"Después de la pandemia hemos de cambiar de vida" Josep Miquel Bausset: "El derecho a la esperanza"
"No podemos, por más tiempo, continuar inmersos en la indiferencia, porqué el mundo está sufriendo mucho"
"Como discípulos de Jesús de Nazaret, los cristianos hemos de ser hombres y mujeres capaces de transmitir esperanza, para así repensar este sistema económico tan depredador y tan injusto"
Después del Covid-19 hemos de levantarnos de nuevo... Pero no para volver a vivir como antes de esta pandemia, sino para vivir una nueva vida, como fue nueva la vida de Jesús después de la resurrección
Después del Covid-19 hemos de levantarnos de nuevo... Pero no para volver a vivir como antes de esta pandemia, sino para vivir una nueva vida, como fue nueva la vida de Jesús después de la resurrección
Estas fueron las palabras que el papa Francisco nos dirigió en la homilía de la Vigilia Pascual. El papa nos decía: “Esta noche conquistamos un derecho fundamental que no nos será quitado: el derecho a la esperanza. Una esperanza nueva, viva, que viene de Dios”. Es la esperanza de Jesús que infunde en nuestro corazón la certeza que Dios lo conduce todo hacia el bien. Por eso el papa nos invitaba a no depositar “la esperanza debajo de una piedra”, ya que Jesús Resucitado “ilumina la oscuridad del sepulcro y hoy quiere llegar a los rincones más oscuros de la vida”.
A pesar del sufrimiento, la enfermedad y la muerte de las personas queridas que hemos perdido en esta pandemia, es necesario levantarnos de nuevo como nos decía el papa, para “soñar, arriesgar y comprometernos para cambiar el mundo”. Y es que “el anuncio pascual es un anuncio de esperanza”, ya que “la oscuridad y la muerte no tienen la última palabra”.
En la oración en la plaza de San Pedro, el 27 de marzo, el papa nos animaba a “elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. Eso mismo es lo que hicieron tanto San Francisco de Asís, como San Benito (y muchos otros hombres y mujeres) que encontraron en Dios su felicidad.
Franciscofue un joven rico que disfrutaba de lo lindo, en fiestas y juergas y que se lo pasaba bien hasta que perdió una guerra y encarcelado, se dio cuenta que la vida que había llevado hasta aquel momento no tenía sentido. Y fue en el Evangelio donde Francisco encontró el camino de la felicidad. Por eso, abandonando la vida anterior, se fue a vivir con los pobres.
También San Benito, de familia acomodada y proveniente de la provincia de Nursia (al nordeste de Roma), cursó estudios liberales en Roma. Pero desilusionado por el ambiente de una sociedad decadente, abandonó la ciudad y se fue a vivir a una cueva, en Subiaco, a setenta quilómetros de Roma, donde en un lugar solitario creó su desierto interior.
San Francisco y San Benito y tantos otros hombres y mujeres, descubrieron un día que la vida solo tenía sentido si vivían enraizados en la esperanza, si soñaban, si eran capaces de arriesgar su futuro y si es comprometían para cambiar el mundo, como nos decía el papa Francisco.
Desgraciadamente hasta ahora, como nos recordaba el papa en la oración del 27 de marzo, “nos hemos dejado absorber por lo material” y “trastornar per la prisa”. Y por eso, anestesiados por la indiferencia, “no nos hemos despertado delante de guerras y de injusticias del mundo, ni hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta, gravemente enfermo”. Y es que con nuestro egoísmo nos hemos encerrado en nosotros mismos, mientras ignoramos las lágrimas de los desvalidos y el grito de la tierra, herida por nuestra insensibilidad.
Por eso después de esta pandemia hemos de cambiar de vida. No podemos, por más tiempo, continuar inmersos en la indiferencia, porqué el mundo está sufriendo mucho. Hemos de dejar de lado la insolidaridad, que nos encierra por el egoísmo en nosotros y hemos de trabajar activamente a favor del bien común de los ciudadanos, ayudando a los que pasan necesidad. Hemos de ser artesanos de esperanzay semillas de resurrección, porqué como nos recordaba el papa, “en Jesús Resucitado, la vida ha vencido a la muerte” y por eso “la fe pascual alimenta nuestra esperanza”, una esperanza que no defrauda nunca, ya que nos hace ver que Jesús, “en la oscuridad de nuestras noches, es certeza en nuestras incertezas”.
Como discípulos de Jesús de Nazaret, los cristianos hemos de ser hombres y mujeres capaces de transmitir esperanza, para así repensar este sistema económico tan depredador y tan injusto, sobre todo para las personas más desfavorecidas, un sistema económico que el papa ha denunciado numerosas veces como un sistema que mata, ya que está basado en una economía que excluye a los más débiles y que por eso mismo, esclaviza a los más pobres. Un sistema económico que el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich, ya hace tiempo que denunció como un capitalismo inhumano que empobrece a la gente más vulnerable de nuestro mundo.
Después del Covid-19 hemos de levantarnos de nuevo, es necesario que nos levantemos de nuevo y que a la vez, ayudemos a levantarse a aquellos que no pueden hacerlo por ellos mismos. Pero no para volver a vivir como antes de esta pandemia, sino para vivir una nueva vida, como fue nueva la vida de Jesús después de la resurrección. Entre todos, dando la mano a los que han caído y ya no pueden más, hemos de construir una vida más fraterna, más humana y más solidaria, para así, como nos decía el papa, saber “elegir el que cuenta verdaderamente y lo que pasa” y también “para separar lo que es necesario de lo que no lo es”. Y sin olvidar, como ha dicho el papa, que “no hay futuro para nosotros si destruimos el medio ambiente que nos sostiene”.
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