"No podía imaginar el grado de podredumbre existente en la Iglesia" ¡Gracias, don Mario!
¿Cómo puede ser nombrado- que no elegido- un obispo, sin tener conocimiento exacto de las debilidades, pecados y pecadores tan devastadores en el organigrama de la Iglesia?
Lea la entrevista con Mario Iceta
En reciente, dramática y para algunos, escandalosa entrevista “en exclusiva a RD , al actual obispo de Bilbao, don Mario Iceta, a la pregunta de qué opinaba acerca de los “abusos que se registran en la Iglesia” en relación con los sacerdotes pederastas y asimilados, el prelado respondió literalmente con estas contundentes y estremecedoras palabras: “No podía imaginar este grado de podredumbre moral de la Iglesia…” Merecedoras por parte de muchos, de dentro y de fuera de institución tan sagrada, me limito a redactar algunas sugerencias.
Señor obispo, pues yo, y otros como yo, sí que nos las imaginábamos, con sus nombres y sus apellidos y circunstancias concretas, lo que usted y otros “hermanos en el episcopado, lamentan no conocer, y que sobre todo, gracias a la humildad, humanidad y a la santa audacia del papa Francisco, hacen posible el conocimiento y difusión de los citados abusos, con letras minúsculas o mayúsculas.
Por diversas circunstancias, a un servidor le correspondió en sus tiempos “profesionales” investigar en las áreas cercanas a cuanto se relaciona con las causas matrimoniales –nulidades o “anulaciones”-, y el “grado de podredumbre” que descubrí, con documentación, lágrimas y dolor, fue –y sigue siendo en parte- ciertamente aterrador. Lo fue más aún, cuando ante mis denuncias eclesiásticas y civiles, los responsables de los Tribunales citados en primer lugar, hicieron lo posible por procesarme, a propósito de la publicación de mi libro “Proceso a los Tribunales Eclesiásticos” (. 1975), con ulterior sentencia a favor mío, pero con respuesta por parte canónica de mi temporal “suspensión a divinis”.
Sí, señor obispo, así era y estaba la Iglesia en España y en tantos otros lugares del orbe católico, de la que usted y yo somos servidores y ministros, aunque con “categoría” –responsabilidad- altamente episcopal la suya.
Pero lo que no me explico, y le agradecería que en otra ocasión periodística, “en exclusiva” o no, lo haga público, es cómo y por qué ni supo, y ni siquiera sospechó usted, y el resto del episcopado, algo de lo que se descubre, con plena conciencia, con documentos y hasta con sentencias judiciales, limitándose ahora a lamentarlo, con palabras “pastorales”, algunas cargadas penitencialmente de dolor y arrepentimientos aunque no todas, ni siempre, de generosidad para reparar los graves daños causados a las víctimas, a sus familiares, y a la propia Iglesia.
¿Cómo puede ser nombrado- que no elegido- un obispo, sin tener conocimiento exacto de las debilidades, pecados y pecadores tan devastadores en el organigrama de la Iglesia? ¿En qué manos, y criterios, se hallan los fieles cristianos, como para que semejantes y frecuentes hechos inmorales sean referencias pútridas en la historia eclesiástica? ¿Acaso puede acceder, y optar, por el episcopado alguien “viviendo en el mejor de los mundos”, equipado de noticias paupérrimas e irreales, sn poner los pies en el suelo, entre “Santos Padres” y coros angélicos, cítaras cerúleas, zambombas y ¡Feliz Navidad¡?
Con la mejor, comprensible y misericordiosa de las intenciones, yo no lo entiendo. Tampoco lo entenderán sacerdotes y amigos de “Sus Señorías Reverendísimas”.
La verdad es, y será, siempre la Verdad, y su condición más preclara será la de ir y estar por delante, y más en cuestiones éticos- morales. Ella –la Verdad- nos hará libres, y más en los tiempos en los que vivimos en los que todo, o casi todo, se sabe y en los que no hay nada oculto y aún el mismo sigilo sacramental es revisable. La idea de una “Iglesia en salida” se abre paso con objetividad, realismo, espiritualidad y en el nombre de Dios, con compromiso total del papa Francisco.
De todas maneras, el reconocimiento episcopal de que “no es oro todo lo que reluce” en la Iglesia, sino que el “grado de podredumbre” es también notorio, es ejemplar para propios y extraños. “Obispo”, siempre, y por ministerio, en su procedencia semántica griega, reclama tener los ojos abiertos…
¡Gracias, don Mario!