"La Iglesia debería colaborar sin excusas a esclarecer todo , de motu propio" Cuatrecasas: "El secreto debe ser un instrumento para proteger la honorabilidad, pero no para encubrir"
"Ha llovido mucho desde entonces y algunos observamos con desconcierto como desde la jerarquía católica española aún hay quienes niegan la autoridad papal y siguen poniendo en duda su colaboración con figuras como el Defensor del Pueblo, alto comisionado para las Cortes Generales, y fingiendo no ser conocedores del mandato papal se dedican a seguir echando balones fuera"
"No renunciaremos nunca a obtener para todos y todas el respeto negado, el reconocimiento merecido en aras de la verdad y la justicia. Porque no es siquiera una obligación, no lo es. Es un acto que diferenciará a las bestias de los humano"
| Juan Cuatrecasas Asua Miembro fundador de ANIR- Asociación Nacional Infancia Robada
A veces la memoria es frágil. La memoria para algunos lo es. No para las víctimas y supervivientes de pederastia en el ámbito religioso. En Diciembre de 2019 coincidiendo con su ochenta y tres cumpleaños, el Papa Francisco promulgó dos nuevas leyes, que, entre otras cuestiones rompían el muro de omertá del secreto pontificio, impuesto desde 1972 en asuntos e investigaciones de particular gravedad, y entre otros, en los casos de abusos a menores por parte de representantes de la Iglesia.
La norma papal propuso quebrar el entorpecimiento deliberado en los casos de pederastia y agilizar la tramitación de las denuncias y su posible traspaso a las autoridades civiles. Se acababa así el pretexto del silencio, la ignorancia deliberada y la impunidad.
Algo que comprometió a las diócesis de cada país que desde aquel día deben proporcionar toda la documentación e información sobre los procesos y denuncias en curso que posean y que solicite la autoridad judicial para casos “de violencia y de actos sexuales cometidos bajo amenaza o abuso de autoridad, casos de abuso de menores y de personas vulnerables, casos de pornografía infantil, casos de no denuncia y encubrimiento de los abusadores por parte de los obispos y superiores generales de los institutos religiosos”.
Pues bien, ha llovido mucho desde entonces y algunos observamos con desconcierto como desde la jerarquía católica española aún hay quienes niegan la autoridad papal y siguen poniendo en duda su colaboración con figuras como el Defensor del Pueblo, alto comisionado para las Cortes Generales, y fingiendo no ser conocedores del mandato papal se dedican a seguir echando balones fuera.
Su obligación, hay que repetirlo de nuevo, no debiera ser tal. La jerarquía española, o al menos parte de ella, no todos obstruyen, debe saber que no pertenecen a un club de fans o a una santa compaña procesionaria. Pertenecen a una institución que presume y predica valores y que negar el reconocimiento de sus víctimas no es compatible con predicar principios. Es más, no debiera tener la consideración de obligación, de exigencia.
La iglesia debería colaborar sin excusas a esclarecer todo aquello que esté en sus manos y capacidad, de oficio, de motu propio. Porque seguir poniendo palos en la rueda en este asunto, nada tiene que ver con lo que se le supone de identidad a la iglesia. Porque el secreto debe seguir siendo un instrumento para proteger la honorabilidad, pero no para encubrir. Y es justo eso lo que algunos parecen olvidar.
Se pide a la iglesia que colabore no por caprichosa obligación sino porque es su deber humano, más allá incluso que cristiano, y porque el Papa así lo ha pedido. Como dijo el antropólogo y filósofo estructuralista francés Claude Lévi-Strauss “un humanismo bien ordenado no comienza por sí mismo, sino que coloca el mundo delante de la vida, la vida delante del hombre, el respeto por los demás delante del amor propio.”
Quienes desde dentro de la Iglesia demuestran no creer en el individuo, en este caso en el reconocimiento de las víctimas y supervivientes de abusos sexuales, y solo en el boato flamígero de su grupo, en la incongruencia de no reconocer sus errores, en la desvergüenza de pretender que en sus filas no ha habido, hay o habrá adultos, religiosos, sacerdotes, numerarios, pederastas, se ignoran a sí mismos aunque aún ellos mismos no se hayan enterado o pretendan considerarse por encima del bien y el mal.
No renunciaremos nunca a obtener para todos y todas el respeto negado, el reconocimiento merecido en aras de la verdad y la justicia. Porque no es siquiera una obligación, no lo es. Es un acto que diferenciará a las bestias de los humanos. Un acto que mientras no exista, seguirá formando parte de nuestra firme e irrenunciable reivindicación. No hay por nuestra parte ánimo alguno de renuncia. Cumplan como deben. No es caridad, es una señal de estar vivo y ser humano.
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