El expresidente del Barça habla con pasión sobre su fe, el fútbol y la importancia de las tradiciones religiosas en torno al deporte Joan Gaspart: "El Barça es más que un club, y Montserrat, más que una basílica"

Joan Gaspart
Joan Gaspart

La tarde del 7 de junio de 1992, el F.C. Barcelona ganó el campeonato de la liga in extremis… Aquellos 90 minutos de infarto serían también recordados por muchos forofos por la decisión del entonces vicepresidente del Barça

Pocos minutos después de empezar el partido, Joan Gaspart abandonó el palco del estadio voluntariamente e se fue en coche casi hasta Montserrat por no caer fulminado por un ataque de nervios

Superada de lejos la etapa como directivo a menudo polémico y esperpéntico, el empresario hotelero barcelonés continúa aferrado a la fe profunda que siempre lo ha acompañado y sufriendo en partidos de fútbol

(FLAMA).- La última jornada de la temporada 1991-92 de la liga española de fútbol será siempre recordada como una de las más agónicas de la historia de esta competición. Aquella tarde del 7 de junio de 1992, el F.C. Barcelona ganó el campeonato in extremis después su victoria ante el Athletic de Bilbao en el Camp Nou y de la derrota del Real Madrid en el campo del C.D Tenerife gracias a una impresionante remontada del equipo canario durante la segunda mitad del partido.

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Aquellos 90 minutos de infarto serían también recordados por muchos forofos por la decisión de la entonces vicepresidente del Barça, Joan Gaspart (Barcelona, 1944), de abandonar el palco del estadio voluntariamente pocos minutos después de empezar el partido e irse en coche casi hasta Montserrat por no caer fulminado por un ataque de nervios.

BARCELONA en la temporada 1991-92

Superada de lejos la etapa como directivo a menudo polémico y esperpéntico que durante veintidós años como vicepresidente y tres como presidente del club azulgrana las vio de todos colores, el empresario hotelero barcelonés continúa aferrado a la fe profunda que siempre lo ha acompañado y sufriendo en partidos de fútbol: en la Champions y en la Liga, con el Barça, y en las categorías regionales de fútbol sala, con el Atlético Mensajeros de la Paz del Hospital de Campaña de Santa Anna.

-¿Cómo recuerda esa última jornada de la temporada 1991-92? ¿Llegó hasta la Abadía de Montserrat mientras jugaba el Barça?

-En realidad, aquello no fue una visita a la Moreneta. Desde el Camp Nou hasta el punto de la carretera en la que se empieza a ver la montaña de Montserrat, hay aproximadamente unos 45 minutos de trayecto en coche. Media parte de un partido de fútbol. Ese día no tenía ganas de sufrir y fui en coche hasta ese punto, me detuve unos minutos, y después me volví hacia el Camp Nou, calculando llegar coincidiendo con el fin del partido. En la vuelta, en uno de los peajes, el hombre que había en la cabina me reconoció y me preguntó si quería saber cómo iba el partido entre el Tenerife y el Madrid y le dije que prefería no saber nada. Lo de salir en coche del campo en pleno partido sólo lo hice una vez y se quedó grabado. Tengo otras anécdotas relacionadas con lo religioso.

-Cuente alguna.

-Una vez, en una final de la Copa del Rey del año 1981 en Madrid, jugábamos contra el Gijón. Yo estaba sentado junto a la Reina Sofía. En un momento dado, con el empate en el marcador, me puse muy nervioso y me fui del palco. El hombre que había en la puerta, al verme, dijo: “Está sufriendo mucho, eh. Le ocurre lo mismo que a un señor del Gijón, que ha bajado a los vestuarios”. Entonces bajé y vi que se trataba de un sacerdote; iba de una punta a otra del vestuario, parecía muy nervioso. Le pregunté qué hacía y me respondió: "Estoy rezando el rosario para que gane el Gijón". Entonces le repliqué diciendo: “Pues si no le importa, me voy a poner a su lado a rezar para que gane el Barça”. Era un hombre muy simpático, nos reímos mucho. Al final ganó al Barça por 3 a 1. En esa época muchos equipos viajaban siempre con un sacerdote.

-¿Acostumbraba usted a frecuentar la capilla que había en el Camp Nou, en la escalinata que iba desde los vestuarios hasta el terreno de juego, dedicada a la Virgen de Montserrat?

-Fui puntualmente para asistir a algunas misas de inicio de temporada y otras celebraciones que hacían los jugadores del Barça. Ahora, con las obras de remodelación del estadio, la capilla ha quedado prácticamente destruida y, después de un tiempo de incertidumbre, parece que se recuperará. En cualquier caso, yo he pedido reiteradamente al presidente Laporta que la mantengan, porque no es un tema solo religioso sino de tradición. El Camp Nou ha tenido esta pequeña capilla desde que se inauguró en 1957. Ojalá vuelva, estaba en un lugar en que muchos de los jugadores, cuando pasaban por el delante, antes de salir al terreno de juego, se persignaban. Los del Barça y los del equipo contrario.

Joan Gaspart
Joan Gaspart Agencia FLAMA

-Otra tradición que se ha perdido, es que los jugadores del Barça vayan a ofrecer los trofeos a la Virgen de la Mercè y, posteriormente, ir a la plaza de Sant Jaume.

-En efecto, y en su momento también me quejé de esta decisión. La celebración en la plaza, donde el Barça ofrecía el título a la ciudad, y en la Generalitat, se tuvo que dejar de hacer porque los Mossos d'Esquadra entendieron —con razón— que suponía un riesgo para la seguridad a causa del alto número de personas que se reunían. Pero la tradicional visita a la Mercè se podría continuar celebrando. Era un momento muy bonito, recuerdo el señor Nicolau Casaus, vicepresidente del Barça, ofreciendo los trofeos a la virgen. Hablaba cómo si fuera una persona. Laporta me prometió que se recuperaría la tradición de la Mercè, pero de momento no se ha hecho, entre otras cosas, porque no se han ganado títulos.

-En la sociedad actual, donde el hecho religioso ha perdido tanta influencia, es poca la gente que ve con buenos ojos este tipo de celebraciones.

-Seguro, pero insisto, hablamos de tradiciones. Hay millones de personas que cada año visitan lugares como Montserrat, la catedral de Barcelona o la Sagrada Familia sin ser católicas, por razones culturales. Y lo mismo podríamos decir del Vaticano. Muchas de las tradiciones de nuestro país están modeladas por la religión católica. Otra cosa es si somos más o menos practicantes.

-¿Qué piensa de la Marcha Culé a Montserrat anunciada por el FC Barcelona para el próximo 22 de marzo?

-Me parece una idea fabulosa. El Barça es más que un club y Montserrat es más que una basílica, un lugar por donde pasan miles de personas cada año no solo para hablar con la virgen, sino también para contemplar la enorme belleza del macizo, que es una maravilla de la Creación. Si esta marcha que prepara el club permite disfrutar del paisaje y, en el caso de los católicos, rogar a Montserrat, ¿qué más se puede pedir? He ido muchas veces a Montserrat con motivo de victorias importantes del Barça. Fuera de Cataluña hay quien que no nos quiere, por razones políticas o por el que sea. Pero ante estas personas, yo siempre digo que se metan con quién quieran, pero que Montserrat y el Barça son intocables.

A usted se le ha definido en algunos medios como "católico practicando con especial devoción el sacramento de la penitencia". ¿De dónde le viene ese sentimiento y cómo cree que podía reflejarse en sus años como directivo del Barça?

Creo que en un porcentaje elevado de casos, los sentimientos religiosos que puede tener una persona vienen heredados de la familia. Tengo la suerte de que nací en el seno de una familia muy religiosa y, desde pequeño, tenía claro lo que implicaba ese sentimiento: la misa, la confesión, la comunión y el resto de sacramentos. Me he sentido muy confortado dentro de esta tradición heredada de mis abuelos y padres, y que yo he transmitido a mis cinco hijos y veinticinco nietos.

En cuanto a la penitencia, es algo muy personal. Cada uno hace penitencia según cree, algunos acudiendo a un sacerdote a contar las fallas en las que haya podido incurrir y otros haciendo sacrificios que les aplican como una penitencia. Yo, con esto, estoy de acuerdo con que el ser humano está libre de elegir cómo vivir la penitencia, pero como católico, estoy convencido de que la penitencia de verdad pasa por la confesión como vía para la absolución de los pecados.

También hay quien le vincula al Opus Dei. ¿Es usted miembro de la prelatura?

No soy del Opus Dei; esto es una vocación y yo no la tengo. En cambio, mi mujer y otros miembros de la familia sí que forman parte de ella. Todos mis hijos han ido a colegios que de alguna forma están dentro de la órbita de la prelatura. Siento un gran respeto por la Obra, al igual que respeto a los jesuitas, los mercedarios, los salesianos y el resto de congregaciones religiosas.

¿Cree que un empresario católico debería tener unos rasgos distintivos que le hagan diferente a los demás que no comparten los valores de esta religión?

Yo cambiaría la palabra 'empresario' por 'persona', si me lo permites. La persona debe ser coherente con sus pensamientos. Y si tú eres católico crees de verdad, esto debe transmitirse en tu forma de ir por la vida. Es algo que vale para empresarios, trabajadores, ricos, pobres y por lo general para personas de todas las condiciones. En mi esfera pública, en este sentido, he dicho a menudo que me preocupa mucho que haya 1.400 personas durmiendo en la calle en Barcelona. Esto, a cualquier persona de bien, debería saberle mal y debería hacer lo que esté en su mano para evitarlo.

Esto que dice tiene relación con el Hospital de Campaña de la parroquia de Santa Ana de Barcelona, que usted conoce bien, en parte por sus vínculos con el equipo de fútbol, el Atlético Mensajeros de la Paz. ¿Cómo es su relación con este proyecto?

-Estoy vinculado como hombre de fútbol. La obra que hace Santa Anna y el padre Peio Sánchez es excepcional. Tuve el gozo de acompañarlos en Roma a un encuentro entre el Santo Padre y las diversas iglesias hospitales de campaña que, aparte de atender espiritualmente a las personas, se dedican a acogerlas y ayudarles a salir de la exclusión social en la que se encuentran. Cuando me pidieron si podía hacer algo a favor del proyecto, como económicamente me iba mal, pensé que era una buena idea montar un equipo de fútbol con los jóvenes magrebíes que se reunían en Santa Anna. Conseguimos que, a pesar de tratarse de jóvenes en situación administrativa irregular y en muchos casos viviendo en la calle, la Federación Catalana de Fútbol Sala nos autorizara a competir en las diferentes categorías. Yo soy el delegado del club, tenemos tres equipos y un entrenador excepcional, Josep.

Joan Gaspart
Joan Gaspart Agencia FLAMA

-Josep Braojos: tuvimos ocasión de presenciar uno de sus entrenamientos con estos jóvenes en la Barceloneta.

-Pues habrá visto que hace una tarea excepcional. No porque le gusta el fútbol, que también, sino porque es una buena persona y tiene esos nobles sentimientos humanos que le llevan a dar cariño, a través del fútbol, a personas que por desgracia no tienen una vida fácil. El fútbol permite la transmisión de valores como la disciplina y el compañerismo y Josep se lo toma muy en serio en cada entrenamiento y cada partido que juegan.

-¿Cómo son esos partidos?

-Son un espectáculo. Y yo, como delegado del equipo, cuando jugamos me olvido que es el club de la parroquia de Santa Anna e increpo al árbitro y al equipo contrario si es necesario para defender a mis jugadores; como si estuviéramos en la Champions. No soy el típico delegado que se sienta en el banquillo a pasar el rato: me involucro y eso ha provocado que me saquen varias tarjetas rojas por mi comportamiento. No puedo evitarlo. Siento pasión por mi equipo. Cuando gana me siento feliz; y si pierde, me enfado.

-Como si estuviera en el Camp Nou.

-Nada menos. No es el Camp Nou, es una pista de fútbol sala que nos ceden en la Barceloneta. Pero hay una pelota y dos equipos de seis jugadores cada uno. Me hace ilusión verles ganar partidos, ya que para ellos supone un momento de celebración detrás del cual está esa labor que se hace desde la iglesia de Santa Anna.

Ha habido obispos catalanes conocidos por su afición al fútbol, como Antoni Deig, a quien se podía ver a menudo en el palco del Barça; también, más recientemente, Octavi Vilà, que ha presenciado algún partido del Girona. Ver a un obispo en un campo de fútbol, ¿tendría que ser algo normal?

Un obispo es por encima de todo una persona, un ser humano, y por tanto debe ser totalmente normal verlos disfrutar del fútbol. Y un buen ejemplo de esto es el papa Francisco. En una de las primeras visitas que le hice hablamos sobre cuestiones sociales serias que le preocupaban mucho. Estuvimos más de una hora y me atendió con mucha atención. Pero en el momento que le dije, antes de despedirnos, que yo fiché a Leo Messi por el Barça, se le abrieron los ojos y le salió su faceta de apasionado del fútbol que cambió el tono de la conversación.

-¿Qué le parece el papa Francisco?

-Es un papa sensacional. Otra vez que le fuimos a ver a un grupo de personas para hablar de cuestiones relacionadas con el turismo nos dijo: “Seguramente antes de entrar os han advertido que debe llamarme santidad o santo padre. En cambio, a mí no me han dicho cómo tengo que llamaros a vosotros”. Yo le dije que nos llamara cómo le apeteciera, pero él quiso saber cómo nos llamaban nuestras respectivas madres para él utilizar el mismo nombre.

-El Papa abrió el Jubileo de la esperanza el pasado 24 de diciembre, como sabe. ¿Tiene previsto participar en Roma?

-En Roma no sé, pero en Barcelona iremos en familia seguro. Tenemos la suerte de tener sitios jubilares en la ciudad donde poder participar del Jubileo. Yo animo a la gente a aprovechar estos espacios, ya que ir a Roma no es algo que todo el mundo pueda permitirse. En Barcelona tenemos buenos lugares para elegir como la Sagrada Familia, el sagrado corazón del Tibidabo, la catedral, San José de la Montaña o el Cottolengo. Ahora, a mí cuando me preguntan o me piden consejo, animo a ir a Mercè, donde está la patrona de la ciudad, ya que soy miembro de su hermandad. Pero bueno, que todo el mundo elija con libertad absoluta, sólo faltaría. No quiero que el párroco de la Sagrada Familia, que es amigo mío, se enfade conmigo [ríe].

Joan Gaspart
Joan Gaspart Agencia FLAMA

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