Antonio Aradillas Después del Papa Francisco
(Antonio Aradillas).- Pasa el tiempo, y "por ley natural", según unos, y "por ser esta la voluntad de Dios", según otros, el hecho es que resulta ya congruente y comprensible que en cristiano y en humano, se comience a pensar en la posibilidad de la renuncia- retiro, en su día, del Papa Francisco, así como en la de su ulterior beatificación- canonización, y en sus respectivas consecuencias.
. Parece claro que este Papa no esperará la hora de la muerte en el "lecho del dolor", desgastado, o consumido por la enfermedad y los años y revestido interna y externamente de "Romano Pontífice", tal y como hicieron sus antecesores y así piadosa y ejemplarmente lo narra la historia eclesiástica. A tiempo, cuando lo juzgue oportuno, atento siempre a la voluntad del Señor, con plena conciencia y pensando en exclusividad en el bien de la Iglesia, llegará el día en el que, sin más, decida su renuncia-retiro, sin sorpresas de ninguna clase, para teólogos, pastoralistas, historiadores, futurólogos, y aún para ciertos miembros de la Curia Romana.
. El preclaro y bienaventurado gesto del anterior Papa, Benedicto XVI, será de aquí en adelante, referencia cabal obligada en las biografías pontificias, resultando extraño y hasta sospechoso e incomprensible otro proceder distinto. Llegará a ser de aquí en adelante normal para el protagonista, sus familiares, consejeros y amigos el principio de que los cargos- ministerios eclesiásticos, comenzando por el del Papa, no serán "vitalicios", y menos con aspiraciones a dogmas de fe, o a otra calificación parecida.
. Da la impresión de que, llegado el momento de su jubilación, el Papa Francisco optará también por la "desvaticanización" de su vida, alejado de la Curia Romana y de sus "adláteres", refugiándose en cualquier monasterio, casa de retiros o de Ejercicios Espirituales de los PP. Jesuitas, confesor o coadjutor de alguna parroquia, siempre cercano a los pobres, sin preocupación excesiva por la elección de uno u otro país, sin descartar, por supuesto, la misma República Argentina y su "Buenos Aires querido".
. Da asimismo la impresión de que, al igual que unos -muchos- lamenten el gesto de su más que probable renuncia- retiro, otros lo celebren con salmos y cítaras, antes y después de gimotear y condolerse del "lapsus" (sic), que sufriera el Espíritu Santo en el momento de la elección de este Papa, que con estilo y plante "franciscanos", se empeñó en la reforma-renovación de la Iglesia, invocando con seguridad el argumento bíblico de que, pese a sus defectos leves o graves, "las fuerzas del infierno jamás prevalecerán contra ella".
. Por fin, jubilado, y al igual que al resto de los mortales le llegará la hora de la muerte, e inmediatamente es de suponer que en la Iglesia, y fuera de ella, dada la colosal dimensión universal de su figura, el pueblo- pueblo se formulará la pregunta de para cuándo y cómo habrá de iniciarse el proceso de su beatificación y de su ulterior canonización. En los últimos tiempos de la historia de la Iglesia, con excepción desconfiada, sospechosa, y al menos misteriosa, de Juan Pablo I, los nombres de todos los Papas tienen ya, o están a punto de tener en el Santoral -Año Cristiano- reservado su escaño, con su festividad litúrgica y correspondientes "milagros".
. Con el convencimiento de que la vocación del Papa Francisco no es precisamente la del "honor de los altares", previo el recorrido por los procesos curiales respectivos, es comprensible adelantarse a los acontecimientos y presagiar que la decisión hipotética de la iniciación ritual de las gestiones y ceremonias posibles, constituirá uno de los capítulos más apasionantes y discutidos de la Iglesia en los tiempos modernos. El pluralismo se manifestará con todo lustre y esplendor, y convertirá en símbolo y bandera de autenticidades eclesiales la figura y comportamientos del Papa Francisco.
. Declarado "santo", en su día, ¿qué patronazgo le sería, oficial u oficiosamente, encomendado? ¿Acaso el de la República Argentina? ¿El de los pobres más pobres? ¿El de los reformadores valientes y audaces? Soy de la opinión que personalmente se conformaría con patronear desde el cielo algún equipo de fútbol, tal vez con el sobrenombre de "santo", y a tantos seguidores que en todos los campos del mundo se acogen bajo sus colores, que cantan sus himnos y que disfrutan, o sufren, con sus triunfos o derrotas, también deportivas.