"Profetas, hicieron de espejo del mal estructural del sistema y los mataron" Homenaje del Papa a los cristianos salvadoreños asesinados: La verdad ha acabado por abrirse paso

Persecución
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"Los cambios requieren su proceso para que la conciencia se torne en consciencia. Y a estas alturas ya no cabe ninguna duda de que los cristianos asesinados hace décadas en la República de El Salvador por la extrema derecha, el ejército, las fuerzas policiales y los escuadrones de la muerte, lo fueron por ejercer el profetismo"

"Trabajar y actuar para que el Reino sea una realidad implica hacer política. El Reino no se reduce a la política, pero esta es un elemento indispensable de él. Así lo entendieron y vivieron aquellos clarividentes cristianos salvadoreños"

Los cambios requieren su proceso para que la conciencia se torne en consciencia. Y a estas alturas ya no cabe ninguna duda de que los cristianos asesinados hace décadas en la República de El Salvador por la extrema derecha, el ejército, las fuerzas policiales y los escuadrones de la muerte, lo fueron por ejercer el profetismo. Hicieron de espejo del mal estructural del sistema. Un sistema basado en la explotación y en la represión de la población por parte de catorce acaudaladas familias.

Ante una denuncia tan incuestionable, esa oligarquía criminal no soportó ver su verdadera imagen reflejada en el espejo de estos audaces y leales seguidores de Jesús y, con el apoyo y respaldo de los Estados Unidos -el Imperio-, ordenó a sus esbirros que los mataran.

Durante siglos, la Iglesia -en su vertiente eclesiástica, que no eclesial- ha velado a los cristianos la dimensión política explícita en el evangelio: vosotros dedicaos a rezar, sed obedientes y preocupaos de la salvación de vuestras almas (Iglesia discente) que del resto ya nos ocuparemos nosotros (Iglesia docente). Esa espiritualidad ha constituido una auténtica fuga mundi y ha sido uno de los grandes errores históricos de la Iglesia institucional que comenzó siendo cómplice del poder establecido para terminar identificándose con él (siempre que fuera de derechas). Por este motivo, a lo largo de los dos últimos siglos han ido abandonando la Iglesia grandes sectores obreros, intelectuales, de la clase media, una mayoría significativa de jóvenes y muchas mujeres.

La política es un elemento esencial del Reino, porque la política pertenece al ámbito del no-yo, de la alteridad, de la preocupación por el bienestar de los otros. No hay dos realidades, la profana y la sagrada. Hay una sola realidad, y Jesús, al proponer una manera de entender la vida -lo que él llamaba el Reino- que colisionaba frontalmente con los poderes religiosos y políticos del sistema dominante de su tiempo, fue asesinado. No murió por nuestros pecados. Esa es una interpretación, con base en San Anselmo, que pone el acento en la necesidad de reparar una supuesta ofensa de los hombres a Dios (algo similar a la construcción de la teoría sobre el pecado original). Esta interpretación de carácter individualista y culpabilizante relega y desplaza el verdadero sentido de la aparición de Jesús en la historia humana. Murió por empeñarse en cumplir la voluntad del Padre que quiere justicia para todos.

Pagola dice que «para Jesús, ese reino no es una realidad íntima y espiritual, sino una transformación que abarca la totalidad de la vida y de las personas». Dice también que «aunque los cristianos de hoy hablan de ‘construir’ o ‘edificar’ el reino de Dios, Jesús no emplea nunca este lenguaje». Más acertado sería decir entrar en la dinámica de su reino, porque «‘entrar’ en su reino es ‘salir’ del imperio que tratan de imponer los ‘jefes de las naciones’ y los poderosos del dinero».

En términos parecidos se expresa Ignacio Ellacuría cuando intenta explicar por qué muere Jesús y por qué le matan: «Jesús no fue muerto por confusión de sus enemigos. Ni los judíos ni los romanos se confundieron, pues la acción de Jesús, pretendiendo ser primariamente un anuncio del Reino de Dios, era necesariamente una amenaza contra el orden social establecido, en cuanto estaba estructurado sobre fundamentos opuestos a los del Reino de Dios».

Trabajar y actuar para que el Reino sea una realidad implica hacer política. El Reino no se reduce a la política, pero esta es un elemento indispensable de él. Así lo entendieron y vivieron aquellos clarividentes cristianos salvadoreños.

A pesar de que la Curia vaticana -haciendo una lectura del cristianismo en clave cultual y ritual-, Juan Pablo II -riñendo a Ernesto Cardenal en el aeropuerto de Managua-, Benedicto XVI -condenando la teología de la liberación-, y el arzobispo de San Salvador, y miembro del Opus Dei, Fernando Sáenz Lacalle -aceptando el grado de general de brigada del ejército que tantos asesinatos perpetró, entre ellos el de la UCA y El Mozote-, trataran de deslegitimar este movimiento profético, la verdad ha acabado por abrirse paso.

La coherencia y lucidez de estos cristianos salvadoreños emociona, conmociona e interpela.

Mártires

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