "Las fronteras son las cicatrices de la historia. No habrían de existir". Y es que la Iglesia siempre se ha hecho solidaria de tantas y tantas tragedias que afectan a los hombres y a las mujeres de hoy y de siempre.

Cuando el pasado mes de julio el papa Francisco fue a Lampedusa, calificó de vergüenza el tracto que el mundo "civilizado" da a los inmigrantes, muchos de los cuales llegan muertos a las costas de Europa: "¿Quién es el responsable de la sangre de nuestros hermanos? Hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita", debido a la "globalización de la indiferencia".

A las vallas de Melilla y de Ceuta, paradójicamente, es el ministre del Interior, Jorge Fernández Díaz, que se proclama a los cuatro vientos católico converso, quién no tiene escrúpulos en mantener una medida tan inhumana.

Desde siempre, el cristianismo ha tenido la misión de humanizar la vida de los hombres. Y sobre todo, humanizar la vida de los más vulnerables. Como dice el teólogo vasco Joseba Andoni Pagola, "seguir a Jesús es hacer realidad una vida más humana". Por eso, "Jesús trae esperanza a un mundo que no tiene porque ser aquello que quieren los poderosos de la tierra". Como describe muy bien Pagola, "Jesús ha revolucionad la historia, porque él no buscaba el poder que deshumaniza. Jesús sospechaba del poder que anula la libertad e impide la creatividad. Jesús humaniza la vida".

Ante la valla de Ceuta, y los quince inmigrantes muertos, y ante las pelotas de goma como medida "disuasoria", resuenan hoy entre nosotros las palabras de denuncia del papa en Lampedusa: "La cultura del bienestar que nos lleva a pensar en nosotros mimos y nos hace insensibles al grito de los oprimidos".

¿Cuantos millones de euros se gastan en armas los países occidentales? ¿No es inmoral que el Estado español tenga un gasto militar para el próximo ejercicio de 16526,73 millones de euros, una media de 45,27 millones por día? Si el Gobierno español tuviese conciencia, una parte de ese dinero, ¿no habría de ir a políticas de desarrollo, para que los ciudadanos de los países del Tercer mundo no tuvieran que emigrar? ¿El Gobierno español no recuerda las palabras de Jesús, "era forastero y no me acogisteis?" (Mt 25:43)

Como dice el teólogo Hans Küng, "hace falta cambiar la ética del poder, por la ética de la compasión", es decir, del "compadecer", del "padecer con" el otro, de la solidaridad con el dolor de los hermanos, para sacarles de su sufrimiento.

¿El Sr. Rajoy o el Sr. Ruiz Gallardón se atreverán a invitar al papa Francisco a que venga a España? Y teniendo en cuenta que el papa es un inmigrante, ¿lo recibirán con pelotas de goma?

Y es que hay una manera humana y cristiana de tratar a los inmigrantes, y ésta, ciertamente, no es la del gobierno del PP. Un PP que no se pierde ninguna procesión, ni ninguna misa. Pero que después trata a los inmigrantes con pelotas de goma.

Jesús no estaría nunca al lado de los que disparan o mandan disparar. Sino que estaría al lado de los que sufren y luchan por conseguir mejores condiciones de vida.

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