Nuevas confidencias de un cura jubilado Los Cristos, las Vírgenes y los santos/as no precisan de joyas

(Antonio Aradillas).- Aunque ha transcurrido ya cierto tiempo, todavía no sé si fue o no casualidad y si esta pudiera haber sido catalogada como de buena, de mala o de regular.

Pero el hecho fue que, en un viaje profesional a la isla de Gran Canarias, aproveché la oportunidad para entrevistar a su obispo, de nombre Juan Antonio, cuya inquietudes sociales precisamente, según algunos, lo retenían allí en calidad de proscrito, o semi-deportado, alejándolo del ajetreo nacional- católico de la Península Ibérica.

Con sabiduría evangélica, y fervorosa devoción mariana, al preguntarle qué opinaba acerca de cómo una buena parte del pueblo fiel expresaba su amor a la Patrona de la diócesis, bajo la advocación de Nuestra Señora la Virgen del Pino, obsequiándola con joyas tan valiosas y ricas coronas, se limitó a destacar la carencia de formación que padecían los cristianos en general, al ostentar su fervor y religiosidad de tan crematística y generosa manera, hasta tener que convertirse en "cajas fuertes", santuarios, relicarios y capillas...

Por casualidad, por la sagrada voluntad y gracia de Dios, o por cualquier contingencia, el hecho fue que, transcurridos muy pocos días, los medios de comunicación locales, nacionales e internacionales se vieron obligados a colocar en las primeras páginas y espacios principales de sus noticiarios la información del expolio de las joyas de la Virgen del Pino...

La relación de las declaraciones episcopales con hecho tan infausto, desventurado, nefando y sacrílego, no se hizo esperar. Los cálculos acerca del valor sentimental, religioso, objetivo, artístico y real del tesoro, proporcionaron datos y comentarios de diversos colores y apreciaciones, con ecos y evaluaciones respetuosas para unos, e irrespetuosas para otros, dependiendo, en parte, del criterio, o criterios en los que basaban y basan su religiosidad, devotos y devotas.

Aconteció consecuentemente que, al repetirse el hecho en otros santuarios, templos, ermitas o capillas, consagrados a sus Cristos, Vírgenes, santos y santas, en cada lugar encontraron fácil acomodo los comentarios, ajustándose a las necesidades de los colectivos y a los índices de religiosidad evangelizada y catequizada a lo largo del tiempo, y en conformidad con las sensibilidades solo cultuales o con las comprometidamente sociales.

Hemos de reconocer desgraciadamente que los tiempos han cambiado muy poco. Cambiaron más los medios para consolidar -acorazar- las estancias en las que se conservar tan valiosos tesoros, con discreción, técnica y firmas de las compañías aseguradoras.

Y es que, aunque no resulte fácil el cambio, -"penitencia"- de la formación religiosa en consonancia con los evangelios, da la impresión de que tampoco la misma jerarquía haya dado pasos serios para re-convertir la religiosidad "tradicional" teniendo necesariamente presente al prójimo. Es hora ya de que una corona de más, unos hábitos, unas fiestas- concentraciones y reafirmaciones masivas, sean merecedoras de descalificaciones "religiosas" por los más representativos miembros de la jerarquía intitulada eclesiástica.

En nuestra tertulia y en torno al tema, estuvimos los jubilados de acuerdo, aun teniendo que confesar que en nuestros tiempos nos obligaron - sí, nos obligaron-, nuestros obispos a no poner en práctica nuestros deseos, convicciones y sentimientos. Lamentamos además la carencia de noticias religiosas, por ejemplo, a declaraciones y comportamientos eclesiásticos, que con la venta de joyas "sagradas" hubieran evitado multitud de desahucios, alegando para su justificación no haber respetado la inviolable voluntad de los donantes o de sus familiares.

Los Cristos, las Vírgenes y los santos/as no precisan de joyas. Ni los Papas ni los obispos. Toda exhibición de poder, dominio, supremacía o riqueza, deshonra y escarnece a la Iglesia. La desacredita y profana. Toda formación que se precie de religiosa habrá de ajustarse con fidelidad a la escala de valores estrictamente evangélicos que de por sí habrá de encarnar la Iglesia de Cristo.

Clama al cielo que grandes bloques de viviendas no hayan podido ser, ni sean, redimidos, y entregados a tantas familias desahuciadas, avalada la operación con joyas y coronas "sagradas".

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