Antonio Aradillas El "Padre ébola" y el beato Álvaro del Portillo
(Antonio Aradillas).- La celebración reciente de un funeral en sufragio del alma de uno de los dos sacerdotes- médicos, "hermanos de san Juan de Dios", fallecidos a consecuencia de la enfermedad del "Ébola", y la solemne beatificación de don Álvaro del Portilllo, primer sucesor de san Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, me sugieren estas consideraciones:
. Los datos aseveran que la asistencia al primero de estos acontecimientos apenas si alcanzó los dos centenares de personas, mientras que los referidos al segundo, los más "pesimistas" les hacen rondar los 170,000, que los más optimistas apuestan por rebasar el millón. Respecto a la solemnidad y características religiosas de los actos, el de la beatificación fue presidido por el Legado del Papa y centenares de mitras cardenalicias, arzobispales y episcopales, sacerdotes y "fieles procedentes de todos los países del globo terráqueo", no faltando, aunque "a título personal", dos Ministros del Gobierno de España. La mitra episcopal que se hizo presente en la celebración eucarística del "Padre Ébola" se identificó con un solo obispo, Monseñor Redrado, por más señas, miembro de la Congregación de los Hermanos de San Juan de Dios.
. Ante acontecimientos -signos de Iglesia-, como estos, cristianos y aspirantes a serlo, se formulan, entre otras, algunas preguntas: "¿Acaso pudo ser providencial la misteriosa coincidencia de los dos acontecimientos, con el fin de que se hiciera patente una vez más la pluralidad de de la expresión y vivencia que se registra en la Iglesia? ¿Es acaso incorrecta, y hasta imprudente, la sensación que experimentan algunos, de que la llamada "oración de la plaza" puede convertirse, y se convierte, con triste y desoladora frecuencia en exhibicionismo acatólico y, por tanto, anti-religioso?
. ¿A qué conclusiones próximas y tangibles pueden, y deben, llegar los amigos de las matemáticas al valorar los gastos, oficiales o no, que supusieron los desplazamientos de tan enfervorizada, e indulgenciada, multitud? ¿Los mismos profesionales de las matemáticas sagradas podrán calcular cuales y cuantas serían las obras sociales, y de promoción, que en los países en los que anidan y cultivan gérmenes del "Ébola", a consecuencia de la infinita pobreza que los distingue, y cuantas vidas pudieran haberse salvado, o salvarse, con semejante inversión de dinero, y además con la publicidad, tiempo y dedicación empleados en la "causa de las beatificaciones y canonizaciones" , por muy ejemplares que hayan sido los santos testimonios de vida cristiana que hayan legado?
. ¿Resultaría ocioso que la Iglesia -jerarquía y laicos- nos comprometiéramos a examinarnos precisamente de la verdad y substantividad de la teología, aprovechando la referencia tan significativa de acontecimientos tan contradictorios, como relevantes en la historia eclesiástica actual?. ¿Qué presencia y actividad se le confirió al evangelio en el marco glorioso y espectacular de las ceremonias, gestos y ritos que configuran el protocolo litúrgico que demandan sencillez, recortes, inteligencia y comprensibilidad en todas y cada una de las palabras, de los tonos de voz, expresados y expuestos lo mismo en latín que en castellano, de por sí raros, extraños, extravagantes y algunos, hasta de incuestionable y documentada procedencia pagana?
. A numerosos asistentes a la ceremonia, en directo o en diferido, les pareció difícilmente explicable la portentosa ocurrencia procesional del niño, y de sus padres, beneficiarios del milagro que, por mediación de don Álvaro, había hecho posible su solemne beatificación y registro canónico entre quienes, de ahí en adelante, serán merecedores del culto público en la Iglesia universal. El de los milagros que hacen santos a los santos, es una -otra más- de las asignaturas pendientes en los procesos de las "causas de los santos"
. Con estima, respeto, valimiento y valoración, reconozco, admito y confío en que en la Iglesia tienen generosa cabida infinidad de vivencias consideradas religiosas, aunque algunas lo sean más que otras, necesitadas todas ellas de revisión profundamente evangélicas. Las situaciones tan dramáticas que genera el Ébola en el occidente africano, con `posibilidades de expandirse, como colosal pandemia, sobre todo, entre los más pobres del mundo, justifican su presta y generosa atención religiosa, sin escatimar la ayuda y protección de beatos, que lo fueron y serán por sus propios méritos, así como de los Hermanos de san Juan de Dios y de tantos otros, que ni tuvieron, ni tendrán acomodo en las páginas del Santoral oficial, sin milagros reconocidos para ello, y sin la presencia infinita de representantes de la jerarquía y de multitud de devotos.