"¿Para cuando el nombramiento de los seglares para engrosar el sacro colegio cardenalicio?" Mujeres acardenaladas: “¡Habemus papisam…¡”
"Lejanos los años en los que a los trece de edad, Giovanni de Médici, segundo vástago del potentado Lorenzo apodado 'El Magnífico', era designado Cardenal, elevado a papa a los 37 con el sobrenombre de León X"
"Los cardenales, por cardenales, destruyeron en mayor proporción la Iglesia, que la beneficiaron con sus doctrinas y malos 'ejemplos de Vida'"
"Además, los cardenales son caros. Carísimos. El precio por mantener su estatus es muy superior tanto personal como colectivamente al de cualquier otra persona, lo mismo dentro que fuera de la institución eclesiástica"
"Además, los cardenales son caros. Carísimos. El precio por mantener su estatus es muy superior tanto personal como colectivamente al de cualquier otra persona, lo mismo dentro que fuera de la institución eclesiástica"
Con sensatez, evangelio, historia y liturgia, hay que reconocer que los tiempos están cambiando. También en la Iglesia, aunque en sus aledaños no sacralizados –“mundo, demonio y carne”- el ritmo de los cambios, resulta ser mucho más frecuente, amplio, profundo y penitencia, tal vez a consecuencia y por aquello de que “las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella”, en manca e inveraz versión de la frase evangélica.
Y uno de los momentos, situaciones, reparto de “dignidades”, ministerios y cargos que se echan todavía de menos y demandan urgentes soluciones, es cuanto se refiere a los Cardenales. El papa Francisco ha provocado en su Colegio ciertas conmociones, pero no tantas como se precisan y eran esperadas, aún lejanos los años en los que a los trece de edad, Giovanni de Médici, segundo vástago del potentado Lorenzo apodado “El Magnífico”, era designado Cardenal, elevado a papa a los 37 con el sobrenombre de León X.
Los cardenales se compraron y vendieron en la Iglesia con pingües posibilidades de llegar a ser elegidos un día papas, sobre la base y blasfemia de la intervención en la operación estrictamente comercial del mismísimo Espíritu Santo, siempre listos los teólogos “oficiales” para su justificación semi dogmática.
Conocidos y reconocidos a veces concordatariamente como “Príncipes de sangre real de la Iglesia”, con todas sus consecuencias y letanías de escándalos, títulos y privilegios “humanos y divinos”, no pocos miembros de tan sacrosanto Colegio les supuso y les supone a la Iglesia daños poco menos que apocalípticos.
Descender a citar situaciones y abusos concretos no es de mi incumbencia en esta ocasión, limitándome a reseñar que no les faltan razones a historiadores bien documentados, que los cardenales, por cardenales, destruyeron en mayor proporción la Iglesia, que la beneficiaron con sus doctrinas y malos “ejemplos de Vida”.
Además, los cardenales son caros. Carísimos. El precio por mantener su estatus es muy superior tanto personal como colectivamente al de cualquier otra persona, lo mismo dentro que fuera de la institución eclesiástica. ¿Cuánto cuestan los hábitos, ornamentos sagrados, solemnidades, “fiestas”, “festejos”, “bolos” y visitas que constituyen de por sí su justificación y eje de atracción turístico-religiosa , específicamente homologable “de tejas arriba” o “de tejas abajo”?
¿Qué es eso de la birreta, muceta y “capa magna”, recortada o por recortar en conformidad con estrictas orientaciones pontificias, no siempre felizmente acogidas? ¿Y qué decir de las estancias palaciegas en las que consta su avecindamiento como ciudadanos y “contribuyentes”?
Superado el adagio catequístico de la definición de “oración” de ”levantar el corazón a Dios y pedirle “mercedes” -con malignas alusiones a una todopoderosa marca de coches de alta gama-, es obligado referir que el papa Francisco padece alergia a estos portentosos y acorazados medios de transporte. Hay constancia de que los cardenales no suelen distinguirse por su excesiva devoción a los “utilitarios”, no siendo de su gusto conducirlos ellos mismos y así correr el riesgo de que la prensa “impía y blasfema” se regodee en el caso de tener que informar acerca de las circunstancias de la noticia de alguna infracción viaria, de la que nadie está libre, vaya o venga del cónclave.
¿Para cuando el nombramiento de los seglares para engrosar el sacro colegio cardenalicio? ¿Qué razones serias les asiste a liturgistas, teólogos y canonistas para mantener exiliados de la institución a los seglares, avalados además falazmente de que “así estuvo establecido de siempre en la Iglesia”?
¿Y cómo se explica que a estas alturas de la vida y de la convivencia entre los seres humanos, la mujer tenga que ser considerada y mantenida como “pecado” en la Iglesia católica, apostólica y romana imposibilitada, entre otras cosas, para ser y ejercer de cardenal, con prohibición absoluta y anatematizadora contra quienes aspiren a ello y, por supuesto, contra quienes intenten defender ideas tan “nefastas” y” anticlericales “?
¡Ánimo, papa Francisco y aproveche tan reparadora, justa, elegante y obsequiosa ocasión de pasar a la historia como el primer papa que canónicamente le facilitó a la mujer la santa posibilidad de ser elegida sucesora del Apóstol Pedro, presente el Espíritu Santo¡.
“¡Habemus papisam…¡”
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