"Su historial bancario, para nada piadoso" Cuentas más claras en la Iglesia

(Antonio Aradillas).- A las religiones las caracterizan los misterios. Todas ellas, y de por sí, son "misterios", o "cosas arcanas o muy recónditas que no se pueden comprender o explicar". Solo el intento de relacionar -"religar"-, esta definición con la de "religión" -es decir, "virtud que mueve a darle a Dios el culto debido", debiendo este tener siempre presente el bien del prójimo-, constituiría muchas y aberrantes contradicciones, la mayoría de ellas, sospechosas por esencia, presencia y experiencia.

La Iglesia católica no está exenta de este diagnóstico. Sobreabundan en ella los misterios. Y no precisamente los propios y relacionados con la divinidad y con la llamada "Verdad Revelada", que por cierto esta no puede ser más clara e inteligible, con la formulación evangélica de "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".

No obstante, los alrededores de la Iglesia están superpoblados de sigilos, sacramentales o no, secretos, opacidades, ocultaciones, disimulos, e hipocresías, es decir, de "misterios". Más que "ministros de Dios", la jerarquía en general -sacerdotes, obispos y Papas-, se configuran y manifiestan como "celadores-guardianes" de los "dones y de la voluntad del Señor".

En esta reflexión -y apuntando no hacia el cielo, sino hacia la tierra, que es el verdadero y único camino del mismo- es indispensable y urgente confesar que cuanto se relaciona en la Iglesia con el dinero, con IVA o sin IVA, es y constituye un insondable e incomprensible misterio.

Lo de "las cuentas claras", "ajustar las cuentas" y aún las mismas "cuentas de la lechera", se reduce a que "en resumidas cuentas", "por la gracia de Dios y porque yo soy su representante, y más para cuanto crea que es de su sagrada incumbencia y sin tener que hacerle partícipe a nadie, sea o no parte activa o pasiva del pueblo de Dios".

Sobre todo en la cultura religiosa de las cuentas en la Iglesia, y en su diversidad de estamentos curiales, diocesanos y parroquiales, todo es manifiestamente mejorable. Pese al misterio que envuelve sus cantidades, inversiones y aplicaciones-destinos, frecuentes noticias desvelan que los "misterios" dogmáticos y artículos de fe resultan ser menos insondables que las cuentas corrientes y la administración que de ellas, y de otros fondos, se hace, y más -es decir, menos-, con criterios a la luz del santo evangelio.

Raramente les asalta a los administradores "oficiales" la tentación de pensar si ellos, de por sí, son, o no tienen que ser, expertos en economía como pudieron serlo en teología, ascética, pastoral, catequesis, cánones o relaciones diplomáticas. De todas maneras, merece y reclama prestarle atención al mismo lenguaje que se emplea en la Iglesia, registrado en la RAE, relativo a "fábrica" o "fondo que suele haber en las iglesias para costear los gastos del culto divino", y aún a "ecónomo" o "cura-sacerdote destinado a una parroquia para sustituir en su día al párroco". (Mientras que a cuenta de tales definiciones, unos tachan de anticlericales a los académicos, otros se limitan a pensar en qué listo y acertado es el pueblo que sigue empleando tales términos con oportunidad y sin ruborizarse).

Echar bien las cuentas, hacer partícipes en las mismas al pueblo de Dios y darlas a conocer al resto de la comunidad, es tarea-ministerio tan ejemplar y cristiano como pueda serlo la proclamación e insistencia de cualquier dogma o artículo de fe. La Iglesia es, y se encarna, en la verdad y en la claridad, incomparablemente en mayor proporción y dogma que en los mismos misterios. Estos son, incomprensibles unos, y los más, argucias, sofismas y retóricas con formulaciones "religiosas" al servicio de quienes se creen superiores, y más por su condición de ser, administrar y distribuir tanto "oficios" como "beneficios".

Recusar, o no defender a ultranza, derechos, tratos de excepción, frente al Estado, con Concordato o sin él, siempre y cuando tales privilegios no beneficien directamente al pueblo-pueblo, no es religioso, ni, por tanto, eclesiástico. Someterse con veracidad y "a pecho descubierto" a las leyes, normas y dictámenes del Ministerio de Hacienda, que, por ejemplo, se escribe con IBI, es, y será, motivo referencia ejemplarmente cívica y, a la vez, y por eso, cierta y verazmente religiosa.

Trabajar y contribuir porque el de las cuentas deje de ser cuanto antes un "misterio" dentro de la Iglesia, por la claridad, conocimiento y aplicación de las mismas, equivale a profundizar en la teología de la salvación de la que es portadora, y encarna, por exigencias del santo evangelio. La historia bancaria de la Iglesia y de sus "sucursales", no siempre fue, ni es, mínimamente piadosa...

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