Antonio Aradillas Obispos catalanes: mudos y con miedo
(Antonio Aradillas).- Del barbarismo "cataluñear" se está haciendo uso con tanta asiduidad en conversaciones, noticias y ponderaciones, que con su desgaste se corre el riesgo de provocar aversión y aborrecimiento hacia una de las Comunidades Autónomas españolas más preclaras, distinguidas y aún envidiadas.
Conjugar tan "bárbaro" verbo también en relación con la Iglesia y su jerarquía en su demarcación respectiva, resultaría ciertamente insólito y desconcertante. Esto no obstante, se impone y justifica esta nueva reflexión sobre el tema.
. Sí, los obispos catalanes precisamente en estos penúltimos tiempos del proceso "separatista", siguen mudos. Si hasta el presente, lo mismo personal que colegiadamente, expresaron su "autorizada" opinión , con decidida y expresa atención a satisfacer los adanes políticos de autodeterminaciones, con todas sus consecuencias, ahora han perdido la voz, o están cercados por ataques más que sospechosos de afonía.
. Y digo lo de "sospechoso", porque exactamente ahora que nos dejan de hablar con aportación de razones y señalamiento de las consecuencias que toda desunión llevan consigo, es cuando se han de echar de menos sus palabras. Hablaron ya, y con profusión, los partidos políticos, las organizaciones las sindicales y empresariales, los colectivos de diversa índole y dimensión, organismos nacionales e internacionales y todos cantos sienten como propios el presente y el futuro de las aspiraciones de unos, al margen, o en contra, de las de los otros.
. El reclamo y afirmación de que las urnas y los votos son siempre "palabras de Dios", respecto a la voluntad de los pueblos, carece, o puede carecer, de suficiente consistencia democrática, si tal y como es constatable, en determinados regímenes actuales, no son las leyes -Constitución y Estatutos- las que regulan los procedimientos a seguir.
. ¿Por qué lo del silencio "sospechoso" que tan sigilosamente observan ahora los obispos catalanes, no evangelizando a los fieles con criterios de evangelio, de reconciliación, paz, mutuo acuerdo y, en definitiva, de Iglesia-comunión y comunicación? ¿Acaso tendrán parte, o toda, la razón, quienes "malévolamente piensan que, percatados los prelados y adláteres, del acentuado izquierdismo anticlerical que define y orienta el actual separatismo de los grupos políticos prevalentes, ellos -los epíscopos- no habrían de ser jamás los beneficiados, sino todo lo contrario?
. Acostumbrados por historia y tradiciones piadosas, a ser patroneados de por vida por estamentos familiares, sociales y políticos de signo "católico", ¿cómo ahora habrán de facilitarles a los "sin Dios", sin ley, y sin normas de comportamiento cívico- religioso, la posibilidad de regir la Comunidad Autónoma, reconvirtiéndola, por ejemplo, en una república?.
. En tal contexto posible, y programado ya por algunos, ¿qué función-misión eclesial y eclesiástica se le podrá permitir ejercer a los devotos/as de las Santísimas Vírgenes con advocaciones de Monserrat y de tantas otras de las demarcaciones diocesanas y populares, con sus fiestas, museos, "milagros", monumentos, tradiciones, cultura y aún gastronomías?¿Qué hacer con los impresionantes complejos monásticos tan maravillosos y tan artísticamente reconstruidos, con sus abades mitrados, y "Madres Superioras" ficticias u oficiales- , después de haber padecido desamortizaciones devastadoras y "guerras de religión"?
. Los obispos de la provincia eclesiástica tarraconense han de hablar cuanto antes. Con piedad y evangelio. Pensando en el pueblo-pueblo, No en los políticos, Tampoco en los intereses que personal o colegiadamente les pudiera reportar el soberanismo en la diversidad de sus grados. La ley, por ley, precisa de defensores leales y responsables, entre los que los obispos, como tales, todavía tienen algo- mucho- que hacer y decir San Pablo, que le confiere a la antigua "Tarraco" - Tarragona- su condición de diócesis "primada" de España, será protector y ayuda.
. Pero también deben hablar el resto de los obispos de España y en su nombre, el Cardenal Presidente de la Conferencia Episcopal. La Iglesia, y más la de Cataluña, tuvo voz propia y de ella hizo uso en momentos de transcendencia política en tiempos pasados. El bien del pueblo - pueblo de Dios en su mayoría-, reclama la parte del pan - palabra que le corresponde, en momentos de inconsistencia, vicisitudes y mudanzas. Haber perdido la capacidad de generar diálogo y diálogos entre los políticos de diversas tendencias, obligaría a sus abades, obispos y arzobispos a presentar su dimensión, irrevocable y lo antes posible.
. Incapacitados para generar diálogo, es imposible presidir la comunidad- asamblea, que, por definición, es lo que hace ser y actuar a la Iglesia como Iglesia. Transigir -recular- callándose, previstas las impertérritas direcciones "izquierdosas" que recorre el separatismo, no es modelo ni estilo de acción pastoral. Es - sería- cobardía y pusilanimidad. No contar con un obispo, "hombre bueno" y de diálogo, en cualquier episcopologio nacional o autonómico, genera tristeza y vergüenza.