"¡Aspiren a generar un ambiente donde luzca lo mejor del ser humano!" Convención Constitucional chilena: Oportunidad para la razón
"La razón es aquella ala del espíritu humano que nos permite alcanzar la verdad, afirmar que algo es cierto, justo y bueno"
"Dado que la verdad, como decía el teólogo suizo Hans Hurs von Balthasar, es sinfónica, todos los constituyentes tienen algo que decir y aportar"
"Los constituyentes tienen la gran posibilidad de promover un modo de actuar y de comportarse que haga relucir lo mejor del ser humano y su verdadero talante"
"Los gritos, los insultos, las ironías, las caricaturas no son buenas consejeras a la hora de redactar una Constitución. La magnanimidad, la serenidad de espíritu, la prudencia y la sabiduría son buenas compañeras de viaje"
"Los constituyentes tienen la gran posibilidad de promover un modo de actuar y de comportarse que haga relucir lo mejor del ser humano y su verdadero talante"
"Los gritos, los insultos, las ironías, las caricaturas no son buenas consejeras a la hora de redactar una Constitución. La magnanimidad, la serenidad de espíritu, la prudencia y la sabiduría son buenas compañeras de viaje"
| Fernando Chomali arzobispo y vicepresidente de la CEC
Quienes componen la Convención Constitucional tienen la gran oportunidad de mostrar a la sociedad aquello que distingue al ser humano de las demás creaturas: la razón. En efecto, la razón es aquella dimensión genuina y propiamente humana que nos permite llegar a certezas que nos vinculan y nos induce a generar derechos que custodiar y deberes que cumplir por parte de todos los habitantes de Chile que nos lleven a reconocernos como parte de una comunidad y vivir armónicamente.
La razón es aquella ala del espíritu humano que nos permite alcanzar la verdad, afirmar que algo es cierto, justo y bueno. Esta dimensión de la vida es anterior a las propias creencias y culturas porque radica en algo propio y originario de la naturaleza humana.
La razón es una invitación a pensar, a discernir, a comprobar en la realidad si algo es pertinente y que puede ser afirmado como verdadero por todos. Esta búsqueda es ardua y exigente porque implica estudio, meditación, trabajo, investigación y sobre todo una gran capacidad de escuchar a los demás sin prejuicios. Su tono es la humildad y el asombro frente a lo que viene de otro que, en su originalidad, comparte la común humanidad.
Dado que la verdad, como decía el teólogo suizo Hans Hurs von Balthasar, es sinfónica, todos los constituyentes tienen algo que decir y aportar. Las descalificaciones lo único que hacen es entrampar este proceso político de fuerte impronta intelectual y pauperizar su inmenso valor. Este trabajo de la inteligencia exige ensanchar la mirada y distinguir aquello que surge de la razón y aquello que surge de la propia biografía y todo lo que ello conlleva.
Los constituyentes tienen la gran posibilidad de promover un modo de actuar y de comportarse que haga relucir lo mejor del ser humano y su verdadero talante. Ello se logra promoviendo aquella cultura superior que implica capacidad de diálogo, de acogida y de escucha sincera del otro tal como es. ¡Ternura también!
Como los jóvenes le dan más crédito a lo que ven que a lo que oyen, lo que los constituyentes digan y hagan se replicará en las salas de clases, en las reuniones familiares, en los partidos políticos, y en todo el tejido social. ¡Aspiren a generar un ambiente donde luzca lo mejor del ser humano! El respeto al otro y a sí mismo en esa búsqueda es una dimensión que debe impregnar cada sesión de la Convención Constitucional. De alguna manera es la condición de posibilidad de llegar a puerto. Chile se lo va a agradecer.
Los gritos, los insultos, las ironías, las caricaturas no son buenas consejeras a la hora de redactar una Constitución. La magnanimidad, la serenidad de espíritu, la prudencia y la sabiduría son buenas compañeras de viaje. Es cierto que la Convención es el reflejo del país. Tanto es así que se han visto muchas heridas no sanadas antes, durante y después de las sesiones. Supongo que es una especie de catarsis y euforia que ya pasará.
Redactar la Constitución es un mandato de la ciudadanía. Ello implica y exige ir más allá de la propia subjetividad, de los propios gustos y aspiraciones personales. Ello implica grandeza de espíritu, magnanimidad, altura de miras, sentido de responsabilidad histórica, amor al bien común y meridiana claridad que el todo es más que las partes.