Antonio Aradillas El Cónclave que viene
(Antonio Aradillas).- "Por fas o por nefas" es modismo académico, de procedencia latina, con referencias históricas a Numa Pompilio (715-672 a. C.), segundo rey de Roma, quien estableció la división de los días del año en "fastos" ("de buenos presagios"), y "nefastos", o "de malos presagios". De sus apócopes "fas" y "nefas" me sirvo en esta ocasión para expresar la idea de que "por una causa o por otra", "a tuerto o a derecho", "a todo trance" y "justa e injustamente", los Cardenales de la "Santa Iglesia Católica y Romana", se hacen presentes hoy en los medios de comunicación social más diversos, con notable, sospechosa y denodada frecuencia, por lo que justifica reflexiones como las siguientes:
La reforma de la Iglesia en la que está santamente empeñado el Papa Francisco incluye inicialmente la de la Curia y sus organismos y, por tanto, de sus responsables cercanos y directos, entre los que el Colegio Cardenalicio ocupa preocupación principal e ineludible.
Tal y como canónicamente, en la teoría y en la práctica, se llevó, y se lleva a cabo, el nombramiento - designación de los Cardenales, con la adscripción a los correspondientes dicasterios y tareas, será inviable todo intento de reforma, con consistencia evangélica.
Los criterios que siguen imperando en su pertenencia y actividad para tan sagrado ministerio carecen, o distan mucho, de ser eclesiales. La política-política, civil o eclesiástica, con inclusión de los compromisos autonómicos en España, el favoritismo, el ritmo inherente a todo "carrerismo", la representatividad, los "servicios prestados" en todo orden de cosas, sin excluir los económicos..., determinan la concesión fastuosa del Cardenalato, con sus titulaciones de "Sus Eminencias Reverendísimas y "ornamentos sagrados", palacios y privilegios que, si aún en tiempos feudales fueron denostados por los verdaderos cristiano, en la actualidad se juzgan impropios, indecorosos y hasta indignos de aspirar a ser mínimamente "religiosos".
En la consideración limpia y desinteresada del pueblo de Dios, los Cardenales y aspirantes a serlo, al menos "in péctore", tienen mala prensa. Y,¡por favor¡, que no piense nadie que los culpables de ello son los profesionales de los medios de comunicación social, quienes ni se inventan palacios arzobispales, frases como las de "vive y come como un purpurado", atributos como "Príncipes de la Iglesia" expresados por el mismo Papa Francisco, asistencia y participación en actos sociales, "religiosizados" en bautizos, Primeras Comuniones, bodas y misas solemnes y hasta con devotos recuerdos históricos para los Reyes Católicos -Isabel y Fernando, ó Fernando e Isabel-, para "los hijos naturales de Tercer Rey de España, como "otros tantos bellos pecados capitales de nuestro Cardenal Mendoza".
De todas maneras, a no pocos miembros del pueblo de Dios les llega a resultar un tanto sospechoso que, ya a punto de saturación el catálogo de beatos y santos Papas en los últimos tiempos, apenas si exista constancia de la iniciación de tales procesos canónicos a favor de los Cardenales...y menos, de la Curia.
Por ley de vida, y por otras circunstancias impensables, en el organigrama de su programa de renovación eclesiástica, al Papa Francisco le urge prestarle suma atención al Colegio Cardenalicio que, en su día, nombrará- elegirá, a su sucesor, con la esperanza de que las generadas tan generosamente por él respecto a la reforma de la Iglesia no terminen con su defunción, jubilación o retiro.
Son ya muchos los cristianos a los que les extraña y escandaliza que las mujeres no formen parte cuanto antes del Colegio Cardenalicio que elija al próximo Papa. De idéntico modo, que en el mismo no participen también los seglares. Les resulta incomprensible que la teología, el Código de Derecho Canónico, la diplomacia, el poder o cualquier otra clase o expresión de "eminencia", primen sobre la sencillez, la pobreza, la cercanía, la bondad, la amabilidad, la pertenencia y encarnación en el "Tercer Mundo", la comprensión,, la gracia y facilidad para interpretar el "sensus fidelium" y el evangelio, y colaborar con el Espíritu Santo a la hora decisiva de la confirmación de la elección -"¡Hebemus Papam¡", pronunciado ritualmente en la Plaza de San Pedro, con la consiguiente bendición "urbi et orbe", previa la penitencial purificación de tantas, tan ociosas e imperiales ceremonias que estragan, desmoralizan y resabian a los "fieles cristianos".
. Especial, terca y audaz impresión demuestran estos poseer hoy en relación con la presencia y actividad tan menguada de la mujer en los ámbitos eclesiásticos, con mención explícita para la elección pontificia. La Iglesia es mujer, Es madre por antonomasia y por "Credo". Es la educadora de la fe. Esquema de vida, de entrega y de convivencia y, por tanto, de comunicación- comunión que es lo que hace Iglesia a la Iglesia, y "Santísima" a la "Trinidad".