¿Todavía creen algunos que Francisco no está sobrado de razones para luchar contra lacra de la pederastia? “Daba misa y luego me violaba”
“No olvidaré a ese hombre que por la mañana daba misa y después me violaba”. Las palabras fueron dichas y “fotografiadas” recientemente en dependencias judiciales del Parlament de Catalunya, por S.S., una de las víctimas del proceso que se sigue contra depravados curas-capellanes pederastas de instituciones como el Hospicio
¿Todavía puede haber alguien, entre los laicos y los clérigos, que piensen que el papa Francisco no está sobrado de razones humanas y divinas para avalar con palabras y obras, actitudes de rechazo absoluto de comportamientos ya juzgados o en vías de serlo?
| Antonio Aradillas
Con asco y con rabia bíblicos, la frase completa fue literalmente llorada de esta manera: “No olvidaré a ese hombre que por la mañana daba misa y después me violaba”. Las palabras fueron dichas y “fotografiadas” recientemente en dependencias judiciales del Parlament de Catalunya, por S.S., una de las víctimas del proceso que se sigue contra depravados curas-capellanes pederastas de instituciones como el Hospicio.
Ante escenas como estas, y otras todavía inéditas, y sin haber sido denunciadas, caben y se exigen multitud de reflexiones, con expresa inclusión de cuantos remedios sean aún posibles para su erradicación, no solo de la Iglesia, sino de la faz de la tierra entera.
Rechazo absoluto
Así las cosas, con las pruebas, testimonios y documentos judiciales requeridos, ¿todavía puede haber alguien, entre los laicos y los clérigos, que piensen que el papa Francisco no está sobrado de razones humanas y divinas para avalar con palabras y obras, actitudes de rechazo absoluto de comportamientos ya juzgados o en vías de serlo?
Solo cuanto se relaciona con la pederastia clerical, descalificaría a sus dos antecesores en la sede de Roma y de la Iglesia universal, por su silencio y complicidad, ejerciendo de papas, o cuando ocupaban altos cargos en las diócesis de las que procedían al ser elegidos en los respectivos cónclaves.
Y además, sería indecente e ilógico pensar que la pederastia surge, se extiende y hasta se disculpa y explica en determinadas circunstancias de lugar y de tiempo. Ella da por supuestos comportamientos de tipo económico y social que repelen y causan repugnancia en cualquier profesión y oficio, e incomparablemente, y en mayor proporción, en el ministerio eclesiástico.
Noticias como las redactadas en los términos confusos e incorrectos del “daba la misa”, le conferirían veracidad aún mayor a hechos tan detestables y blasfemos, provocadores de náuseas.
Silencio cómplice
Y quede constancia de que no se trata de casos concretos y excepcionales, a los que la “prensa impía y blasfema” les preste exagerada atención y relieve tipográficos. Se trata de casos frecuentes, de tal forma que silenciarlos despojaría a los profesionales del ramo de buena parte de su condición de servidores del bien de la colectividad. Precisamente el silencio cómplice y la falta de denuncias de muchos ha sido y es causante principal de la extensa lacra, tara o vicio tan grave para la sociedad y para la Iglesia.
El silencio, sobre todo el episcopal, guardado casi sacramentalmente y sin más excusas y pretextos que las de evitarles escándalo “piadoso” al personal -feligresía- oficialmente religioso, no deja de ser otra prueba más de la hipocresía original en la que algunos fundamentan la institución.
Mientras tanto, parte importante de los medios de comunicación social de la Iglesia -satisfechos además televisivamente con lo de “¡Sálvame!”-, siguen empecinados en malinterpretar comportamientos del papa Francisco a favor de la reforma de la Iglesia, comenzando por su personal “consagrado” –“Alto y Bajo Clero”-, aún con riesgos de cismas.
El de la pederastia fue y sigue siendo pecado eclesiástico de graves consecuencias, siéndolo más entre quienes de alguna manera lo han favorecido y favorecen, displicentes con la doctrina del Vaticano II y su encarnación en el papa Francisco, semi-recorrido el desierto pontificio de sus dos antecesores en la sede de Roma.
"Franciscanear"
Conjugar el verbo “franciscanear” en todos sus tiempos y lugares, es deber sacrosanto que contribuya decisivamente a erradicar titulares de prensa como el que nos sirve de cruel referencia en esta ocasión judicial.
Y a propósito de “¡Sálvame!”, ¿qué hacemos con no pocos espacios televisivos y radiofónicos que patrocina y subvenciona la Conferencia Episcopal Española -CEE-, titular de empresas del ramo y con notables índices de audiencia y vivencia?
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