El diagnóstico de monseñor Munilla Obispos enfermos
(Antonio Aradillas).- Mi opinión personal es la de que una buena parte del episcopado español se tomó al pie de la letra aquello de que "doctores tiene la Iglesia", confundiendo el término "doctor", con el popular de "médico", y tal y como recientemente se hizo noticia en la diócesis vasca de San Sebastián, cuando su obispo decidió diagnosticar por su cuenta y riesgo "que la sociedad está enferma" aduciendo como prueba la proliferación de partidos políticos y su proporcionalidad nacida, y celebrada, el día de las pasadas elecciones..
Si tal convencimiento hubiera correspondido al evangélico "¡médice, cura te ipsum ¡"- es decir, "médico, comienza por curarte a ti mismo"-, estas reflexiones resultarán más congruentes, siempre comprensivas y misericordiosas.
Pretender ejercer de esculapio o galeno de los demás precisamente cuando tantas y tan graves dolencias se detectan en la propia casa de la Iglesia, tan sagrada por naturaleza, no parece lógico ni consecuente. Aún más, a muchos les resultaría improcedente, lesivo y como una invención más hipócrita y detestable para exculparse a sí mismos, diluyendo la responsabilidad entre propios y extraños.
Exculpas de este calado no han lugar en diagnósticos que comprometen a la salud espiritual y ético-moral de individuos y de colectivos, con escalofriante mención para los inspirados y reconocidos como piadosos, y aún religiosos.
Ah, ¿pero la pluralidad pregonada y definida por la voz del pueblo expresada democráticamente, y con plena garantías, en las urnas, es una enfermedad? ¿No lo habrá sido, y lo seguirá siendo, según pretenden muchos, como el referido obispo, una enfermedad grave, con pre-acta de defunción ya redactada, el "ordeno y mando" dictatorial vigente en instituciones, también eclesiásticas, con inclusión de las diocesanas, inspiradas e indulgenciadas con mitras, báculos, píxide, acetres y navetas para albergar generosas dosis de incienso?
¡Es acaso la pluralidad una enfermedad en la Iglesia, o es signo- sacramento de religión y de vida cabalmente cristiana? ¿Acaso la pluralidad es sistema de gobierno-servicio-ministerio a la colectividad, o lo es de autoritario desgobierno, dado que controla e impide que la voluntad de los "mitrados" sea presentada y ejercida además "en el nombre de Dios", paganizada con todas sus detestables consecuencias, de algunas de las cuales, por fin, y gracias sean dadas al papa Francisco, se hacen públicas sin ningún otro fin que el de su corrección y arrepentimiento penitencial de sus fautores y cómplices?
Por cierto que, mentando al papa Francisco, exactamente a propósito de enfermedades tan graves como las diagnosticadas hoy en la Iglesia, hasta en sus eminentísimas cumbres curiales, como "anillo al dedo" -no episcopal, sino pastoral-pastoral-, se hacen presentes palabras tan elocuentes y doloridas como estas: "Se precisan grandes dosis de antibióticos para limpiar las cloacas y barrer el polvo del poder en la Iglesia". "Su corte,- la pontificia y con mención personificada para su Curia-, está exageradamente centralizada y es prepotente, inquisitorial y autoritaria. Sus miembros son mayoritariamente funcionarios, sedientos de poder y de dinero...".
(Por extrañas e irreverentes que a algunos les parezcan estas citas pontificias, les refiero que están literalmente copiadas, que de su traducción nadie ha dudado -algunas escritas y pronunciadas en castellano argentinizado-, y que son tantas y tan repetidas, que su sola referencia alargaría desproporcionada e imprudentemente nuestro texto).
Es ya hora de que, iniciando la tarea-ministerio por los propios obispos, y más por los que hacen méritos diarios para ser y aparecer como noticias, siempre en idénticas dirección conservadora y procaz, se presten y apresten a ser examinados por otros "doctores" médicos, teólogos, pastoralistas y confesores- , para ajustar sus palabras, doctrinas y comportamientos a los proclamados y vividos ejemplarmente por el papa Francisco.
Con obispos mayoritariamente "enfermos" como los que siguen al frente de las diócesis, sean o no ya jubilables, la reforma-refundación de la Iglesia está todavía distante de ser reforma y además franciscana, es decir, evangélica. Los medios de comunicación se encargan de testificarlo todos los días, sin que sensatamente a nadie, a estas alturas, se le ocurra dudar de la veracidad e imprudencia de las informaciones.
Además de "rezar por los enfermos", hay que sugerirles, impulsarles e instarles a acceder a las correspondientes intervenciones quirúrgicas o, en su caso, al retiro y a la jubilación, aunque espantara y escandalizara a espíritus quebradizos e infantiles, con olvido de que "en última instancia es preferible pecar por exceso, que hacerlo por defecto", como también acaba de diagnosticar el papa Francisco.