"Francisco recogía en 2020 como plenamente actual el corazón y el espíritu de Pacem in Terris" Necesidad de una reafirmación del multilateralismo ante la crisis climática
"Estamos en un tiempo de miedo e incertidumbre en la política internacional. sta situación es un caldo de cultivo perfecto para el escepticismo frente a proyectos de orden global multilateral, como la actual COP26"
"Aparece por el contrario la tentación de poner toda la fuerza en el Estado, un poder claro, conocido y familiar, capaz de responder rápidamente y con gran fuerza a cualquier desafío"
"Frente a esta tentación de vuelta al nacionalismo ¿Quién ha dicho que la centralidad del Estado sea más eficaz ante los retos globales actuales que una respuesta que busque construir un orden común y compartido entre las naciones?"
"Los retos globales de la familia humana sólo pueden ser afrontarlos con una mínima eficacia con una respuesta multilateral y justa de los diferentes países"
"Como miembros de la Iglesia hemos de recordarnos que la actual tentación de la vuelta a la centralidad absoluta de los Estados es simplemente eso, una tentación, y que las tentaciones hay que rechazarlas"
"Frente a esta tentación de vuelta al nacionalismo ¿Quién ha dicho que la centralidad del Estado sea más eficaz ante los retos globales actuales que una respuesta que busque construir un orden común y compartido entre las naciones?"
"Los retos globales de la familia humana sólo pueden ser afrontarlos con una mínima eficacia con una respuesta multilateral y justa de los diferentes países"
"Como miembros de la Iglesia hemos de recordarnos que la actual tentación de la vuelta a la centralidad absoluta de los Estados es simplemente eso, una tentación, y que las tentaciones hay que rechazarlas"
"Como miembros de la Iglesia hemos de recordarnos que la actual tentación de la vuelta a la centralidad absoluta de los Estados es simplemente eso, una tentación, y que las tentaciones hay que rechazarlas"
| Gonzalo Villagrán Medina SJ Decano Facultad de Teología Universidad Loyola
Estamos en un tiempo de miedo e incertidumbre en la política internacional. Las causas de esta situación son múltiples: aparición de poderes nuevos que se afirman con fuerza, amenazas nuevas globales (cambio climático, pandemia…), inestabilidad económica… Esta situación es un caldo de cultivo perfecto para el escepticismo frente a proyectos de orden global multilateral que se perciben como ilusos o buenistas frente a un mundo duro y sin contemplaciones. Podemos pensar en la actual COP 26 de Glasgow como ejemplo de ese tipo de esfuerzo multilateral denostado como simple buenismo.
Aparece por el contrario la tentación de poner toda la fuerza en el Estado, un poder claro, conocido y familiar, capaz de responder rápidamente y con gran fuerza a cualquier desafío.
Este poner el acento en el Estado no ocurre sin consecuencias. El Estado-centrismo conlleva antes o después el ver las relaciones internacionales como campo de lucha entre diferentes intereses nacionales marcado por alianzas meramente instrumentales en función de las necesidades de cada Estado. La vuelta a la primacía de los Estados conlleva, inevitablemente, un aumento de la inestabilidad y el conflicto en las relaciones internacionales.
Pero frente a esta tentación de vuelta al nacionalismo hemos de exigir que se piense a fondo la respuesta a una sencilla pregunta: ¿Quién ha dicho que la centralidad del Estado sea más eficaz ante los retos globales actuales que una respuesta que busque construir un orden común y compartido entre las naciones?
Esta pregunta de fondo de las relaciones internacionales actuales no es nueva, la humanidad recorrió un largo camino intelectual para llegar a las instituciones internacionales multilaterales surgidas tras la Segunda Guerra Mundial. Tal vez lo que necesitamos es recordarnos las razones que permitieron llegar allí.
La Iglesia católica también realizó ese camino de reflexión y el recuperar ese desarrollo intelectual, con toda la autoridad del Magisterio para los fieles, puede ser una ayuda en estos tiempos de duda y tentación.
En este contexto es tal vez momento de volver a la encíclica de 1963 Pacem in Terris de Juan XXIII, la Carta Magna del pensamiento político eclesial contemporáneo. En dicha encíclica Juan XXIII, tras la experiencia de la Crisis de los Misiles de Cuba intentaba proponer pistas para un orden mundial justo que evitara definitivamente esos momentos de miedo al desastre nuclear.
Juan XXIII afirmaba así que los seres humanos y las comunidades políticas no pueden regirse “por las mismas leyes que rigen las fuerzas y los elementos irracionales del universo” (6)[1] Por el contrario han de regirse por las leyes que la razón pueda descubrir. Juan XXIII hablará desde el paradigma de la ley natural como orden a descubrir en la vida política, tal vez ese paradigma sea difícil de valorar hoy, pero sí hemos de acoger la idea de que la vida política, y la política internacional, han de tener un orden coherente con la razón del ser humano.
Juan XXIII constataba también varios elementos ya presentes en 1963 y que hoy son igualmente importantes: la visión de la humanidad como una sola familia humana en términos del Papa Juan (25); la creciente interdependencia entre los países (130); y por esa misma interdependencia la existencia inevitable de un bien común de la familia humana del que depende el bienestar de todos (132)
Por analogía con la sociedad política nacional, Juan XXIII hablará igualmente de la necesidad de algún tipo de autoridad que proteja ese bien común global (136), y cómo esa autoridad debe surgir del acuerdo entre las naciones (138)
¿Qué parte de este análisis de Juan XXIII ha dejado de ser cierta para dejar de creer en el multilateralismo? ¿acaso hemos dejado de ser una única familia humana?, ¿quién ha dicho que haya desaparecido la responsabilidad de dar una respuesta global a los retos globales?, ¿no estaremos alimentando un mundo más caótico y peor para todos?
Podríamos pensar tal vez que estas reflexiones de Pacem in Terris eran simplemente parte de una cierta ingenuidad inocente del comienzo de los años sesenta. Sin embargo, si nos fijamos en el progreso del Magisterio social en los años posteriores más bien lo que vemos es una confirmación y refuerzo de aquellas intuiciones. Esto es especialmente evidente y actual al ser retomadas aquellas ideas por Francisco en su reciente encíclica Fratelli Tutti.
Así, dentro de un mensaje más amplio y rico, Francisco recogía en 2020 como plenamente actual el corazón y el espíritu de Pacem in Terris. En su reciente encíclica Francisco pide salir de una visión del mundo como mundo cerrado en que cada nación esté encerrada en sí misma y sus intereses, e ir, por el contrario, a un mundo abierto en el que se ve al otro como hermano (87). Pide también superar la visión del mundo como un mundo puramente de socios y entenderse como prójimos (102) Todo esto llena de sentido el hablar de familia humana (141) como lo hacía Juan XXIII. Francisco además conecta esta idea de familia humana con la idea del destino Universal de los bienes concretando sus demandas a nivel económico y de hospitalidad (120)
Ciertamente Francisco es consciente de la necesidad de hacer avanzar el mundo de la posguerra que describía Juan XXIII en Pacem in Terrisy señala así la necesidad de reforma de las Naciones Unidas (173) Esto no quiere decir, sin embargo, que dicha estructura jurídico-política deba simplemente desaparecer, se requiere siempre unas normas de derecho internacional que ayuden a ordenar el mundo desde la justicia (174)
No sólo hay palabras sueltas puntuales de la Iglesia llamando a avanzar como humanidad hacia un mundo multilateral organizado según principios de justicia e igualdad de las naciones, hay toda una tradición de pensamiento que recorre muchos años y varios Papas.
Debe quedar claro, por tanto, que los retos globales de la familia humana sólo pueden ser afrontarlos con una mínima eficacia con una respuesta multilateral y justa de los diferentes países. El ejemplo del cambio climático que mencionábamos al principio es paradigmático: ningún Estado por si solo, por fuerte que sea, podría revertir dicho cambio ni evitar sus consecuencias, sólo una respuesta concertada puede realmente responder a la amenaza que supone para la familia humana la actual crisis climática.
Como miembros de la Iglesia hemos de recordarnos que la actual tentación de la vuelta a la centralidad absoluta de los Estados es simplemente eso, una tentación, y que las tentaciones, según aprendimos en la catequesis más básica, hay que rechazarlas.
[1] Para citar los documentos del Magisterio social usamos la numeración de los párrafos de la versión que aparece en la página web del Vaticano.
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