(Antonio Aradillas).- El tema de la contumaz, y hasta ahora inabordable, pertenencia del santuario de Guadalupe, Patrona de Extremadura, a la archidiócesis de Toledo, en Castilla-La Mancha, es ciertamente grave. Da la impresión de que, quienes lo mantienen impoluto en la actualidad, están muy lejos de las realidades humanas y divinas, intentando vivir "en el mejor de los mundos". Las derivaciones políticas, sentimentales, culturales, sociales y, por supuesto, fundamentalmente religiosas, son de colosal importancia. Subrayo algunas de ellas:
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