José Agustín Cabré Iglesia: prestigio y poder en América latina
(José Agustín Cabré Rufatt).- La empresa Ipsos ha dado a conocer un sondeo hecho recientemente sobre poder y prestigio de diversas entidades en América latina. Los gobiernos aparecen como las instituciones con más poder y al mismo tiempo con menos prestigio.
Los organismos que lideran en los diversos países del continente se van repitiendo aunque en un escalafón no siempre idéntico; ellos son los medios de comunicación, la iglesia, el empresariado, la judicatura, el gobierno y en un nivel mucho menor, el parlamento. No hay ninguna alusión a la organización popular, al sindicalismo, a los movimientos emergentes, a los referentes culturales ni a las naciones indígenas.
En el tema Poder, son los respectivos gobiernos de las naciones los que son reconocidos como en primer plano, en todos los países, menos en Brasil. En las otras naciones el sondeo los coloca con un reconocimiento entre el 81 y el 100%.
Sin embargo en el tema Prestigio, esos mismos gobiernos desaparecen del mapa.
La institución Iglesia (léase su polo jerárquico) no aparece como poder, lo que es un avance notable respecto a épocas históricas en las que se imponía por presencia y por actuaciones desde una mentalidad imperial constantiniana. Sin embargo, conserva una posición expectante en el rubro prestigio; en Bolivia 91%; en Argentina 59%; en Colombia 56%; en México 56%; en Perú 53%; en Ecuador 50%. No figura en Brasil y mucho menos en Chile, que en este campo ha venido en caída libre desde hace muchos años, cuando el poderoso cardenal Sodano, desde Roma, fue cambiando el episcopado nacional hasta dejarlo inoperante, sumiso y retardatario.
Las otras dos instancias que resultan bien evaluadas en poder son el empresariado y los medios de comunicación. Por su parte, las Fuerzas Armadas son señaladas en el área de prestigio pero no aparecen, al menos en la superficie, en el área de poder.
Interesante el sondeo que sin duda será motivo de análisis de los cientistas políticos, los comentaristas sociales y, desde luego, los infaltables arribistas que buscarán llevar las aguas a su propio molino, leyendo los resultados según les convenga.