"Pero no titulares de primera página" Noticias que hacen, y son, oración
(Antonio Aradillas).- Excelente, santo y provechoso manual de oración y meditación religiosa y, por supuesto, cristiana, es la prudente conexión con los medios de comunicación social que distribuyen las noticias de actualidad. O los comentarios, con criterios sensatos y siempre desde la enriquecedora pluralidad y perspectivas de sus redactores, que no se centra, ni exclusiva ni fundamentalmente en las informaciones de carácter religioso, sino las relacionadas con cualquier ámbito u ordenamiento de la vida en general, en la que, cuanto acontece, es transcendente y patrimonio de todos.
Aquí y ahora, y a título de ejemplo, adjunto algunas, todas ellas normales y sin que hayan existido razones especiales para auparse a la categoría de "titulares de primera página", con cuantas llamadas tipográficas que resalten su importancia y notoriedad.
"El Papa Francisco denuncia el clericalismo y la creación de una elite de laicos en la Iglesia..." Y, ante las peguntas que se formulan entre sí, y ante Dios, los piadosos y reflexivos orantes, destacan estas: ¿Por qué no descendió en su denuncia el Papa a casos concretos y tan frecuentes del listado-letanía-rosario en cuyo retablo los enmascaran y los hacen presentes en la Iglesia hasta como ejemplos de religiosidad y de vida cristiana? ¿Es posible que sin tal cita expresa, se percaten sus protagonistas del sentido y contenido de estas quejas pontificias? ¿Es posible también que muchos no necesiten tal inclusión por creerla ociosa, por sobradamente conocidas, pudiendo añadirles por su cuenta nombres, sobrenombres, apellidos, actividades y "apostolados" y obras piadosas?
¿Por qué los medios de comunicación, sobre todo religiosos, no se interesaron en identificar personas e instituciones, canónicas o no, y "elites de laicos", sobrados de clericalismos, que obstaculizan la idea, el sentido y el misterio de lo que es, significa y exige la pertenencia a la verdadera Iglesia de Cristo? ¿Es que faltan arrestos litúrgicos para ahondar en el reproche "franciscano" que, con renovado dolor, efectúa el Papa? ¿Son razones de "prudencia", o miedos terrenales o espirituales, los que dificultan o impiden identificación tan salvadora?
Con todos los títulos, prosopopeyas y "santos" atuendos purpúreos, el Eminentísimo Cardenal Philippe Barbarín, arzobispo de Lyón, en Francia, ante 220 sacerdotes de su diócesis, expresamente reunidos para ello, "ha pedido perdón por sus errores en la lucha contra la pederastia..." Pedir perdón es obra buena y ejemplar, aunque mejor hubiera sido no tener que ejercitarse en ella, por haber impedido a tiempo su ejecución, con sus consecuencias nefastas a los ojos de Dios y de los hombres.
Ya está bien que este tipo de casos se registren en tal proporción en la Iglesia, directamente, o con el consentimiento y "miedos" a los escándalos hipócritas e incongruentes, por parte de la jerarquía. La verdad es eterna y no estará expuesta su legítima defensa a arbitrariedades e intereses, o circunstancias cómodas, o adversas, porque siempre- siempre habrá de escribirse y pronunciarse -LA VERDAD- con letras mayúsculas.
Tal y como fue difundida su noticia, el arzobispo de Sevilla decidió colocar su firma en la "primera nulidad matrimonial "exprés", prevista y patrocinada por el Papa Francisco en los últimos tiempos. La oración- meditación a la que convoca esta noticia es ciertamente acuciante. Por fin, se dan algunos pasos en el proceloso camino canónico al reconocimiento de que no pocos matrimonios, jamás llegaron a serlo según Dios, como sacramentos, sin haber pasado de ser y aparentar de ritos y conveniencias familiares y sociales, aunque los Sagrados Tribunales Eclesiásticos y la Rota Romana estuvieran abiertas a cuantas excepciones exigieran el dinero, las influencias y los privilegios. Reconocida la nulidad de los matrimonios canónicos con la fórmula "exprés", a los "ex" se les facilita el acceso a la recepción de otros sacramentos, con inclusión del mismo matrimonio canónico.
¿Qué pasa ahora, y cómo juzgamos la conciencia de los contrayentes, en lo que respecta a su ruptura anterior, o en su arreglo y legalización posterior? ¿Cómo se explica catequísticamente que, quienes murieron signados como "pecadores públicos" y "concubinos", y sintiéndose excomulgados, fueron condenados al infierno? ¿Es posible sacarlos ahora del mismo, habiendo sido educados -"palabra de Dios"- en el inamovible convencimiento de que su estancia, sus llamas y suplicios son eternos, no habiendo jamás para sus moradores, redención divina, después de no haberla habido tampoco humana...?