Antonio Aradillas Cope creciente, ¿Iglesia menguante?

(Antonio Aradillas).- Tal es la conclusión a la que se podría llegar de la lectura de un reciente artículo - comentario, publicado con ocasión de los resultados del Estudio General de Medios (EGM), cien por cien favorables a la Cadena oficial del Episcopado, en sus programas sobre todo deportivos y "de entretenimiento y diversión".

Mientras que la susodicha Cadena alcanzaba los primeros puestos de audiencia, la Iglesia, como tal, era y es considerada por muchos cristianos de a pié, o no tan cristianos, como invasora de sus competencias legítimas, contando también para ello con limosnas y recursos "extras", que podrían y deberían haber sido aplicados a obras y a necesidades de caridad y de educación- información en la fe.

Y es que, por mucho que el Papa Francisco se empeñe, y tome iniciativas, sorprendentes y a veces hasta escandalosas para algunos jerarcas, la reforma de la institución eclesiástica está todavía lejana e inédita, aún en los tiempos presentes en los que se conmemora el hecho de que el "bendito" fraile agustino Martín Lutero clavara el 31 de octubre de 1517, en las puertas de la iglesia del castillo de Wittenber, sus 95 tesis sobre las indulgencias.

El Santoral-Año Cristiano, las misas - su administración y aplicación-, la liturgia inexplicablemente imperial y pagana, la teología sacramental, los novísimos o postrimerías, la jerarquía, el laicado, la presencia-ausencia de las mujeres en el ámbito eclesiástico,...y tantos temas y situaciones eclesiales, siguen a la espera de que la verdadera reforma aporree las puertas con religiosidad, piedad, arrepentimiento y audacia.

Centrar tal reforma en la ausencia de retablos del "Altar Mayor", en la implantación de la lengua vernácula, en el miedoso consentimiento de que algunos divorciados puedan acceder a los sacramentos, y en la desaparición por motivos higiénicos de las pilas de agua bendita a la entrada de los lugares de culto, me parecen capítulos y objetivos de un remedo de reforma, que añora ser afrontada de verdad por otros "Martín Lutero", al margen de excomuniones, de edictos imperiales y de toda clase de amenazas divinas y humanas.

La Iglesia, en todos sus ámbitos, jerárquicos, precisa de profundas y urgentes reformas, de cuya expresión y sugerencias habrían de ser responsables laicos y laicas, es decir, el resto del Pueblo de Dios. Este, hasta el presente y después de encíclicas y exhortaciones a su favor, permanece en pasividad absoluta. Diríase que su aspiración masculina, y en parte, femenina, no sobrepasaría las fronteras de impartir la comunión, cuando así le conviene el celebrante.

Los laicos son mensajeros y "predicadores", de las "palabras de Dios", al igual, o con veracidad mayor, y evangelio, que las que sermoneen los clérigos en sus diversos estratos, con mitras y báculos, o sin unos y otros símbolos "pastorales", ininteligibles y profanos. Ni siquiera en los centros de evangelización y de culto, como las parroquias, les están reservados a los laicos, recipientes visibles para introducir en los mismos, iniciativas pastorales o administrativas, en competencia santa y legítima con los cepillos o gazofilacios en los que encestar las limosnas.

Algo que se presenta hoy como ineludible en la administración pastoral de las comunidades cristianas es el previo estudio científico acerca de sus necesidades espirituales, culturales y materiales, en general, con el fin de que el proceso de evangelización resulte lo más eficaz posible, contando además con la gracia de Dios En cualquier empresa de carácter comercial o industrial, expertos técnicos en sus correspondientes materias. son convocados -y pagados- por sus responsables, con el fin de asegurar y acrecentar sus ganancias con legitimidad y en beneficio de todos.

La Iglesia recusa casi sistemáticamente estas colaboraciones y ayudas. A sus responsables les da la impresión de que las inspira el diablo, o de que, al menos, no es el Espíritu Santo su iluminador teologal. En algunos casos, los hombres de la Iglesia "creen sabérselas todas" en cuanto se relaciona con la pastoral y las ciencias humanas y divinas, y pasan olímpicamente de ella, pese a que los frutos sigan siendo tan parcos, despreciables y enjutos.

La humildad y la sensatez no son el "fuerte" de quienes mandan y detentan la autoridad, y menos si se trata de competencias religiosas, en las que el "dogma de fe y las "tradiciones sagradas" se hacen presentes, e invocan con sus cánones amenazantes, con inclusión de excomuniones y "sacrosantas" sanciones. Contra el carácter y connotación de "procedencia divina" no cabe competencia alguna, por lo que no sería posible que entidades, y menos, las radiofónicas, fueran registradas como tales en el directorio-elenco de las grandes, medianas o pequeñas empresas.

La omnisciencia, la infalibilidad y la condición de ser, o parecer, "palabra de Dios", refrendada con la inspiración, presencia y ayuda de la jerarquía y el aval de donaciones sagradas e indulgenciadas, en casos de emergencia, imposibilitan toda rivalidad laboral y profesional, por legal que esta sea, tanto a los ojos de Dios como al de los humanos.

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